FúTBOL
› Por Pablo Vignone
Pese a que el intenso frío invitaba a ver el partido por televisión, ahora que el menú es completo, casi 20 mil hinchas de Huracán acudieron a lo que sentían era una cita de honor en el Tomás A. Ducó y, pese al empate, se fueron a calentarse delante de la estufa satisfechos en líneas generales con la actuación del equipo, por esa pretensión, casi obligatoria por la historia del club, de quererlo ganar jugando por abajo, con circulación, desmarque y toque corto. Hasta hace un mes, esa pretensión estaba acompañada por un normal favoritismo, dada su condición de grande en la B Nacional; ahora, en cambio, mientras Huracán se reacomoda en la categoría a la que naturalmente pertenece, encuentra que, por la falta de costumbre reciente, se siente extraño en algunos tiempos del juego y en otros costados de la cancha. Y aunque el equipo de Mohamed haya dado ayer un aceptable examen de readaptación, sosteniendo la línea de tres defensores que lo caracterizó en la última temporada en el Ascenso, o girando en torno de su jugador más carismático, Christian Sánchez Prette (el mimado del entrenador), añora a los delanteros a los que aprendió a querer en subida, como el Bati Larrivey o el chico Mauro Milano, y en ese sentido este equipo de Primera se mostró menos picante que el que aseguró el retorno. Porque eso de las distracciones se corrige; la falta de definición cuesta más arreglarla, y ayer a Huracán le costó dos puntos.
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