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Domingo, 9 de julio de 2006

CHANG-RAE LEE: DESDE LAS ALTURAS

Una vida en las nubes

Tras sus celebradas novelas sobre la experiencia de la inmigración, el coreano-americano Chang-Rae Lee se hunde en un tema clásico de la tradición norteamericana: el antihéroe y su crisis de la mediana edad.

 Por Rodrigo Fresán

Desde las alturas
Chang-Rae Lee
Anagrama
396 páginas

El título de la tercera novela de Chang-Rae Lee (Corea 1965, pero habitante de Estados Unidos desde sus tres años) se refiere exactamente a eso: a un tal Jerry Battle, arquetípico hombre de los suburbios quien sólo es auténtica y totalmente feliz cuando pilotea su pequeño avión y contempla su Long Island desde las alturas.

Porque, como anuncia desde la primera línea del libro allí, en lo alto, todo es perfecto para Battle y es sólo allí cuando Jerry está en paz. Al nivel del suelo, abajo, la sensación y la realidad de Battle es otra y es muy diferente, claro. Porque Battle –americanización del italiano Battaglia, se nos informa; aunque nada es casual y pocas veces alguien se mereció más un apellido tan belicoso– es uno de los “héroes” más desagradables y egoístas que nos ha dado la literatura norteamericana de los últimos tiempos. Alguien que está más cerca –muy cerca– de los deliciosos miserables de Bruce Jay Friedman y Joseph Heller que de los sufridos y estoicos orientales de En lengua materna (1995) y Una vida de gestos (1999), las dos primeras y excelentes novelas de Lee, ambas publicadas en castellano por Anagrama, donde primaban los destellos de Paul Auster y de Saul Bellow y de Kazuo Ishiguro. Si en esos dos primeros libros Lee había explorado con elegancia zen la experiencia inmigrante, en Desde las alturas (2004) vuelve a hacerlo; pero esta vez desde la mirada del yanqui puro y duro y más bien imposibilitado de toda meditación espiritual. Porque –también hay que decirlo– Jerry Battle no la tiene fácil. Su esposa muerta era coreana y –todo parece indicarlo– una suicida maníaco-depresiva. Su ex novia histórica es puertorriqueña y lo ha dejado para casarse con un amigo rico. Y su hija tiene cáncer y está embarazada y –horror de horrores– se ha casado con un novelista coreano-americano. Y ya que estamos: su padre está en un asilo. Y Battle está a punto de perder el negocio familiar. Y todos estos cruces de “visitantes” y “locales” en la tierra removida de una América no tan The Beautiful donde no resulta tan sencillo coexistir (como también ocurre en la reciente Digging to America de Anne Tyler) marcan el territorio de esta novela de Lee y, claro, las ganas impostergables de Battle de subirse a su avioncito para ascender lejos de todo eso o, al menos, mirarlo desde muy arriba. Y la sensación y la sorpresa es que Lee parece haber sacado de su galera un inesperado conejo que recuerda un tanto al Conejo de Updike, pero acelerado a la milésima potencia con el Garp de Irving en la cabina del piloto. No hay página de En las alturas donde no ocurra algo por lo menos catastrófico: un intento de apuñalar a alguien, o la muerte de un león, o un ataque cardíaco durante un crucero. Eso sí, todo esto y mucho más narrado y descripto siempre con la cristalina prosa de un joven maestro que –su sutileza es tal– nos deja pensando si todo es una colosal burla o, sencillamente, algo que se escapó de las manos como suele sucederle a Tim O’Brien cada vez que quiere dejar atrás su odiado pero magistral Vietnam. Un truco que ha desconcertado a la crítica y a los lectores de Lee, incluyendo al aquí firmante. ¿Movimiento en la dirección equivocada o tour-de-force o sabático o punto y aparte? Alcance con decir que aquí va otra de esas novelas sobre la crisis de la mediana edad que tanto gustan a los norteamericanos y a muchos de nosotros. Pensar en Herzog, en Empire Falls, en El periodista deportivo o en Las vidas de Dubin. Sólo que, esta vez, quien firma es un oriental casi Made In Usa –casi es aquí la palabra operativa– que nos saluda desde las traviesas y vertiginosas alturas de su talento con sonrisa de Buda Marca ACME.

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