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El poder de los futbolistas dentro del fútbol es una de las marcas perdurables que dejaron las sucesivas crisis. No son únicamente una mercancía. En la Argentina, y también en el exterior, ya no basta con saber que Michel Platini preside la UEFA, que Franz Beckenbauer fue el hombre clave del último Mundial de Alemania y se enfrentó con Joseph Blatter o que cuando habla Diego Maradona el ambiente del fútbol tiembla.

En América, Agremiados les fue marcando el camino a otros sindicatos y hoy su poder es insoslayable. Su conducción consiguió arrancarle a la AFA el compromiso de retenerles a los clubes los importes de la cuota sindical y de la obra social, con lo cual no es posible que se resienta su tesorería y que sus afiliados se queden sin cobertura.

Además recibe un dinero extra por el 0,5 por ciento de cada transferencia y otro porcentaje por los derechos de imagen que le pagan las empresas que controlan el negocio televisivo del fútbol. La buena relación entre Grondona y Sergio Marchi (foto) a menudo permitió destrabar situaciones delicadas. Y cuando no fue así, hubo paros, como el último que se produjo en 2001. El 10 de mayo de ese año se firmó un convenio entre la AFA y el gremio que fue homologado por el Ministerio de Trabajo. Por ese acuerdo, los futbolistas de las tres categorías profesionales lograron cobrar deudas atrasadas por un monto cercano a los 43 millones de pesos. Un fideicomiso abierto en el Banco Credicoop lo hizo posible.

A nivel mundial, es la Fifpro (Federación Internacional de Futbolistas Profesionales) la que lleva la voz de mando. El último conflicto en que se hizo oír es el que enfrenta a Franck Ribéry con el Bayern Munich, que preside otro ex futbolista: Karl Heinz Rummenigge. Ya presentó su denuncia ante la Comisión Europea para que el delantero puede elegir libremente cambiar de club. La intención del francés es irse al Real Madrid, amparándose en el artículo 17 del reglamento de la FIFA sobre el estatuto y la transferencia de jugadores.