Domingo, 16 de abril de 2006 | Hoy
VIVIANA LYSYJ Y SU JUEGO FAVORITO: ALTO EROTISMO.
Por Juan Pablo Bertazza
Piercing
Viviana Lysyj
Alfaguara
211 páginas
A pesar de que suelen ser pensados como términos opuestos, la política y el amor tienen vastos puntos en común. Con lo cual, plantear una novela sobre el amor, siempre y cuando no sea una insípida novela de amor, constituye un buen camino para acceder a ciertas ideas que no pueden ser alcanzadas con el panfleto ni la idealización que algunos pretenden extraer de la pobreza. Es que en las relaciones amorosas también hay lucha de clases, plusvalía, relaciones de poder, mercancía, dialécticas de amo y esclavo, y hasta una clasificación que distingue a los arranca-corazones (como es el caso del tío aventurero de la familia de Piercing) de los que viven en la miseria afectiva (como la tía rubia y arquitecta que, a los 40 y pico, sufre en secreto su virginidad).
Al mismo tiempo, el piercing de la primera novela de Viviana Lysyj (profesora de literatura francesa que tenía varios cuentos publicados en revistas como V de Vian y El libertino, más un libro de relatos llamado Erotópolis, 1994) funciona como metáfora perfecta de lo que es el amor. Más precisamente, el piercing de lengua, que una nena de once años traza obsesivamente y a punta de lápiz, impresionada por la oferta que le hace un chico que quiere darle su primer beso con saliva, es –como l’amour– una encantadora mezcla de placer y dolor. También el particular arito provoca que, quienes lo usan, pierdan momentáneamente el habla, complicando especialmente la pronunciación de algunos fonemas como el de la sensual y sugestiva r, además de la inflamación de la noble lengua. Los besos con piercing generan una intimidad tan potente como lúdica que al mismo tiempo puede llegar a abrir una herida infectada.
Así las cosas (o mejor dicho: las hormonas), la aparición entre naïf y surrealista de una clínica de poupées (a la usanza de la canción infantil de Pinocho en el viejo hospital de los muñecos) a la que asiste la nena cuando, en realidad, desea preservarse ella misma de la crisis matrimonial de sus padres, tiene un aire bastante narcisista, lo cual complejiza aún más el ya erótico contenido de la novela. Es que Piercing, obra iniciática de Viviana Lysyj que debería exigir ser leída exclusivamente en la cama, es erótica en un sentido poco frecuente. Trabaja una muy variada gama de erotismo, desde el de dos adolescentes en celo, hasta el de una virgen de 40 años que espera, desespera y pone trabas para que su príncipe valiente (o lo que sea, no importa a esa altura) haga trizas su fortaleza, pasando por el descubrimiento de la sexualidad infantil y las relaciones extramatrimoniales de los que en el lecho marital solamente duermen.
Piercing, que pone en escena canciones de Catupecu Machu y Marilyn Manson, películas de Bergman y, como no podía ser de otra forma, los hermosos fragmentos de un discurso amoroso de Barthes, está estructurada en una serie de capítulos cortos, cuya fluidez, ritmo y recursos casi cinematográficos posibilitan la voracidad lectora y parecen estar refiriéndose continuamente a la tríada sexus, plexus, nexus. Con abundancia de discurso indirecto libre y un heterogéneo mapa de personajes, el libro parece tener cabos sueltos, demasiadas historias que no cierran. Sin embargo, el sorpresivo final nos demuestra que no es así. Que incluso la terrible molestia de que los personajes no tengan nombre, y sólo sean descriptos con algún cliché físico o psicológico, está totalmente justificada ya que se amolda como arcilla, como dos órganos genitales que imitan y sueñan con el atávico hermafrodita que fueron, a esa conclusión que une individualismo y sociedad, ars amandi y literatura, amor y política.
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