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Lunes, 9 de agosto de 2004

FúTBOL › OPINION

Pases: fuegos de artificio

Por Gustavo Veiga

Los fuegos artificiales que se encienden para esperar el Apertura son una ofrenda para la vista pero, depende de cómo se usen, pueden hacer mal a la salud. Los pases concretados de Palermo, Jardel, Insúa, Cardetti y Coudet... los zarandeados regresos de Batistuta (antes) y Ortega (ahora) entran por los ojos y se pagan con el futuro. En un fútbol donde su máximo dirigente, Julio Grondona, dispara que “hay más empresarios que taxistas. Son una lacra que voy a empezar a combatir –lo declaró por radio el viernes pasado en el programa De una con Niembro–, la economía se va al descenso en todos los campeonatos. Una cosa son los clubes que juegan, y otra muy distinta cuando se juega con los clubes”.
Los intermediarios que denuncia el presidente de la AFA participan de una fiesta con remembranzas de la fiesta menemista. Pero tienen socios. Tan o más responsables. Se trata de dirigentes como Eduardo López, de Newell’s; Andrés Ducantezeiler, de Independiente, o un clásico de los negocios como Mauricio Macri, enseñoreado en Boca a falta de un partido político con proyección de poder.
La estrella del momento en este tipo de aventuras es el actual presidente de Newell’s. Investigado y denunciado en más de una oportunidad por actividades tan dispares como funcionales entre sí (fútbol, farmacias, turf, una fundación, bingos...), intentará hoy, en Zurich, disuadir a través de sus emisarios a los inflexibles turcos del Fenerbahce. Debe arrancarles el pase del Burrito Ortega, quien, cuando River lo transfirió, no respetó el contrato que había firmado. En Rosario cuentan que el escurridizo López no pondría una moneda. Y el dinero necesario saldría, en parte, de los derechos de formación que el club debe cobrar por Gabriel Heinze y Walter Samuel, entre otros.
Ahora bien, López es el mismo que no pagó otras incorporaciones (el boliviano Baldivieso, los colombianos Patiño y Vázquez) y que acaba de contratar al arquero del seleccionado paraguayo, Justo Villar, y al brasileño Mario Jardel, ex figura del Porto, el actual campeón europeo. Al personaje no se lo disuade –por el contrario, se lo alienta– para que deje de seguir usando el club como si fuera su empresa. Una empresa en concurso de acreedores y que no cumple sus contratos. Como Ortega.
Mientras tanto, en el también concursado Central, continúa el destape de ollas. Con el dinero que ingresó por Germán Herrera, el delantero que fue vendido a dos grupos empresarios distintos (el último, de Raúl Delgado, ex secretario de Medios menemista) se recuperó a Eduardo Coudet. El ex volante de River recibirá una paga de 25 mil dólares mensuales por un préstamo de seis meses. ¿Está el club en condiciones de abonar una suma así?
Independiente, un grande en apuros, sobrevive con un pasivo que ya supera los 40 millones de pesos. Además tiene directivos sospechados de corrupción –a uno ya lo desplazaron y lo denunciaron penalmente porque se habría quedado con dinero de un ex jugador, Cristian Tavio–, y está en litigio con la AFA y la FIFA porque su presidente, hoy internado con depresión, recurrió ante la Justicia cuando lo desplazaron de su cargo. En Avellaneda y a un par de cuadras, los socios de Racing se autoconvocan porque no confían en el juez que interviene en la quiebra ni tampoco en el órgano fiduciario. El viernes 6 se reunieron en asamblea para hacerse oír.
Boca y River parecen ajenos a estos problemas por su poder en el mercado para comprar o vender. Sin embargo, sólo los éxitos deportivos de la era Bianchi, empujado a renunciar por sus dirigentes, permiten ahora levantar la cosecha de giras por el mundo y el reconocimiento internacional. Y en Núñez, si no fuera porque se vendió a Fernando Cavenaghi al fútbol ruso (tan sospechado por sus operaciones de contado y/o lavado de dinero), las cuentas del último ejercicio no hubieran cerrado bien.
La televisión sigue pagando parte de la fiesta (aumentó su canon de 82 a 89 millones para repartir entre los clubes de Primera) en recíproca complicidad con los dirigentes. Al fin de cuentas, importa más elespectáculo futbolístico que la salud económica, institucional y social de los clubes. Todo vale, todo pasa, todo sigue su curso mientras haya plata fresca para gastar.

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