FúTBOL › EL GOLEADOR DE BOCA VOLVIó A DEJAR SU SELLO EN OTRA EDICIóN DEL SUPERCLáSICO
La veteranía lo tornó un jugador con más espíritu de cuerpo, pero el olfato de gol se mantiene al acecho. Tuvo pocas chances, pero convirtió su gol, uno muy parecido al que le había hecho a River una década atrás, cuando el equipo lo pedía a gritos.
› Por Facundo Martínez
Se lo ve a Martín Palermo yendo a buscar todas las pelotas aéreas, pivoteando constantemente, estorbando la salida del rival, habilitando a sus compañeros, y no se puede dejar de pensar que el goleador o, dicho con más espesor, el goleador histórico de Boca, se ha puesto mejor con el paso de los años. El sacrificio de su potencial en pos de mejorar el rendimiento colectivo del equipo lo han vuelto un jugador más criterioso, y eso parece alcanzarle para disimular esas falencias propias del desgaste de un jugador veterano. Pero si a eso se le suma su todavía vigente poder de gol, no caben dudas de que Palermo siempre está a tiro de convertirse en figura del equipo, como sucedió ayer en la Bombonera.
No se trata sólo de las situaciones de gol con las que contó el goleador. Lo cierto es que en el partido de ayer no fueron muchas. Es que Palermo ganó protagonismo en el encuentro mucho antes de anotar para la apertura del marcador. Apenas comenzado el partido, tras un buen centro de Ibarra –con quien dentro de la cancha se entiende a la perfección–, el delantero apuró al arquero Vega con un cabezazo cerca del área chica que no prosperó. Después, cuando el equipo acusaba la ausencia y la necesidad de Riquelme para que los ataques tuvieran una mejor forma, se corrió de función y puso su juego y su energía al servicio de sus compañeros.
De tanto mostrar el camino, de dar el ejemplo de voluntad y de sacrificio, Palermo produjo el contagio en sus compañeros. Con él como abanderado de la lucha, por momentos incluso tirado sobre la raya, algo también inusual para la posición de un centrodelantero, tanto Gaitán como Chávez se animaron a soltarse un poco más y entonces Boca experimentó una leve superioridad sobre su adversario.
Pero aunque ahora Palermo se entregue más a las necesidades del equipo, el goleador está siempre ahí, al acecho. Hubo en el partido una jugada en la que fue el jugador de siempre, es decir el “optimista del gol”, como lo definió Carlos Bianchi. La jugada la comenzó Cáceres, luego recibió Palacio, que a su vez cedió para Palermo, quien se mostraba libre en las cercanías del área. Cuando Palermo gobernó el pase, Chávez picó en cortada a espaldas de los centrales y se metió en el área, ganando una posición ideal para la definición. Los defensores de River se fueron con ese pique, lo mismo que Vega. Todos. Todos menos Palermo, quien clavó su mirada en el hueco para meter sorpresivamente un zurdazo letal que se coló sobre el palo derecho del arquero.
El festejo fue a lo grande, el goleador revoleó su camiseta, recibió la ovación de sus propios compañeros y, por supuesto, de los hinchas, a quienes les dedicó reiteradas muestras de cariño, un cariño a prueba de todo, incondicional.
- “Nos vamos con bronca por no haber podido mantener la diferencia.”
- “Lo más difícil es ponerse en ventaja, algo que nosotros hicimos, pero después no supimos aprovecharlo.”
- “El partido fue parejo, tuvimos un poquito más la pelota que ellos, intentamos generar situaciones, pero no llegamos de manera tan clara.”
- “Nosotros generamos más peligro que ellos, pero es cierto que no tuvimos chances mano a mano con el arquero y eso nos costó el empate final.”
- “Con Buonanotte y Rosales, River tuvo velocidad y eso complicó.”
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