LA CAIDA SISTEMATICA DE LAS RECAUDACIONES EN LA ULTIMA DECADA
Ni gente ni plata ni futuro
Los clubes de Primera, pésimamente administrados por conducciones irresponsables, han (mal) vivido los últimos años sobre todo de los ingresos de la televisión y se han ido salvando –hasta hora– con los préstamos de la AFA, “mater et magistra”. De ingresos genuinos –gente que pagaba la entrada– poco y nada, cada vez menos. Ahora que ya no quedan ni jugadores para vender ni nada da bueno para mostrar los domingos, ¿de qué se van a disfrazar?
Por Gustavo Veiga
Cuando hacen las cuentas, los dirigentes del fútbol argentino tienen dos certezas. La primera es que el dinero no les alcanza y la segunda, que los ingresos por recaudaciones se evaporaron y casi no inciden en los presupuestos. Desde 1989, el año de la hiperinflación y, a excepción de la temporada 1997/98 en que se registró el promedio más bajo de entradas generales vendidas, los clubes sufrieron una sangría que no se detiene. La caída en la comercialización de populares y plateas guarda simetría con la profundización de la recesión económica y el desmesurado desarrollo del fútbol televisado. Con respecto al período 1992/93 en que el promedio llegó a 7774 boletos por partido –el mayor en la década del ‘90–, la temporada 2000/2001 registró 5828. Estas cifras, correspondientes a los torneos de Primera División, se compadecen con las que generaron los campeonatos del Ascenso. Allí también el declive ha sido notable.
De ver fútbol a ir a la cancha
En plena avalancha de saqueos y mientras el dólar subía por el ascensor y el poder adquisitivo de la gente por las escaleras, 1989 marcó el peor índice en materia de recaudaciones desde 1983, cuando comenzaron a sucederse los gobiernos constitucionales. Ese año incidió notablemente en la temporada que se extendió hasta el ‘90 y durante la cual, en 380 partidos de los torneos Apertura y Clausura, se colocaron apenas 1.894.106 populares. El promedio arrojó 4984 localidades por encuentro. Además, la venta de plateas tuvo el segundo peor registro de los últimos 15 años.
Pero si se hace abstracción del período de la hiperinflación y de que en 1998 hubo una merma en la demanda de entradas –el Clausura de ese año lo ganó Vélez, un equipo con discreta capacidad de convocatoria–, el derrumbe es sostenido y los números de la temporada 2000/2001 son los más bajos desde 1987. Todos estos datos pueden verificarse en las memorias y balances de la AFA que contienen tablas comparativas de los últimos años y de todos los torneos. Por sí solos no explican la dimensión de la crisis económica que atraviesan los clubes, pero, en cierta medida, contribuyen a entenderla.
Si tomamos las últimas diez temporadas, en 1991/92 se vendieron 2.661.345 generales y luego hubo fluctuaciones en las cantidades. Por ejemplo, en 1993/94, los boletos colocados bajaron con respecto al período anterior (1992/93) de 2.954.227 a 2.743.990. Pero se recuperaron en el ciclo de 1995/96 durante el cual los hinchas compraron 2.946.532 entradas. La tendencia hacia la baja se empezó a ratificar a partir de la temporada siguiente (2.444.128) y siguió hasta hace poco. En los campeonatos de 2000/2001 se colocaron apenas 2.214.793 populares.
¿Cuánto significan en dinero los índices más alto y más bajo de la década? Si tomamos una entrada a 10 pesos en promedio, equivale a que la diferencia entre los 29.542.270 pesos recaudados con paridad uno a uno en 1992/93, bajaron hasta los 22.147.930 pesos o dólares de 2000/01. En consecuencia, la pérdida global para las instituciones de Primera División fue de 7.394.340 pesos, si se comparan ambas temporadas.
Con los cambios en las reglas de juego instrumentados, primero por Domingo Cavallo durante el gobierno de la Alianza y luego con la sucesión de presidentes peronistas que siguieron a Fernando de la Rúa, el fútbol recibió dos mazazos. Uno, la aplicación del IVA a las entradas y el restante, la devaluación. Si bien el primero tiene hasta ahora un efecto neutro –se tramita un amparo ante la Justicia que suspendió, aunque no canceló la medida–, el fin de la convertibilidad, ese otro corsé de una economía argentina agonizante, dejó a los clubes al borde de la bancarrota.
Y ahora viene lo peor
Para colmo, a la baja considerable en las recaudaciones, agravada por los altísimos costos en los operativos de seguridad, la entrega de entradas de favor y los distintos impuestos provinciales o municipales, es posible que se agregue una nueva dificultad cuando comience –si comienza- la temporada 2001/2002, después del Mundial de Corea y Japón. Ya hay dirigentes que temen una renegociación forzada de los montos que perciben sus clubes, por permitir la televisación en directo de los partidos oficiales. El vicepresidente de una institución de Primera División, quien pidió mantener su nombre en reserva porque sospecha que podría recibir alguna represalia económica, hizo el siguiente razonamiento: “Si ya hubo una quita en el dinero que se va a pagar por la Copa Libertadores, es de suponer que intentarán hacer lo mismo con el fútbol local. Se trata, en ambos casos, de la misma empresa. A nosotros nos pagan 1.800.000 dólares por temporada y, ahora, con la suba de esa moneda, me veo venir una reducción en el monto”.
Si los clubes de Primera División que tienen más recursos están en aprietos o a un paso del quebranto, ¿qué les queda a los de Ascenso? En la B Nacional, el torneo con más equipos –25 jugaron su primera fase– y que más gastos ocasiona por la diversidad geográfica de sus participantes, la venta de generales cae sin pausa desde la temporada 1996/97. En ese período se colocaron 848.413 y, después, 798.296 (1997/98), 725.953 (1998/99), 595.202 (1999/00) y 448.620 (2000/01).
Federico Alberti, vicepresidente de Platense, sostiene que “así como va el torneo no se puede seguir jugando. No cubrimos los gastos, que son varios: policía, Utedyc, comidas y hay veces que debemos hacer viajes de 900 kilómetros en ómnibus”. José Luis Meiszner, vicepresidente de Quilmes y, asimismo, secretario general de la AFA, cree que un paro no resolvería nada: “Las soluciones no aparecen con la inactividad. Acaso les sirva a los clubes que están en una situación apocalíptica; a ellos, lo mejor que les sucedería es que se suspenda todo. Nosotros queremos sumarnos a los cambios que, en alguna medida, pasan por algo utópico: ser solidarios. O sea, joderse uno en aras del bienestar general. Con los problemas que hay en la Argentina, ya hubo clubes que hablaron de hacer austeridad y después salieron a comprar jugadores”.
La Vieja no es lo que era
El futuro mediato se ha vuelto un desafío complicado como acaso no registre la historia del fútbol argentino. Y es que, además de existir un contexto económico que no contribuye para nada a la búsqueda de una salida, la AFA está en graves problemas. Sus clubes le adeudan 64.511.569,61 pesos por préstamos acumulados en los últimos años y a esa cantidad hay que agregarle unos 34.500.000 que la asociación se comprometió a pagarles a los planteles por deudas que contrajeron sus clubes hasta el 30 de abril de 2001. Es el acuerdo rubricado con Futbolistas Argentinos Agremiados ante el Ministerio de Trabajo el 10 de mayo del año pasado y que motivó dos huelgas. O sea, las instituciones, en conjunto, le deben a la AFA casi 100 millones de pesos.
De ese modo, a los dirigentes ni siquiera les queda la alternativa de recurrir a esa suerte de banco que fue la casa del fútbol durante los últimos veinte años. Un banco presidido por Julio Grondona que se financió en la década del ‘80 gracias a la inflación, ya que sus ingresos en dólares lo permitieron. Pero que ahora, en este nuevo siglo, además de recaudar en la moneda norteamericana gracias a la Selección y al próximo Mundial, también deberá pagar abultadas deudas en dólares. Una de ellas es el fideicomiso que se creó en el Banco Credicoop para saldar el compromiso firmado con Agremiados en mayo pasado. Ante este cuadro, a los clubes sólo les queda ponerse a rezar. Las recaudaciones, uno de sus recursos genuinos, perdieron importancia, salvo en el caso de las instituciones con más convocatoria como Boca, River y Racing. Y la otra fuente de ingresos importante, las transferencias de jugadores, apenas sirven para tapar agujeros.