PEDIDO DE REEDICIóN
Mr. Arkadin, el viejo escorpión
Por Juan Sasturain
El desbordado crítico Caín le dijo alguna vez a su posterego Cabrera Infante, ya emigrado, que de no haber existido El Ciudadano, Mr. Arkadin (1955) estaría entre las diez mejores películas que vio. Acaso exageraba el cinéfilo cubano. Algo coherente con ese “genio demasiado frecuente” que fue Orson Welles –la definición es del mismo G. C. I.– que no se privó de ningún exceso excepto de la felicidad o de algunos de sus sucedáneos habituales, como el éxito (en vida) y el consecuente dinero. Tras ser precoz y ganador todoterreno, pateó Hollywood y se fue a Europa y deambuló cada vez más gordo y famoso, trabajando sobre todo de sí mismo, filmando mucho y dirigiendo poco y nada, peleándose con todos –sobre todo con productores y consigo mismo–. Pero algo quedó, además del invencible Citizen: ahí están, de muestra, obras maestras absolutas como La dama de Shanghai y Sed de mal. Y hay quienes disfrutan muchísimo El proceso y también Macbeth. ¿Qué más? La extrañísima Mr. Arkadin (también Confidential report o Raíces en el fango, de acuerdo con la edición, la distribución y el corte final: hubo incluso una versión en castellano, con algún actor cambiado y otro editor), un laberinto hecho película.
Uno lee entre líneas –el hermoso libro que hizo con y sobre él el malogrado Peter Bogdanovich es ejemplar al respecto– que Welles ha de haber sido habitualmente insoportable. Como lo es el ambiguo Mr Arkadin, un monstruo que nació cuando en 1951 resucitó Harry Lime, su malvado e inolvidable personaje de El tercer hombre, en un serial radiofónico de la BBC. Welles actuó en los 39 capítulos de Las aventuras de Harry Lime y escribió varios de ellos. En Greek meets Greek, grabado en París, Lime –”contrabandista y canalla y magnético”– encuentra un contrincante acorde, un magnate poderoso, con mucho más dinero e infinitamente menos escrúpulos, que se llama Mr Arkadin. En la radio lo representaba Frederic O’Brady. Pero Orson le puso la propia cara en el cine cuando lo adaptó.
La primera versión la terminó en 1953, en Roma, con el título de Masquerade. Ya convertida en Mr. Arkadin, la película se rodó en 1954 y se terminó al año siguiente. En el medio, la necesidad y la oportunidad convirtieron el guión en novela. El texto no sufrió menos manoseos que la película. El escritor y guionista inglés Wolf Mankowitz, un colaborador de Welles en la emergencia, consiguió el contrato para vender la novelización que, escrita por el periodista y crítico de cine Maurice Bessy como ghost writer, se publicó primero en un periódico parisino como serial y llegó al libro en febrero de 1955, en edición de Gallimard. Ese es el texto que, traducido del francés, se publicó en la Argentina en linda y cuidada edición de Peuser hace casi cincuenta años. Recién en el ‘73 las efímeras y feas Ediciones del Gallo Rojo difundieron una nueva versión, cuidada y rigurosa, de Juan Manuel Levinas. Es la última, y se extraña.
Hay en la novela dos citas ejemplares. La famosa fábula del escorpión y la rana que deben cruzar el río está ahí, como una declaración de principios. La otra supuesta cita ejemplar cuenta que cierto rey le dijo a un célebre poeta: “¿Qué puedo darte en premio?”. Y el astuto poeta respondió: “Todo, majestad. Menos vuestro secreto”. Soberana ironía, en la novela de (firmada por) Welles, el terrible secreto de Arkadin es que no lo tiene.