CONTRATAPA
Personalídad
La figura del ex campeón del mundo de los pesos pesados Muhammad Alí -alguna vez y durante mucho tiempo Cassius Clay–, que el jueves pasado cumplió 60 años y recibió, entre múltiples homenajes, la designación de ese día, 17 de enero, “Día Muhammad Alí” para su eterno homenaje de reconocimiento, es un caso de permanencia única, extraordinaria. Alí está cada día más vigente dentro de la sociedad estadounidense como una estrella que nunca se apaga y una leyenda que cada día se engrandece. Algo habrá hecho.
El increíble boxeador que como profesional siempre sorprendió a sus rivales con una rapidez de piernas, manos y movimientos imposible de controlar, la perdió por culpa de los años y del Parkinson, que lo tackleó en 1984, pero su genio, carisma y personAlídad lo mantienen donde siempre quiso estar: en la cima.
Alí ha vuelto a reiterar que, desde que nació en Louisville (Kentucky), su destino no iba a ser otro que convertirse en un pionero que abriese el camino para nuevas generaciones. Lo hizo cuando con su nombre de cuna, Cassius Marcellus Clay, llegó a los Juegos Olímpicos de 1960 y logró la medalla de oro con un estilo de boxeo único y espectacular, para cuatro años más tarde sorprender al mundo entero al destronar al legendario Sonny Liston y convertirse en campeón del mundo, un título que ganó tres veces.
A partir de ese momento nacía un boxeador único, con un estilo llamativo y explosivo, que quedó plasmado en combates históricos ante George Foreman y Joe Frazier, que siguen siendo la referencia dentro de la máxima categoría y en la que cuando se retiró, cansado de volver y volver, en 1981, tenía en su haber una marca de 56-5.
Pero también iba a surgir una figura cívica que se convirtió en el portavoz y defensor de asuntos políticos, religiosos y sociales de la comunidad afroamericana en la turbulenta década de los ‘60 y ‘70. “Toda mi vida, incluso cuando era un niño, siempre decía que si llegaba a ser famoso, haría cosas para ayudar a mi gente que nadie más hiciera”, declaró recientemente Alí. “Nunca me importó ser famoso, sólo quiero ser escuchado, porque si la gente oye la verdad, algunos la aceptarán.”
Su filosofía dio resultado porque en 1967, en plena protesta por la Guerra de Vietnam, se negó al reclutamiento en las fuerzas armadas de su país y de inmediato se convirtió en el símbolo de la resistencia. Así se quedaría sin el título, pero no por eso claudicó. Para entonces Clay también se había comprometido y unido a la Nación del Islam y adoptó su nuevo nombre de Muhammad Alí, otra acción que iba a ser decisiva en su vida, y consiguió que el Tribunal Supremo de Justicia de Estados Unidos en 1971 le diese la razón en su lucha por ser excluido del ejército en base a sus creencias religiosas.
“Los afroamericanos ahora más que nunca deben promover su identidad y ponerse los nombres nativos que les corresponde, no los de origen europeo, como sucedió con el mío, de Cassius Clay”, destacó Alí en una de sus últimas entrevistas. “Mis acciones sacudieron al mundo y colaboraron en el concientización de muchas personas.”
La retirada de los cuadriláteros y el Parkinson no han podido terminar con la presencia y el protagonismo de Alí, porque aun en la adversidad la ha sabido utilizar para demostrar la necesidad de hacer que el boxeo tenga un mayor control y los profesionales no sean explotados por los promotores sin escrúpulos. Sus testimonios ante distintos comités del Congreso que buscan establecer una legislación para controlar el deporte del boxeo siempre han sido fundamentales a la hora de conseguir algún tipo de avance. “El deporte del boxeo no es lo negativo; el mayor problema es la falta de control y apoyo que tienen los profesionales, que son manejados como marionetas por los promotores”, destacó Alí.
Su espíritu de lucha ante la adversidad de la enfermedad, que le ha limitado al máximo sus movimientos y el habla, no ha sido impedimento para que su presencia haya seguido siendo más vigente que nunca. La aparición que hizo en los Juegos de Atlanta 1996 para encender la llama olímpica del estadio fue la acción y el símbolo que generó la mayor atención y audiencia internacionales.
De nuevo Alí ha estado presente en Atlanta a principios del pasado mes de diciembre para volver a recoger la llegada de la llama olímpica desde Grecia y prenderla antes de que comenzase un largo camino hasta Salt Lake City, donde el próximo mes de febrero se disputarán los Juegos Olímpicos de Invierno del 2002.
Pero su verdadera causa sigue siendo la defensa de los valores del Islam y de los musulmanes, y más en unos momentos históricos en los que muchos dentro de la sociedad estadounidense los cuestionan después de los ataques terroristas del 11 de septiembre. Alí ha reiterado que el Islam –su Islam– sólo tiene como objetivo la paz y la amistad entre todos los pueblos del mundo, siempre ha sido un embajador ejemplar de buena voluntad, y ha exhortado a todos los musulmanes residentes en Estados Unidos a que defiendan más que nunca su derecho a tener una vida libre y a que respeten sus creencias y orígenes.
Tampoco ha perdido su personAlídad y concepto de ser el más grande de todos, como lo demostró hace unos pocos días en Los Angeles mientras recibió la estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood y pidió que no la pusiesen en el suelo sino en la pared.
“Siempre he exigido que se me respete y no voy a permitir que mi nombre sea pisado por otras personas”, comentó Alí sobre el deseo de poner su nombre en la pared del nuevo teatro Kodak en lugar de la acera de Hollywood Boulevard, junto con las de otros 2188 famosos.
También ha tenido su valoración de la nueva película biográfica, Alí, que se exhibe en las pantallas de todo el mundo y especialmente al referirse al protagonista de la misma, el actor Will Smith, que interpreta su personaje. “No lo hace mal, pero soy mucho más guapo que él y me tendrían que haber llamado para hacer yo mismo la película”, bromeó Alí.
Más directo e incisivo fue cuando le preguntaron lo que pensaba de la próxima pelea entre el británico Lennox Lewis y el estadounidense Mike Tyson a disputarse el 6 de abril en Las Vegas. “Lo único que quiero que les digan a los dos es que voy a volver a los cuadriláteros y ambos caerán a mis pies”, contestó Alí para confirmar que nada ha cambiado dentro del hombre y deportista que llegó para ser “El Más Grande de Todos los Tiempos” y “El Rey del Mundo”, como él mismo siempre se definió.