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Domingo, 7 de noviembre de 2004

Príncipe y plebeyo

Por Néstor Perlongher
Hemos sufrido mucho en estos largos años (y aún...) Dice Dante Panzeri que el sufrimiento es muy grande antes de llegar al goce. ¿Pero es que, en política, se está hablando de goce? Toda política es, también, una política de la sexualidad. En la Argentina militar, la política del Estado se ha dirigido a evitar la consumación –dificultar el “acto” sexual–. Así, hacer el amor ha dejado de ser un pecado para convertirse en un milagro.
Es cierto que esa represión explícita a la sexualidad –que ha llegado a censurar la mínima alusión erótica– se encastra en una densa tradición machista, machismo que muestra su poder castigando a los más débiles: las mujeres, los maricas, los niños.
Pero este machismo –moralismo que también afecta a los machos en sus andanzas extrafamiliares– no podría tal vez tan fácilmente vencer si no contase con el auxilio de la Policía.
La policía puede, en la Argentina, detener a cualquier persona por un plazo que oscila entre 2 y 7 días, con la excusa de “averiguación de antecedentes”. Ese expediente ha sido usado siempre –y con mayor denuedo en los últimos años– para encarcelar, intimidar, ofender a millares de personas.
Peor aún es la situación de los menores de 18 años, que por el solo hecho de hallarse fuera de sus casas familiares, pueden ser internados en reformatorios, verdaderos campos de concentración de niños.
Los llamados edictos policiales –que no son exactamente leyes sino reglamentaciones internas de la policía– permiten detener a cualquier persona sospechosa de prostitución, homosexualidad, vagancia, ebriedad, etc., y recluirla sin intervención de la Justicia, en la cárcel ¡por plazos que oscilan entre los 30 días en Buenos Aires y los 90 en Córdoba!
Estas reglamentaciones no tienen nada que ver con el estado de sitio que padece el país. Los edictos policiales vigentes en Buenos Aires fueron introducidos bajo el gobierno de Perón en 1946. Un fallo de la Corte Suprema los declara inconstitucionales en 1957 porque no respetan el derecho de defensa. Pero eso no impide a Frondizi aplicarlos con saña, gracias a los servicios del comisario Margaride (jefe policial bajo las administraciones de Frondizi, Guido, Onganía, Perón), que adoraba allanar hoteles alojamiento, detener a parejas por besarse en los parques, organizar gigantescas razzias en subtes y cines en busca de vagos y perversos.
El régimen actual se ha preocupado por dictar edictos policiales en los lugares donde ellos no existían –como Mendoza y Córdoba–. El Código de Contravenciones dictado en Córdoba en 1980, no precisa para castigar “mujeres u homosexuales”, otra prueba que...su permanencia en un lugar público. Basta sólo “frecuentar (es decir, charlar) con un menor, para ser encarcelado por tres meses. Se impone también la internación y cura forzosa del enfermo venéreo, extendiendo a los sifilíticos el tratamiento reservado a los “drogadictos” y a los locos. Estos temas sexuales nunca han tenido que ver con la política, porque la política suele ser un deseo de poder antes que de goce. Pero miles de hombres, mujeres y niños han sido molestados o secuestrados por la policía por no estar yendo “de la casa al trabajo y del trabajo a casa”.
Claro que al que soporta los estandartes de la normalidad le resulta más fácil “eludir los patrulleros” que a quien no se los banca. Pero es la libertad de circulación y comunicación, amorosa, cotidiana, lo que estas prepotencias del poder cercenan.
La llamada “normalidad” se ha encargado de mostrar suficientemente en la Argentina lo doloroso de su fracaso. Si para mantener a los homosexuales fuera de las calles, es preciso llamar a la policía, entonces queda evidente que esa “normalidad” no funciona por “naturalidad” sino por el peso de las armas. Si la llamada “normalidad” precisa de la dictadura para sobrevivir, entonces revélase ella misma anómala (...)En este momento el lector abraza tiernamente a su esposa: yo no tengo, gracias a Dios, nada que ver con la homosexualidad. ¿Está usted seguro? ¿No será usted en su tibia normalidad, un cómplice complaciente de ese reiterado escarnio? Su miedo a la sexualidad ¿no tendría que ver con la represión moral que familias y policías inculcan desde pequeño?
Nos parece genial que cada cual haga lo que quiera con su cuerpo. Reprimir a la homosexualidad le agrega a esa práctica erótica un encanto subversivo del que ella, naturalmente, carece. Pero que el goce pase por la tortura, la humillación y el secuestro, ya nos parece excesivo. “Hasta la perversión –decía el Marqués de Sade– exige cierto orden.”
Si usted acostumbra dejar su sexualidad en manos de la policía, es lógico que le va a acabar gustando. De ser así, entonces esto “no se va a acabar”.
–Derogación de los edictos policiales que reprimen la prostitución, la homosexualidad, la vagancia, la “ebriedad y otras intoxicaciones”, etc.
–Fin de la “averiguación de antecedentes”.
–Abolición de la censura.
–Libre circulación para menores, putas, taxiboys, travestis, homosexuales, hombre y mujeres en general...
Deseamos que esas demandas sean levantadas en todos los lugares: familias, partidos, grupos, bares, calles, instituciones, medios, etc. No precisamos de la policía para saber cómo comportarnos. Nuestra cotidianidad es un problema nuestro. Aprovechemos el momentáneo “repliegue” del régimen para acabar también con el autoritarismo y la prepotencia del poder.
Un beso.

(“Por una política sexual” fue escrito durante la dictadura militar y distribuido por entonces de forma anónima y en fotocopia, se mantenía inédito.)

Perlongher vive

Por Claudio Zeiger
Este volumen que recopila obras de Néstor Perlongher se inscribe rápidamente en una continuidad de rescate y valorización que se viene produciendo desde hace aproximadamente diez años. Como lo señala en el prólogo el crítico Adrián Cangi (quien además se hizo cargo de la edición del libro junto a Reynaldo Jiménez), “Papeles insumisos continúa el trabajo de investigación iniciado por Christian Ferrer y Osvaldo Baigorria en Prosa plebeya, ensayos de Néstor Perlongher que abrió a los lectores una diversidad de materiales perseguidos con empeño en distintas tierras y publicados en medios siempre al borde de la desaparición, clandestinos y de cortas tiradas, en donde Perlongher gustaba descargar su pluma”. Podrían agregarse también Lúmpenes peregrinaciones (artículos sobre Perlongher compilados por Cangi y Paula Siganevich) y la tercera parte de Fiestas, baños y exilios (Flavio Rapisardi y Alejandro Modarelli) donde se esboza una minibiografía de Perlongher. Y por qué no agregar los Poemas completos publicados por Seix Barral, edición prologada y al cuidado de Roberto Echavarren que puso los seis libros de poemas al alcance de un público bastante extendido (mucho más que la media de la poesía). Como sea, y a pesar de haber muerto en 1992, retomando la consigna convertida en título de su cuento maldito “Evita vive”, Perlongher también “vive”.
La revalorización no es sólo homenaje o ritual de amigos. Por cierto, hay zonas muy controvertidas y discutidas de su obra y lejos está de agotarse la posibilidad de interpretarla. Adrián Cangi, por ejemplo, lo consideraperteneciente “al archipiélago de los pensadores libertarios porque mantiene en su obra una actitud de insumisión política, ética y estética”. También se puede pensar su poética como una puesta en acción del programa filosófico de Deleuze y Guattari, algo bastante obvio en su trabajo sobre la prostitución masculina (la presencia del deseo en lo social) pero no tan obvio en una poesía que privilegió el trabajo extremo con el lenguaje en su fijación obsesionante con el neobarroco, donde “lo social” reduce el espesor de su resonancia. Pero quizás la clave la haya dado el propio Perlongher cuando analizaba un poco esas tensiones que convivían en él desde el origen, entre el plebeyo que aspira al lujo que no pudo tener en la infancia y el príncipe que siente nostalgias del barro y sale a yirar por los bajos fondos. “Yo tenía un espíritu plebeyo, de barrio de extramuros, que me llevaba a sentir la poesía como algo muy bello. Mezclado con los bestial, enchastrado, embarrado, pero lleno de brillos y de lujos, feo jamás”, explica Perlongher en una entrevista incluida en este volumen. Y concluye con una de esas intuiciones geniales que podía disparar en el momento menos pensado (como cuando escribe en carta a Sarita Torres su hipótesis de que la guerra de Malvinas fue porque “los milicos no podían soportar que una parte del territorio del Estado no estuviera sembrado de cadáveres”): “Lo poético no puede ser feo”.
La poesía como lujo y derroche, y el deseo del fango social, son las dos corrientes más visibles en Perlongher, a la vez príncipe y plebeyo, que no necesariamente se identifican del todo con el “ensayista” (supuesto plebeyo) y el “poeta” (supuesto príncipe). De todas formas y sin necesidad de adscribir a esta hipótesis, Papeles insumisos ofrece una cantidad de materiales que dan cuenta abundantemente de lo principesco y lo plebeyo en Perlongher.
La correspondencia con su amiga Sarita Torres es de las zonas más emocionantes y ricas del volumen: ahí está el derrotero desde su exilio en San Pablo hasta los momentos finales de su vida, y cómo la intensidad de escritura no cedía ni un ápice en la forma epistolar. Las Malvinas, el peronismo, Evita, el Caribe trasplantino, Lezama, Haroldo de Campos, los “michés” y las “bichas”, Guattari, el nomadismo y la desterritorialización son algunos de los clásicos tópicos perlongherianos que orientarán al lector que venga de lecturas previas. Además, hay que agregar la hipótesis de la insumisión de Cangi: leer a Perlongher como a un revolucionario de los estilos y la vida cotidiana, un militante que abre la puerta en medio del debate y sin saber de qué va primero dice “yo me opongo”, un activista que descree de la poesía social, un homosexual que rechaza la “identidad gay”.
Perlongher huía de las fijaciones y Papeles insumisos en su diversidad de géneros y materiales heterodoxos, bien lejos está de sujetarlo. Más bien, lo ayuda a seguir andando.

Correspondencias

Sao Paulo 3.7.82

Rainha:

(...)“Estábamos con la delicia de la Felicia Guattari. Realmente su venida fue un gran éxito, y se formaron unas bandas de públicos nómades que peregrinaban en pos de su fala, con todas las eclécticas gamas de lo ‘alternativo’ –que van desde un academicismo ligero a los cultores de lo ‘psi’–. Me coloqué raudamente a la izquierda de esas bandas.
El problema pasa, en gran parte, por la cuestión del PT (Lula).
Los elogios de Guattari a Solidaridad, creo, no se detenían en la retórica revolucionaria que, por otro lado, usó a rabiar. Se sustentaban en una constatación: los movimientos moleculares (minoritarios) no podían seguir girando sobre sí mismos, so pena de resolverse en la inacción y la microgrupusculización (momento, pero sumido en un devir, de la fala guattariana. Ahí en ese medio Guattari colocaba toda la carga de su retórica antiedípica y ahora ‘rizomática’. Pensar en el rizoma: se opone a la representación arborescente (en forma de árbol) que obliga a significar las cosas como con una raíz, un tronco y unas ramas: no: el rizoma (el ejemplo botánico serían esos tronquitos acuáticos que venden en Brasil) se desarrolla horizontalmente y cualquier conexión puede producirse en cualquier parte, no hay eje, no hay origen: pero el rizoma también puede endurecerse y tornarse máquina de muerte. Yo estoy poetizando un poco la maquinilla de esa fala, pero con licencia poética dígase que esas articulaciones falantes perforaban una ‘transversalidad’: te atravesaba de parte a parte y te movía cosas (el encanto del devenir): y no dejó de hablar del ‘devenir femme’ todo el tiempo –aquí se dice devir mujer, devir bicha (gay).
Hubo momentos brillantes y otros más opacos. Entre los primeros, una multitudinaria reunión en la sede de una candidata a veredeara ‘autonomista’ del PT (Katy), con las minorías.Guattari decía que las minorías debían conectarse al PT, conservando su especificidad. El PT, sabrás, es una alianza estilo ‘conexión polaca’: curas progresistas, sindicalistas influenciados por la Iglesia, y otros autónomos sin ser libertarios, trotskystas, disidentes, libertarios de salón, etc. Para algunos, ese pasaje ocasionaba la obsolescencia de la pulsión molecular, la molarización del grupo: porque se burocratizaba, se partidizaba. Y además, estaba la Iglesia de por medio. Yo di el ejemplo de una bicha politizada que se dirige al ateo de suburbio y le dice: No, m’hijo, ahora la Iglesia es bárbara, vamos a casarnos de blanco...Un trotskysta dijo en ese debate que la consigna de autonomía solía encubrir los manejos paralizantes de la Iglesia. Guattari acusó de ‘pesimista’ y de ‘militante profesional’ a cada una de esas posiciones. Asoció el pesimismo a la autoculpabilización. A mí la idea de culpa me parece muy sentimental para funcionar en ese esquema, pero en fin, algo de razón tiene: al menos en lo que hace a la necesidad de alguna conexión con lo ‘macro’, ya que el aislamiento lleva a un narcicismo de grupo que se distancia de lo real y de lo que pasa. Se estaba dando el ejemplo del derruido Movimiento Homosexual paulista.
Fragmentos de ese movimiento lograron convocar, en la sede del grupo Lésbico Feminista (peleadísimo con el Sos Mulher de la Teca, quien empero concurrió), a una minirreunión de unas 30 personas con Guattari, donde él estuvo espléndida hablando de su deseo de ser mujer...nos encantó. La Felicia viene muy pesada: ella sí que se podría mandar un flor de entrismo y hacerle la cabeza a Lula, la chica esa es muy ambiciosa, quiere llevar el esperma de Lula en un frasquito a Francia para mostrar que se lo pasó, y se encontró con él a solas, en un hotel del centro...se dice de mí.”

(Fragmento de una carta a Sarita Torres fechada el 7/10/82.)

Sao Paulo, 31.8.92

Querida Sarita:

Enorme alegría me causó tu llamado, conmovente. Preciso un poco de mimo, porque en general me siento solo. Esta enfermedad provoca un aislamiento progresivo porque uno no consigue acompañar el ritmo de los otros y va quedando rezagado. En tu llamada sentí que nos habíamos del todo reencontrado, después de ese furioso brote que padecí, que –ahora lo sé– responde al nombre de manía, y es común entre víctimas de este inexorable mal.
La desesperanza (desesperación) desanima, estoy apático, sin ganas. Para peor pasé a tomar dos antidepresivos que me hunden en una amodorrada somnolencia. Recetados por un psiquiatra que entiende bastante del asunto. Me harté de la infinita charla psicológica.
Te reseñaré mis males.
Citomegalovirus: me hizo perder la visión de un ojo y resiste al medicamento, obligado a tres mañanas semanales de inyección endovenosa de variada estirpe.
Microbacterium: es terrible, parecida con la tuberculosis, exige tomar cinco antibióticos, tres en ayunas y dos por las venas.
Diarrea permanente, ya no saben qué darme. No puedo apartarme un milímetro de la pesada dieta: comí un pan integral y lo pagué con creces (feces). Es intempestiva e imperiosa. Un absoluto escarnio.
Sarcoma: lo innombrable, no lo tratan porque la quimioterapia, siendo inmunodepresora, temen que me bajen aun más las defensas.
Defensas: por el piso, mi t4 está ahora en 18 (lo normal es 1000).
Criptosporidium: un parásito intestinal tenaz, nada le hace mella. Importé un carísimo medicamento americano que poco me hizo. El médico experimenta...
Neuritis: dolor en el torso, en verdad en las terminaciones nerviosas; el antidepresivo los sosiega.¡Gracias al alto cielo, no tengo fiebre! A veces sudores nocturnos que obligan a cambiar las sábanas (para lo cual precisaría un acompañante nocturno).
Ulcera: en la boca del estómago. Está pasando, pero cualquier cosa más fuerte (un bife de lomo) la reactiva. Me dopo con litros de buscapina (aquí llamada Buscopan; cántase: “Buscopan, no me dan, buscoqueso y me dan hueso y me rompen el pescuezo” en las farmacias).
Aquí tengo una empleada que cocina. También contraté a un asistente para ir al Bco, al correo, a buscar cosas en disparatados lugares. Estoy tratando ansiosamente de mudarme a un departamento más grande donde se pueda alojar a un acompañante sin atropellos. Pero sin suerte, los departamentos se me escapan de las manos como una agüilla triste y vaporosa. Ya van tres que pierdo, por despótica volubilidad de los propietarios.
Hoy el médico me autorizó a viajar. Espero hacerlo en octubre. Tendré que llevar vagones de medicamentos. Lo que más me preocupan son las aplicaciones endovenosas, disolviendo drogas en el suero, que deben hacerse en un hospital. Me gustaría, ya que estás en el tema, que me averiguases:
dónde se puede hacer ese tratamiento aunque sea pagando.
si se consigue el medicamento Cipro. Endovenoso.
Son frascos voluminosos que exigirían una carretilla. Preguntale a las chicas del Coinsida. Gracias.
Pensar en que voy a quedarme con vos, me hace feliz. Te lo agradezco de alma.
Osvaldo B me llamó.
Te llamaré cuando tenga más clara la fecha del viaje que ahora se me figura posible, concreto. Llamame que estoy con saudade extrema.
Un beso dunesco
Néstor Rosa

(Carta inédita a Sarita Torres fechada el 31/8/92.)

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