FúTBOL › ERNESTO FARIAS Y DANIEL DIAZ, LAS FIGURAS DEL SUPERCLASICO
Alto nivel en la misma área
El empate entre Boca y River, desmenuzado jugador por jugador. En el equipo local se destacaron, además del zaguero catamarqueño, Insúa, Palacio y Gago, aunque el héroe fue Barros Schelotto y el villano, Abbondanzieri. Entre los visitantes, la dupla central conformada por Cáceres y Tula jugó al nivel del mejor delantero del equipo.
Por Ariel Greco
Tenía una deuda pendiente, ya que no le había podido convertir ningún gol en su carrera a Boca, tanto en Estudiantes como en River. Sin embargo, además de su bautismo en la red, Ernesto Farías se convirtió en el mejor jugador del clásico. Aprovechó la duda de Abbondanzieri, que se apuró en salir, y resolvió con clase, con la única posibilidad que tenía. Hasta ese momento casi no había participado del juego, pero luego marcó diferencias con espacios a favor. Pegó un derechazo en el palo, se equivocó en un mano a mano ante el arquero y asistió bien a Gallardo en la jugada que terminó con la expulsión de Abbondanzieri.
En un nivel parejo se mostraron los dos centrales, aunque Cáceres sobresalió por personalidad y capacidad de anticipo. Si bien se le complicó tener que cubrir a Palacio en las espaldas de Ferrari, terminó resolviendo el inconveniente. Dejó la pierna en la jugada del penal, aunque Guillermo exageró en la caída. Tula también completó una buena labor, con mucha solidez tanto de arriba como por abajo. Pagó con su expulsión el hecho de que Boca estuviera con dos jugadores menos, en una sanción demasiado severa de Pezzotta. Lux pasó varios sofocones en la primera parte y resolvió bien cuando lo exigieron, aunque en un par de ocasiones se apresuró en salir del arco, sin consecuencias para su valla.
En contrapartida, los laterales fueron puntos flacos en el juego de River, sobre todo por el sector de Ferrari. El rosarino perdió casi siempre con Palacio y se mostró demasiado contenido, por lo que nunca pudo imponer su capacidad técnica para aportar en ataque. Lo de Domínguez fue un poco más sólido en defensa, pero su contribución en ataque resultó nula. A su favor, seguramente los dos cumplieron con las premisas que planteó el entrenador.
Muy diferente fue la prestación de los mediocampistas entre el primer y el segundo tiempo. En ese contexto, el más preponderante resultó Zapata, activo y solidario para colaborar en la defensa y sumarse al ataque. Tal vez le faltó un poco más de claridad para resolver con la pelota. Santana y Ahumada arrancaron totalmente desconocidos, víctimas del desconcierto general que mostró River en el primer tiempo. Sin quite ni distribución, no pesaban el juego. El ex San Lorenzo levantó su producción con el correr del partido y dio un buen pase a Farías en el gol.
Montenegro no fue el futbolista determinante de los últimos partidos, pero igualmente cumplió. El primer tiempo lo encontró muy lejos del arco, en el segundo se comprometió más y se notó en el juego. Le sirvió el ingreso de Gallardo, que si bien lució lento y falto de fútbol, con muchos espacios pudo manejar la pelota, algo que River no había podido hacer en los primeros minutos. En su primer superclásico, Higuaín fue víctima del planteo cauteloso de su equipo. Lo buscaron poco y mal, siempre en posición incómoda.
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Por Facundo Martinez
No fue feliz la tarde para Abbondanzieri. Si bien antes no había sido exigido, en la jugada del gol de Farías su intervención no pudo ser peor: una salida en falso, innecesaria, en la que terminó regalando el arco; todo mientras Silvestre estorbaba el remate del delantero. También su expulsión en el complementario pudo evitarse, de no haber salido a apresuradamente a disputarle la pelota a Gallardo, quien lo obligó a bajarlo. Su reemplazante Migliore dio seguridad: entró en un momento por demás complicado y tuvo tres buenas intervenciones para evitar que River asegurara el marcador.
El trabajo defensivo de Boca fue clave, sobre todo en los minutos en que River podía liquidar el trámite. El trabajo de Ibarra tuvo altibajos: sumó bien cuando el equipo se lanzaba al ataque, aunque cometió algunos errores defensivos, facilitándole el trabajo a la ofensiva de River. Distinto fue lo de Krupoviesa quien, salvo en un par de desbordes en los que arrimó peligro al área de Lux, cometió una buena parte de los errores defensivos de su equipo, y además se hizo expulsar por un patada descalificadora contra Montenegro. Los centrales fueron lo mejor de la última línea. Silvestre se mostró sólido en la marca sobre Farías e Higuaín y bien en el juego aéreo, y no tuvo responsabilidad en el gol. Sin Krupoviesa en la cancha, se vio sobreexigido, al igual que Díaz, quien terminó convirtiéndose en figura.
En el mediocampo, Ledesma era todo voluntad para marcar, pero no ayudaba mucho en ataque, ya que perdía con facilidad la pelota y no lograba entrar en sintonía con el resto de sus compañeros. Fue reemplazado por Migliore. También alternó buenas y malas Bilos, flojo en la marca frente a Santana y poco punzante en ataque, aunque contó con una buena chance de cabeza. El trabajo de Gago en el medio fue clave para anular a Montenegro primero y después a Gallardo; no acertó cuando tuvo chances para definir. Mejor fue la labor de Insúa, quien intentó jugar siempre y se hizo notar en el momento más delicado del equipo, aunque falló también en la definición.
El penal convertido exime a Palermo de su flojedad generalizada y de preocupante lentitud: perfecta ejecución en un momento de mucha presión; antes había desperdiciado la mejor oportunidad de Boca. Hubo dos Palacio: el del primer tiempo, imparable para los defensores riverplatenses y único capaz de complicarlos seriamente; y el del segundo, mucho más previsible y exhausto. Lo del Mellizo Barros Schelotto fue simple: entró para explorar las grietas de la muralla defensiva, pasó y fue bajado por Cáceres. Penal y empate de Boca, en un partido tan chivo como emotivo.