FúTBOL › JULIO FALCIONI Y GUSTAVO ALFARO
Técnicos de tiempos modernos
Por Juan José Panno
Falcioni y Alfaro son dos técnicos de moda. Llegaron a equipos grandes como consecuencia de los buenos resultados obtenidos en clubes chicos y rápidamente se colocaron en el centro de la escena: con un par de triunfos, sus nuevos dirigidos llegaron a la punta y le dieron una dimensión especial al clásico. Nueve de cada 10 hinchas de San Lorenzo están conformes con que Alfaro sea el DT; nueve de cada 10 hinchas de Independiente aceptan a Falcioni. Si Boca llegara a perder un par de partidos seguidos, se dirá que tendrían que haber llevado a Falcioni o a Alfaro y no a Basile; si le toca perder a River, aparecerán quienes renieguen de Astrada y pidan un técnico más moderno, más adaptado a los tiempos que corren, más práctico, uno a la manera de Falcioni o Alfaro.
En el partido de ayer no pasaron inadvertidos. Alfaro reclamó todo el tiempo hasta que el sargento Giménez se hartó y lo echó de la cancha. Desde los límites de su corralito, Alfaro también había hecho gestos de toda clase a sus dirigidos, como si realmente creyera que se puede manejar a un jugador a control remoto. Sus gestos podían traducirse, sin mucho margen de error, así: “Vení, bajá, uno y uno, ojo aquí, tocá, cuidado, rotá, ojo que te cambio”. Insufrible, vea. Paradójicamente, el mejor momento de San Lorenzo se produjo cuando el entrenador ya no estaba en la cancha, cuando Montillo (que entró en el segundo tiempo) se hizo eje de una reacción histórica.
Falcioni estuvo menos activo. Empilchado con un traje oscuro, al igual que su colega, salió de vez en cuando a la palestra. En el último tramo del partido se lo escuchó pedirles a los jugadores que no se metieran tan atrás, que trataran de sostener la pelota en la mitad de la cancha. Pero el idioma de los gestos a veces tiene más peso que el de las palabras: cuando lo echaron a Manrique a los 84, un par de minutos puso después puso a Abraham (un defensor) por Buján (un volante). Independiente estaba con dos jugadores más y seguía estando en superioridad numérica aun después de que lo echaran a Manrique. La pregunta es entonces: ¿qué necesidad había de hacer ese cambio? Independiente desperdició la posibilidad de ganar el partido por la falta de convicción de sus jugadores, pero el DT ayudó un poquito.
Alfaro debe haber tomado nota de que San Lorenzo –aunque su gente se entusiasme con la reacción o le eche la culpa de sus males al referí– no creó una sola situación de gol en 90 minutos.
Falcioni debe haber tomado nota de que, jugando así, a Independiente la punta no le va a durar mucho.
Los dos saben que las modas son efímeras.