libros

Domingo, 7 de agosto de 2005

ANTONIO DAL MASETTO

Las tres mosqueteras

El nuevo libro de Dal Masetto se presenta en dos colecciones al mismo tiempo: para adultos y para jóvenes. Una fábula sobre el descubrimiento del mundo sin lecciones de vida edulcoradas.

POR OSVALDO AGUIRRE



Tres genias en la magnolia
Antonio Dal Masetto
Sudamericana
223 páginas

La experiencia de un aprendizaje y la iniciación en el mundo de los adultos son temas clásicos de la literatura juvenil. En sus variantes más conservadoras, y más difundidas, esas historias conducen a un descubrimiento feliz, en que los eventuales conflictos se diluyen o son menos importantes que la afirmación de un conocimiento o la reivindicación de ciertos valores. La singularidad de Tres genias en la magnolia se decide, en buena medida, en la forma en que Dal Masetto se ubica respecto de esas convenciones. El hecho de que aparezca a la vez en dos colecciones, para adultos y jóvenes, respectivamente, puede constituir ya un dato: la novela está adentro y al mismo tiempo afuera del género; en principio se inscribe en él, pero también se dirige a los lectores en general.

Las protagonistas son tres amigas de once años, unidas por un secreto: en la magnolia donde se reúnen han creado a un ser al que invocan en ocasiones especiales. La aparición de una mujer desconocida, que les regala tres perritos y enseguida desaparece con ellos, empieza a hilvanar la historia bajo la forma de una investigación. Las chicas tienen que moverse y en el camino se cruzan personajes y lugares con sello prototípico –un zapatero malvado, una casona que despierta curiosidad y temor– y a la vez personal, ya que los auxiliares de las nenas son unos abuelos que se destacan como narradores y aquella extraña deus ex machina tiene un aire familiar: su origen, lo poco que se sabe de su pasado, evoca la figura de Agata, el personaje de La tierra incomparable, novela con que Dal Masetto ganó el premio Planeta en 1994. La búsqueda se desvía enseguida: las interpretaciones que hacen los vecinos del alboroto provocado por las chicas dan lugar a una historia fantástica, con bestias y fantasmas incluidos, un relato elaborado a coro que duplica y se opone a la rutina tan claramente como el día contrasta aquí con la noche. Pero el asombro está puesto no tanto en las fabulaciones como en la capacidad de invención y la enorme credulidad que las chicas observan en la gente, es decir, en la revelación de la importancia que asumen los relatos en la vida cotidiana.

El rol y los usos de la ficción son temas tan importantes como la historia que se cuenta. Lo maravilloso de estas chicas es que en ellas la ficción constituye un mundo integrado al de la existencia corriente, e incluso un mundo más verdadero, porque proporciona explicaciones (en forma indirecta, a través de un relato) y permite situarse con mayor lucidez entre los demás. A la distancia, desde la magnolia, se aprecia mejor el lugar de cada cosa. La ficción es además un juego que asocia la palabra y la actuación, y por el cual los personajes tratan de entender e investigar lo que ocurre; es también la forma de decodificar los signos que vienen del exterior y que van tornándose cada vez más complejos y ambiguos. Los relatos contienen además un aspecto práctico, pueden ser de ayuda cuando uno está ante una dificultad, como hacen las chicas al adaptar un cuento que habían escuchado a uno de los abuelos. Y a la vez funcionan como un instrumento del engaño: la fábula que las protagonistas creen haber modelado con sus averiguaciones se transforma en una conspiración, un plan siniestro que los poderosos de turno alientan en su provecho. Las historias sobrenaturales, enseñan aquí los viejos, encubren a veces sucios negocios terrenales.

Las chicas intervienen para impedir esa maniobra, pero el desenlace vuelve a desconcertarlas y a plantear un interrogante más importante. Querían desenmascarar a los que presumían de respetables, pero la gente del barrio no comprende nada de lo que ha pasado. El precio de explicarse esa situación es el de perder la inocencia y asomarse al orden de los adultos. El juego y la magnolia ya no tendrán lugar; la única máscara que ha caído es la del mundo, que antes parecía fabuloso y ahora revela su peor aspecto, el de la violencia y la hipocresía. Así, donde en general las convenciones del género imponen anécdotas edulcoradas e idealizaciones, Dal Masetto afirma una visión cruda sobre las relaciones sociales y el poder, no a propósito de quienes lo encarnan sino de quienes lo conceden, de la masa anónima que rinde tributo a quien vive a sus expensas. Un descubrimiento con sabor amargo, que abre interrogantes e instala a la novela en ese lugar de suspenso que define a la literatura, más allá de las clasificaciones del mercado.

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