El riesgo de que la Selección no venda
Por G. V.
El año 2004 no será un año alentador en materia de ingresos para la Selección y la AFA. El millón de dólares recaudado por el amistoso en la Libia de Khadaffi o el millón seiscientos mil dólares cobrado en una excursión por Japón y Corea en abril y junio de 2003, respectivamente, serán casi imposibles de juntar durante esta temporada. Sólo está previsto un compromiso en tierras niponas para agosto, y el resto del calendario está abarrotado de partidos oficiales: el Preolímpico, los Juegos Olímpicos de Atenas –siempre y cuando el Sub-23 se clasifique en el Preolímpico de Chile– y las Eliminatorias.
El declive en los ingresos está dado por el cachet que tiene fijado la Argentina por su participación en la etapa clasificatoria para Alemania 2006: cuando juega de local, cobra quinientos mil dólares por partido y de visitante, ni una moneda. “Cuando jugamos afuera, vamos a pérdida, y acá, lo que se recauda alcanza para cubrir los gastos”, asegura Meiszner. Al 30 de junio de 2003, el último balance de la AFA indica que la utilidad obtenida por los partidos que disputó el seleccionado alcanzó los 12,5 millones de pesos (20 millones de ingresos y 7,5 millones de gastos).
Si al magro panorama de las recaudaciones se agrega la depreciación del producto mediante el cual los sponsors intentan posicionar sus marcas -medida en términos económicos, eso es la Selección para sus avisadores–, la preocupación crece. La AFA mantiene vigentes contratos con todos los auspiciantes hasta Alemania 2006, salvo Adidas, cuyo convenio se extiende hasta el Mundial 2010. Esta seguridad jurídica, de todos modos, no impide que sus dirigentes se inquieten por lo que consideran un marcado distanciamiento entre el público y el equipo que conduce Marcelo Bielsa. La ecuación que hacen es, más o menos, así: si el seleccionado no mejora su imagen, la gente no se identifica con ella, por lo tanto no vende y las empresas se preocupan por ello.
Un problema más que debe contabilizarse en la era del deporte-negocio, aunque sea ajeno a las cavilaciones del técnico y no contribuya a fogonear polémicas como el estilo de juego que cultiva nuestra Selección.
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