TC 2000: NORBERTO FONTANA VENCIO EN SAN LUIS
Sello de campeón
El monarca de la categoría se adjudicó la apertura del torneo 2003 en el flamante autódromo puntano con una conducción impecable, coronada por una maniobra magnífica para quedarse con la punta.
Por Pablo Vignone
La apertura del torneo 2003 de Turismo Competición 2000 en el flamante autódromo de San Luis vino a traer a colación la sospecha que muchos de los que siguen de cerca el automovilismo nacional alumbraron a fines de la temporada pasada. Que si, en el ocaso de Juan María Traverso, Guillermo Ortelli se ha convertido en el gran piloto del circo fierrero local, por eso de sus cuatro campeonatos de TC en cinco años, Norberto Edgardo Fontana se ha constituido en el principal aspirante a ese trono. En el Príncipe del Acelerador, si es que Ortelli se aguanta el que le digan Rey. La maniobra del Petiso de Arrecifes, ese que a veces se asombra por el alambrismo nacional, esa tendencia a atarlo con alambre en las pistas vernáculas, dada su condición de emigrado deportivo –acostumbrado a trabajar con equipos de primer nivel–, de tan magnífica le valió el premio mayor. El juninense Ponce de León le había birlado la pole position al correr la serie más rápida, y desde la punta le anticipó su intención de hacerle una carrera lenta, cubriéndole los huecos, una trama que el geométrico trazado, con curvas constantes de radio muy corto, le permitía. Pero el campeón 2002 del TC 2000 vio pronto el agujerito sin fin, prepoteó con la chapa y capturó la punta que no abandonaría.
Para eso debió apelar a más de uno de los recursos de los que mamó en Europa, en Japón o en la misma Fórmula 1, como aquella vez en la que dejó pasar a Michael Schumacher y demoró “distraídamente” a Jacques Villeneuve, cuando ambos peleaban el título mundial en Jerez. El Focus de Ponce aceleraba más que su pesado Corolla (que corre con 70 kilos de lastre por ser el campeón) y cuando los frenos se empezaron a desgastar, especialmente en las últimas 10 vueltas, debió hacer milagros para mantenerse en la punta, incluidos algunos que rozaban la ilegitimidad. Pero Ponce no puede quejarse: su aspereza en la punta suele ser similar...
Terminó resultando una fiesta la apertura del torneo; porque lo que en la vuelta 10 pintaba para otro paseo veloz, desembocó, por obra y gracia de un par de alternativas –como el despiste de Fineschi, por ejemplo– en un final de pace-car, apretado, con dos vueltas de cierre a puro guardabarros en las que prevaleció la picardía antes que el fierro.
Después de un año terrible para una categoría dolarizada como era el TC 2000, arrancar el 2003 con casi 30 autos en la pista y 20 mil personas bordeando el trazado puede leerse como augurio de una temporada destacada. La confirmación del equipo Ford más el arribo del nuevo team de Chevrolet, superpuestos a la armada japonesa que componen Toyota, los infatigables Honda y Mitsubishi, le proporcionan a la disciplina una pátina de sofisticación que parecía haber perdido irremediablemente. Habrá que ver cómo sigue.