NUESTRO BOXEO OLíMPICO YA NO ES LO QUE ERA
La disciplina que más medallas ganó para la Argentina en la historia de los Juegos no logra una desde Atlanta 1996 y enviará a un único representante, Ezequiel Maderna, a Beijing.
Cuatro de cada diez medallas logradas por el deporte argentino en la historia de los Juegos Olímpicos se consiguieron a golpes de puño. Sin embargo, hace 12 años que el boxeo no logra una sola distinción con que engrosar su pedigrí. Desde que Pablo Chacón se asegurara el bronce en Atlanta 1996 en la categoría pluma (hasta 57 kilos), la sequía es completa. Y para una especialidad a la que 7 medallas de oro, 7 de plata y 10 de bronce le otorgan reconocimiento pleno más allá de polémicas, no formar parte del halago es doloroso. Especialmente porque el panorama no es halagüeño de cara a Beijing.
A comienzos de año, el presidente de la Federación Argentina de Boxeo, Osvaldo Bisbal, había trazado un cuadro negativo con respecto a la participación en los Juegos. “Nuestra inversión es apenas el 10 por ciento de lo que gastan Brasil o Venezuela”, informaba. Aquella de Chacón fue la última gema producida por el trabajo de Sarvelio Fuentes, el entrenador cubano contratado en los ’90. “El cambio de la situación económica en este país hizo que Fuentes regresase a Cuba para hacerse cargo de su selección, y vinieron cuatro años malos durante los cuales los chicos no pudieron viajar, ni competir seriamente”, señala el dirigente, explicando parte de la sequía.
Bisbal se ilusionaba en febrero: “Me conformaría con meter dos o tres boxeadores en los Juegos Olímpicos”. Y no debe estar nada conforme, porque habrá solamente un representante argentino en Beijing. Se trata de Ezequiel Maderna, de 21 años, platense del barrio Los Hornos, segundo en la categoría mediano (hasta 75 kilos) del Preolímpico de Guatemala, después de tres victorias (una por nocaut) y una derrota. “Pelear en los Juegos es todo un orgullo –dijo Maderna en la última edición de El Gráfico–. Iré sin presiones y no me pesarán los logros anteriores de la Argentina. Mi objetivo es traer una medalla, no me importa si es de bronce, plateada o dorada.”
Los logros anteriores a los que se refiere Maderna arrancan con las medallas de bronce de Pedro Quartucci y el pesado Alfredo Porzio en los Juegos de 1924 en París. Cuatro medallas logró el boxeo en Amsterdam 1928: los oros de Arturo Rodríguez Jurado (pesado) y Víctor Avendaño (79 kg) y las platas de Víctor Peralta (57 kg) y Raúl Landini (67 kg).
Santiago Lovell (pesado) y Carmelo Robledo (57 kg) fueron oro en Los Angeles 1932, y la conquista se amplió a cuatro medallas en Berlín 1936: el oro de Oscar Casanovas (57 kg), la plata de Guillermo Lovell (57 kg) y los bronces de Raúl Villarreal (75 kg) y Francisco Resiglione (81 kg).
Pascual Pérez, uno de los mejores pugilistas argentinos de todos los tiempos, ganaría la medalla de oro de los 51 kg en Londres 1948, lo mismo que Rafael Iglesias en la categoría pesado, mientras que Mauro Cia (80 kg) se apropió de un bronce. En Helsinki 1952, Antonio Piacenza (81 kg) fue plata y Eladio Herrera (71 kg) fue bronce.
En los Juegos de Melbourne 1956, Víctor Zalazar ganó la medalla de bronce en la categoría hasta 75 kg, y la misma distinción logró Abel Laudonio en los 60 kg en Roma 1960. El bronce quedó en manos de Mario Guillotti (67 kg) en México 1968, y luego hubo que aguardar hasta la medalla de Chacón en 1996. “Nuestro déficit económico termina repercutiendo gravemente en la formación de los boxeadores”, evaluó Bisbal.
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