FúTBOL › OPINIóN
› Por Juan José Panno
Los diarios digitales publicaron presurosos, casi sobre el mismo momento en que se producía el descenso de Independiente, los ya clásicos afiches berretas, agresivos y sin gracia, elaborados vaya a saber por quién. Mientras las cámaras de televisión mostraban las imágenes de hinchas apenados, tristes, llorosos, las cargadas de mal gusto removían las heridas frescas. “Hay que desdramatizar”, dicen los que defienden este tipo de expresiones. “Que se la banquen, como me la banqué yo cuando me cargaban a mí”, sostienen otros. “Las cargadas son parte del folklore del fútbol argentino”, también argumentan. Todos tienen su parte de razón.
Pero las heridas abiertas de quienes viven circunstancialmente el descenso como un drama no merecen que se las remueva con ácidas gotas de dudoso humor. Nadie se muere porque se va a la B, está claro, pero cualquier futbolero de ley sabe de qué se trata todo esto y no hay que hacer un esfuerzo muy grande para ponerse en el lugar del otro. En un par de días se repondrán y procesarán su dolor, pero hay que dejarlos que hoy lo vivan como puedan.
A uno le parece que tampoco se trata de andar consolando al otro con discursos que planteen que “no es nada, ya vas a ver que pronto van a volver, otros grandes se fueron al descenso y volvieron, hay que aceptar que así es la vida, bla, bla, bla”. El tipo que está solo con su dolor, en el mejor de los casos, te dará una respuesta tan políticamente correcta como tu discurso y dirá que “bueno, gracias, sí, ya sé”, pero no tiene muchas ganas de escuchar ningún consuelo. Porque también sabe que, en el fondo, vos pensás que es mejor que le haya pasado a él y no a vos.
Los códigos (de la vida, del barrio, del fútbol mismo) imponen que en estos casos lo mejor sea el silencio. El prudente y respetuoso silencio. Si tenés ganas de tomarte revancha por las jodas que alguna vez te hizo el otro, tenés que morderte la lengua. Ya llegará el tiempo de las cargadas, de las bromas, de la bendita vendetta. Eso es el verdadero folklore. Lo otro, lo de los afiches, lo de las cargadas a mansalva y a destiempo, suena como el culo. Los diarios digitales, que forman opinión, deberían saberlo.
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