Lunes, 31 de octubre de 2011 | Hoy
OPINIóN
Por Osvaldo Arsenio *
Con la vista en Guadalajara se comprende que tampoco en el deporte parecieran existir demasiados secretos: las políticas de Estado consistentes y continuas visibilizan el problema y facilitan las condiciones para superarlo.
Diez años atrás, el deporte argentino tenía varias disciplinas que carecían de infraestructura y equipamiento para entrenar apropiadamente, algunas de ellas faltas de desarrollo y prácticamente al borde de la extinción, con menos de 200 practicantes activos en todo el país.
Después de estos ocho años de gestión desde la Secretaría de Deporte, llega el momento de analizar lo realizado, lo que queda por realizar y de disfrutar los excelentes resultados logrados en Guadalajara.
Fue primero el diagnóstico técnico, luego la aparición y concreción de soluciones mediante proyectos y la consecuente inyección de recursos, un esquema ideal y casi infalible.
Si bien la fórmula parece lógica y conocida, ha sido pocas veces transitada con la suficiente continuidad en nuestra historia deportiva: una de ellas fue en el gran ciclo olímpico Londres 1948-Helsinki 1952, pasando por los fabulosos Panamericanos de Buenos Aires en 1951; otra fue el que va desde Atenas 2004 hasta hoy.
Los muy buenos resultados de los Panamericanos parecen sorprender a los ajenos al proceso de cambio de estos años. La virtual duplicación de los oros con respecto a Río 2007 resulta impactante y la obtención de medallas en nada menos que 25 distintas disciplinas no deja margen al viejo y equivocado recurso de exaltar tan sólo las heroicidades individuales de los atletas por sobre las construcciones colectivas. Estas son, por supuesto, más lentas y complejas, pero también más justas y duraderas.
El avance en Guadalajara puede explicarse desde varias ópticas y es claramente mensurable desde las medallas obtenidas, pero especialmente también en aquellos proyectos silenciosos que no brillaron mediáticamente, y que atendieron desafíos demorados por décadas, para los que se articularon soluciones concretas y exitosas.
Se logró conectar el deporte social con el alto rendimiento, se inyectaron cada vez más recursos a través del constante crecimiento presupuestario de la Secretaría de Deporte, apuntalado por la reciente aparición del Enard (ente mixto formado por la secretaría y el COA), se logró también una cada vez mayor eficiencia en la ayuda y el control técnico-científico de los programas federativos hacia un objetivo común, los Panamericanos y, fundamentalmente, se visibilizaron y solucionaron los problemas crónicos de varias disciplinas, en un proceso armónico, inclusivo y exitoso, que desde el deporte social supo tender puentes para completar círculos virtuosos.
El atleta Braian Toledo –llegando desde los Juegos Evita– y los medallistas en tiro y lucha Alex Suligoy y Luz Vázquez –provenientes de la Escuela Media del Cenard– son muy fuertes indicios de acciones que no se agotarán tan sólo en la anécdota estadística sino que sientan bases perdurables para continuar acentuando una evolución que piensa el éxito competitivo como una de las consecuencias naturales de la inclusión social y el desarrollo deportivo.
* Director nacional de Deportes.
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