Lunes, 13 de agosto de 2007 | Hoy
FúTBOL › OPINION
Por Juan José Panno
Hubo un tiempo que fue hermoso, en el que casi no había cero a cero y en los comienzos de campeonato se calculaban los goles que se iban a meter.
Hubo un tiempo en el que los dirigentes construían tribunas con la plata que entraba por la inusual venta de un jugador.
Hubo un tiempo en el que se armaba un gran escándalo si a algún desubicado se le ocurría arrojar un cuchillo a la cancha, como ocurrió en los ’60, en un partido entre Argentinos y Boca, en la misma cancha en la que jugaron ayer.
Hubo un tiempo en el que se pedían que se pensara en los discapacitados que no podían ir a la cancha y se reclamaba la televisación de algún partido importante.
Hubo un tiempo en que los juveniles calculaban los años que tenían que pasar para que se les abriera una puerta porque los titulares eran fijos e inamovibles.
Hubo un tiempo en el que muchos espectadores iban a la cancha a ver a otros equipos –de los cuales no eran hinchas– por el placer de ver buen juego: el Argentinos de Canceco, Pando y Hugo González; el Lanús de Silva y Acosta, por citar un par de ejemplos.
Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que en los comienzos de los campeonatos se calculaban los puntos que necesitaba un equipo para salvarse del descenso o la Promoción; los goles que tenía que convertir un delantero para batir un record.
Estos son otros tiempos.
Hoy casi podría decirse que hay más jugadores en el exterior que en los veinte planteles de Primera División.
Hoy, en un club grande le dan toda la responsabilidad de la conducción a un pibito de 19 años y encima, en la primera de cambio, lo venden la exterior y se priva a la gente de disfrutar de su talento.
Hoy, los pases de algunos jugadores pertenecen a empresarios que los compran por dos mangos a pibes hijos de padres con urgencias económicas.
Hoy pasan cosas como éstas: a Independiente le dan ocho mil plateas para el partido contra Tigre y sólo vende 1500.
Hoy se televisan todos los partidos (cinco gratis, cinco con el sistema pague para ver) de un campeonato que, para no dejarle dudas a nadie, se llama “Cablevisión”.
Hoy, los hinchas tienen restricciones para ver a su propio equipo cuando juega de visitante; si quieren ver un partido en calidad de neutrales, no pueden.
Hoy da miedo ir a la cancha porque en el anuncio de los diarios importa más la referencia a las peleas entre las barras que las formaciones de los equipos, y un periódico deportivo les da prensa a quienes amenazan de muerte a sus rivales dentro de la propia barra brava de un club.
Hoy se calculan cuántas muertes va a haber por temporada: desde el final del torneo anterior hasta ahora, van dos.
Hoy se suspende un partido porque no se sabe cómo prevenir la violencia, aunque será más claro decir que el Gobierno, los dirigentes de los clubes y los dueños del negocio no tienen la voluntad política de terminar con la violencia.
Hoy –y parece que nada enfriará el intenso calor que se siente– estamos en el horno.
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