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Domingo, 11 de abril de 2004

ENTREVISTA

Color esperanza

De paso por Buenos Aires para presentar su última novela, Castillos de cartón, Almudena Grandes conversó con Radarlibros sobre el futuro político de Europa, asediada por la barbarie terrorista, y el esperanzador triunfo del Partido Socialista en España.

Por Jonathan Rovner

Invitada por el Centro Cultural de España, Almudena Grandes vino a Buenos Aires para presentar su más reciente novela. Su visita anterior había sido en diciembre de 2001, cuando “la única mesa ocupada del bar o restaurante al que iba, era la nuestra”. Almudena conversó con Radarlibros en el lobby del hotel, esta vez, “contenta de ver a la gente más tranquila y los bares más llenos”.
Almudena Grandes nació en España, donde, según la conocida fórmula del costumbrista Mariano José de Larra, “escribir es llorar”. Almudena cree que escribir en España ya no es llorar. Al menos, para la llamada “nueva narrativa española”. Hasta el surgimiento de esta ya no tan nueva generación, en la que Almudena se inscribe, el franquismo se había apropiado de los símbolos, la lengua y la patria española, creando un conflicto de identidad entre los intelectuales y su público. Para los intelectuales progresistas lo español era algo gris, pequeño-burgués y provinciano. El desprecio hacia las propias tradiciones llegó a convertirse en lo que Almudena llama una “enfermedad moral”:
–Los escritores españoles despreciaban a los lectores españoles y preferían inscribirse en tradiciones anglosajonas y alemanas. A partir de los ochenta se da un nuevo pacto generacional entre escritores y lectores. Y lo mismo pasó con el cine y la plástica. Se trata de un proceso que todavía sigue vigente. Y, claro, es muy grato trabajar en un país donde se aprecia lo que haces. Si bien son muy pocos los escritores que viven de las regalías, todos trabajamos en actividades paraliterarias, es decir: artículos para periódicos, conferencias, radio, etc. Esto nos permite estar más en contacto con la sociedad.
¿Cree que Occidente está al borde
del colapso?
–Yo no sé si usar la palabra colapso, porque es atribuirle al mundo árabe una capacidad que no tiene. Sí creo que el mundo, después de la guerra de Irak, es un sitio más inseguro. Han aumentado las injusticias, las arbitrariedades, la vida en Occidente es peor. Pero no sé si los países del Tercer Mundo puedan aplastar al capitalismo. En todo caso, no puede ser un colapso para provecho del mundo árabe. Occidente todavía no ha tocado techo en lo que a la represión se refiere. Hechos de terrorismo como los que están ocurriendo pueden acercarnos a la idea de una solución final. Y los países de Occidente todavía pueden llegar a tomar una medida que sencillamente termine con el mundo islámico.
Y en España, ¿cómo ve la convivencia
con el Islam?
–En España, luego de ocho siglos de convivencia con el mundo islámico, hay una impregnación que se da tanto en lo físico y en la lengua como en el modo de ver la vida. La relación con el mundo islámico, no sólo en España, era un conflicto para el que hacían falta políticos finos. Pero en España, al igual que en el resto del mundo globalizado, ha desaparecido la política fina e impera una política de brocha gorda. No se analiza la situación, se piensan las cosas como en las películas del Lejano Oeste, donde los buenos son los buenos y los malos son malos. Y es por eso que en las ciudades de Europa, donde hay una inmigración masiva de distintos países del mundo árabe y de Oriente, cuando lo que debería ocurrir es que la gente se vuelva más cosmopolita, más conocedora y tolerante con las otras culturas, lo que sucede es más bien lo contrario.
Y en la vida cotidiana, ¿cómo se refleja la inmediatez de esa reacción?
–Yo estoy orgullosa de ser madrileña. La gente de Madrid ha actuado de manera admirable. Estuve, antes de venir a la Argentina, en Atocha, el lugar donde estallaron las bombas. Se ha convertido en una especie de santuario monstruoso, pero que no tiene nada que ver con el ground zero de Nueva York. Aquí no hay álbumes de fotos ni guantes de béisbol pero sí muchas inscripciones de repudio al atentado y muchas, muchísimas, dicen “los inmigrantes no tienen la culpa”. Ha sido un shock tremendo del que todavía no nos hemos recuperado y no sé si nos vamos a recuperar.
¿Qué sensación le produce el
nuevo gobierno?
–Cuando perdió el PP yo, que llevaba años diciendo que el día que el PP saliera del poder iba a ser feliz, no pude ser feliz porque era un día empañado por el luto. Sí sentí un alivio inmenso, como el que se siente por la interrupción de una pesadilla. El triunfo del Partido Socialista se dio gracias a una sociedad civil movilizada. Desde la huelga general de 2002, la sociedad española se había movilizado y esto se manifestaba en todos los colectivos sociales que fueron los que, de una vez, obtuvieron respuesta en las medidas que anunció Zapatero en su discurso. Eso es algo que me llena de esperanza.

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