Domingo, 18 de agosto de 2002 | Hoy
Por NAOMI KLEIN
El martes 12 de marzo, en Buenos Aires, a unas pocas cuadras de distancia del
lugar en el que el presidente Eduardo Duhalde estaba negociando con el Fondo
Monetario Internacional, un grupo de vecinos realizaba una negociación
completamente distinta: intentaba salvar su hogar. Para protegerse de una orden
de desalojo, los vecinos de Ayacucho 335, entre los que se cuentan 19 niños,
se atrincheraron dentro su casa y se negaron a salir. Sobre la fachada de hormigón
del edificio, una pintada decía: FMI, váyanse a la mierda.
¿Pero qué tiene que ver el FMI, que llegó a la ciudad para
establecer las condiciones de entrega de un préstamo de 9 mil millones
de dólares que prometió, con el destino de estas personas? La
verdad es que en este país, en el que hoy la mitad de la población
vive debajo de la línea de pobreza, es difícil encontrar un solo
sector de la sociedad cuyo destino no se encuentre de alguna forma en las manos
de la entidad crediticia internacional. Bibliotecarios, docentes y otros empleados
del sector público, a los que se viene pagando con bonos provinciales
emitidos a toda prisa (una suerte de pagarés gubernamentales), no recibirán
sus haberes si las provincias aceptan las exigencias del FMI y suspenden la
emisión de los bonos. Y si se realizan mayores recortes al gasto público,
como también insiste el FMI, los trabajadores desempleados, que representan
entre un 20 y un 30 por ciento de la población, estarán más
desprotegidos aún ante la falta de vivienda y el hambre que ha llevado
a decenas de miles a irrumpir en los supermercados para exigir alimentos.
Y si no se encuentra una solución al oficialmente declarado “estado
de emergencia sanitaria”, seguramente la vida de una mujer mayor que conocí
hace poco en las afueras de Buenos Aires se verá afectada. En un arranque
de vergüenza y desesperación se levantó la blusa y le mostró
a un grupo de extranjeros la herida abierta y los tubos colgantes de una operación
de estómago que su médico no pudo coser ni vendar debido a la
falta de insumos médicos.
Tal vez parezca grosero hablar de estos temas en el contexto de la visita del
FMI. Se supone que los economistas analizan la fijación del dólar
al peso, la “pesificación” y los peligros de la “estanflación”;
no el destino de las familias que están perdiendo sus hogares y de las
mujeres operadas con heridas abiertas.
Pero si uno lee los consejos insensatos que la comunidad empresaria internacional
está dando al FMI y al gobierno de la Argentina, tal vez no resulte tan
descabellado analizar la cuestión desde una perspectiva más personal.
Durante semanas, la Argentina fue tratada como un niño que no podrá
probar el postre hasta que no termine con la comida. A pesar de haberse comprometido
a reducir en un 60 por ciento el déficit de las provincias, parece que
no ha hecho lo suficiente como para “merecer” un préstamo.
“Las novedades son totalmente superficiales”, dice con desdén
un economista de Credit Suisse First Boston. El presidente Duhalde advierte
que la población de la Argentina está desesperada y no puede tolerar
mayores recortes; pero algunos, como el Correo Argentino, llaman a esto falta
de decisión.
La opinión internacional más extendida es que para el FMI la crisis
de la Argentina no debería ser un obstáculo sino una oportunidad:
el razonamiento es que el país está tan desesperado por conseguir
dinero que hará cualquier cosa que el FMI le pida. “Durante las
crisis es cuando el Congreso está más dispuesto a escuchar...”,
explica Winston Fritsch, presidente de la unidad brasileña del Dresdner
Bank AG. Ricardo Cabellero y Rudiger Dornbusch, un par de economistas del MIT
que escriben en el Financial Times, van más allá. “Es hora
de tomar decisiones radicales”, dicen. La Argentina “debe renunciar
a su soberanía en el área económica... a gran parte de
su soberanía monetaria, fiscal, de regulación y manejo de recursos
por un período prolongado, digamos de cinco años”. El gasto,
la emisión de billetes y el sistema impositivo del país, afirman,
deberían ser controlados por “agentes extranjeros” entre los
que se incluiría “un consejo formado por directores de bancos centrales
extranjeros con experiencia”.
En una nación todavía marcada por la desaparición de 30
mil personas durante la dictadura militar de 1976-1983, sólo un “agente
extranjero” tendría el coraje de decir, como afirma el equipo del
MIT, que “se debe gobernar el país con mano dura”. O que, con
los argentinos fuera de juego, se puede salvar al país mediante la aplicación
de un mercado libre entrometido, la introducción de profundos recortes
del gasto público y, por supuesto, “una gran campaña de privatizaciones”.
Resulta obvio para cualquiera que haya prestado atención a la convulsión
social argentina que una dictadura económica de este tipo sólo
podría ser impuesta mediante la represión de Estado y un derramamiento
de sangre espantosos. Pero hay otro problema: la Argentina ya lo ha hecho todo.
Como estudiante modelo del FMI durante la década del noventa, el país
abrió su economía por completo (ésta es la razón
por la cual ha resultado tan fácil la fuga de capitales desde que comenzó
la crisis). En realidad, un tercio del gasto público supuestamente desenfrenado
de la Argentina va directamente a pagar los intereses de la deuda externa. Otro
tercio va a fondos de pensión, que ya han sido privatizados. Sólo
el tercio restante cubre la salud, la educación y la asistencia social.
Lejos de subir descontroladamente, estos gastos han caído muy por debajo
del crecimiento de la población, motivo por el cual están llegando
de España cargamentos con donaciones de comida y medicamentos.
En cuanto a la “privatización masiva”, la Argentina ha vendido
diligentemente tantos de sus servicios, desde trenes hasta teléfonos,
que los únicos bienes que Cabellero y Dornsbuch pueden pensar en privatizar
son los puertos y las aduanas del país. No debería extrañarnos
que los economistas y los banqueros tengan tanta prisa por acusar a las víctimas
de esta crisis, o por afirmar que los argentinos gastaron más de la cuenta,
fueron rapaces o corruptos. Por supuesto, es cierto que el sistema político
está contaminado por la corrupción y la impunidad. Pero en los
últimos en los que habría que confiar para realizar la limpieza
necesaria en la Argentina es en los mismos financistas que llenaron alegremente
los bolsillos de políticos y generales de la Armada a cambio de contratos
locales.
Siguiendo el modelo de los piqueteros, decenas de miles de vecinos se están
organizando en asambleas vecinales, conectados unos a otros al nivel de la ciudad
y de la Nación. En plazas, parques y en esquinas, los vecinos debaten
acerca de cómo hacer de sus democracias sistemas más responsables
y cómo reemplazar al gobierno allí donde falló. Están
discutiendo la creación de un “congreso de los ciudadanos”
para demandar transparencia y responsabilidad a los políticos.
El Presidente, que fue designado cuando sus predecesores elegidos renunciaron
a sus cargos, está tan asustado de esta fuerza política en crecimiento
que ha empezado a llamar “antidemocráticas” a estas asambleas.
Pero no faltan motivos para estar atentos. Las asambleas también están
discutiendo métodos para reactivar las industrias locales y reestatizar
bienes y servicios. Y pueden ir más allá. La Argentina, que fue
un alumno obediente durante décadas, reprobado de manera terminante por
sus profesores del FMI, no debería estar mendigando préstamos
sino exigiendoreparaciones. El FMI tuvo su oportunidad de conducir a la Argentina.
Ahora llegó el turno de la gente.
“IMF Go to Hell”, publicado originalmente en Toronto Globe and Mail,
19 de marzo de 2002. Trad. Leónidas Leipzig y Tatiana de la O.
22/3/2002.
Así comenzó la caída del imperio
Por TONI NEGRI
Durante los preparativos de Génova, el Corriere della Sera y otros diarios
retomaron el “rap” infame e ingenuo de Pasolini sobre Valle Giulia:
“Policías hijos del pueblo, estudiantes hijos de papá”.
Pero la situación se ha invertido, incluso si nuestros periodistas más
favorecidos, enteramente al unísono con el poder, no se han dado cuenta
de ello. Génova ha sido la expresión de la precariedad. Los jóvenes
manifestantes de Seattle, Goteborg, Quebec-City y Génova son todos “hijos
del pueblo”, y no tienen ni tendrán salario durable, en tanto que
los policías de Génova se benefician de la perennidad del salario
y reciben importantes primas por situaciones escabrosas, con retiros a los 45
años y la seguridad de otro empleo desde el momento mismo en que sus
cabellos comienzan a blanquear. Es extraño que los celadores del régimen
no comprendan estas pequeñas novedades: Génova ha sido la expresión
de los “obreros sociales”, móviles, flexibles, pobres, inteligentes,
aleatorios, radicales...
Esta es una nueva composición del proletariado, o como hoy día
se dice, de la multitud, de una multitud de pelo corto y PC como arma (la PC
como capacidad autónoma de trabajo, como herramienta integrada al cerebro,
sin necesidad de un patrón que se lo preste a cambio de trabajo).
Estas personas no entienden por qué es necesario un patrón; y,
sobre todo, no comprenden por qué el capitalismo, el mercado capitalista,
la globalización capitalista de los cambios deberían ser considerados
como “naturales”, necesarios y esenciales; no comprenden por qué
los jóvenes negros pobres son puestos a trabajar como esclavos y los
proletarios occidentales se ven privados de empleo. No comprenden por qué
el G-8 administra un mundo en el que la pobreza se ha convertido en la condición
humana, en donde la ostentación de la riqueza y el poder que la garantiza
representan la única moral.
La recomposición de las luchas se hace, así, bajo el signo de
la multitud, y cuando se habla (tal y como Génova nos obliga a hacer)
de un nuevo “ciclo de luchas”, éste se encuentra bajo la hegemonía
de la multitud. El movimiento actúa ya sobre un terreno global, sus tiempos
y sus luchas están definidos en la globalización. Este movimiento
es nómada, su estrategia es la del éxodo de las prisiones nacionales,
es una gran serpentina que agrega, que hibrida y transforma los espacios y los
tiempos de la Tierra. Reconoce el Sur en el Norte, y el tiempo de la revolución
en el interior de las metamorfosis del modo de producción. Este movimiento
es hegemónico: se encuentra, sin contradicciones, en el centro de Europa
y en los bosques de Chiapas; en los Estados Unidos, en los desiertos y en las
megalópolis africanas; en las revueltas de los estudiantes indonesios
y en la creciente resistencia e indignación de los intelectuales rusos...
Trad. del texto publicado originalmente en el número 6 de Multitudes
01/07/2002.
Esquirlas enloquecidas de viejos disparos
Por MICHAEL HARDT
La diferencia política más importante que atraviesa el Foro Social
Mundial tiene que ver con el papel de la soberanía nacional. Hay dos
posturas básicas de respuesta a las actuales fuerzas dominantes dela
globalización: se puede trabajar para fortalecer la soberanía
de los Estados-nación como barrera defensiva contra el control del capital
extranjero y global o se puede luchar por una alternativa no nacional a la forma
actual de globalización que sea igualmente global. La primera plantea
al liberalismo como categoría analítica básica y considera
que el enemigo es la actividad capitalista global irrestricta con débiles
controles del Estado. La segunda está más claramente plantada
contra el capital en sí, ya sea regulado por el Estado o no. La primera
podría denominarse postura antiglobalización, en la medida en
que las soberanías nacionales, aun cuando estén vinculadas por
la solidaridad internacional, sirven para limitar y regular las fuerzas de la
globalización capitalista. Por ello, para esta posición, la liberación
nacional sigue siendo el objetivo último, como lo fue para las antiguas
luchas anticoloniales y antiimperialistas. La segunda, en contraposición,
se opone a cualquier solución nacional y, en cambio, pretende una globalización
democrática.
La primera posición, la de la soberanía nacional, ocupa los espacios
más visibles y predominantes en el Foro de Porto Alegre. Esta postura
está representada en las grandes sesiones plenarias, es repetida por
los voceros oficiales del Foro y aparece en las informaciones de prensa. Uno
de los principales propulsores de esta posición es la conducción
del PT brasileño, que de hecho es el anfitrión del Foro, ya que
tiene a su cargo el gobierno de la ciudad y de la región. Es obvio e
inevitable que el PT ocupe un lugar central en el Foro y aproveche el prestigio
internacional del evento como parte de su estrategia de campaña para
las próximas elecciones. La postura no soberana de globalización
alternativa, por su parte, es minoritaria en el Foro, no en términos
cuantitativos sino de representación. En realidad, la mayoría
de los participantes del Foro quizá haya ocupado esta posición
minoritaria. En primer lugar, los diversos movimientos que han realizado protestas
desde Seattle hasta Génova en general se orientan hacia soluciones no
nacionales. De hecho, la misma estructura centralizada de la soberanía
del Estado se opone a la forma de red horizontal que han desarrollado los movimientos.
En segundo término, los movimientos argentinos que han surgido en torno
a la presente crisis financiera, organizados en asambleas barriales y de delegados
de ciudades, también se muestran hostiles a las propuestas de soberanía
nacional. Sus slogans reclaman deshacerse no de un político en particular
sino de todos ellos –”que se vayan todos”–, de la clase
política en su totalidad. Por último, en la base de los diversos
partidos y organizaciones presentes en el Foro, el sentimiento es mucho más
hostil a las propuestas de soberanía nacional que en los estamentos superiores.
La división entre la postura de la soberanía y la antiglobalización,
y la de la no soberanía y la globalización alternativa, por lo
tanto, no puede entenderse cabalmente en términos geográficos.
No marca la división entre Norte y Sur o entre primer y tercer mundo.
El conflicto corresponde más bien a dos formas diferentes de organización
política. Los partidos tradicionales y las organizaciones centralizadas
en general ocupan el polo de la soberanía nacional, mientras que los
nuevos movimientos organizados en redes horizontales suelen agruparse en el
polo de la no soberanía. Es más, dentro de las organizaciones
tradicionales y centralizadas, el vértice tiende a la soberanía
y la base a alejarse de ella. No es de sorprender, quizá, que aquellos
que ocupan posiciones de poder estén más interesados en la soberanía
y los excluidos lo estén menos. De cualquier modo, esto puede contribuir
a explicar por qué la postura de la soberanía nacional y la antiglobalización
podría predominar en las representaciones del Foro aun cuando la mayoría
de los participantes tienda hacia la perspectiva de una globalización
alternativa no nacional. Como ejemplo concreto de esta diferencia política
e ideológica se pueden imaginar las reacciones que proceden lógicamente
de cada una de estas posiciones frentea la actual crisis económica de
la Argentina. De hecho, la crisis argentina se cierne sobre todo el Foro como
una premonición amenazadora que anticipa una cadena de desastres económicos
que podrían caer sobre otros países.
La primera posición señalaría el hecho de que la crisis
argentina fue provocada por las fuerzas del capital global y las políticas
del FMI juntamente con las demás instituciones supranacionales que socavan
la soberanía nacional. La reacción de oposición lógica
sería entonces fortalecer la soberanía nacional de la Argentina
(y otras naciones-Estado) contra estas fuerzas externas desestabilizadoras.
La segunda posición identificaría las mismas causas de la crisis,
pero insistiría en que una solución nacional no es ni posible
ni deseable. La alternativa al imperio del capital global y sus instituciones
sólo se encontrará en un nivel igualmente global, a través
de un movimiento democrático global. Los experimentos prácticos
con la democracia que hoy tienen lugar a nivel barrial y urbano en la Argentina,
por ejemplo, plantean una necesaria continuidad entre la democratización
de la Argentina y la democratización del sistema global. Naturalmente,
ninguna de estas perspectivas ofrece una receta adecuada para lograr una solución
inmediata de la crisis que eluda las recetas del FMI (y no estoy convencido
de que tal solución inmediata exista).
Trad. Elisa Carnelli
31.7.2002.
El imperio y los márgenes
Por RAUL ANTELO
Existe una guerra en curso entre el Imperio y los márgenes. Sin embargo,
a diferencia de las luchas convencionales, coloniales o neocoloniales, uno y
otros están indisolublemente ligados. Los Estados Unidos son hoy la sede
del trabajo limpio, la administración y los servicios, con un proletariado
meramente residual. Los márgenes, entretanto, acogen el trabajo sucio,
indocumentado, no sindicalizado, infantil, y al mismo tiempo son los mejores
consumidores de los productos que se manufacturan en condiciones casi ideales,
con protestas sociales condicionadas por el temor del desempleo o el chantaje
de la fuga de capitales.
El Imperio y los márgenes ya no son más antagonistas según
la manera moderna de regular las relaciones entre capital y trabajo. Ahora son
coadyuvantes. Las decisiones que afectan a los márgenes se toman en el
centro, en la medida en que los subalternos del Imperio fueron, de hecho, relegados
a los márgenes del sistema. Son extraterritoriales al propio espacio
que los determina.
Slavoj Zizek ha llamado la atención sobre el modo posmoderno de rechazar
la relevancia del conflicto de clases, que en rigor no consiste en destacar
el carácter residual del proletariado de los países industrializados,
sino en enfatizar que el conflicto de clases no debería ser “esencializado”
como punto de referencia hermenéutico final, a cuya expresión
todos los demás conflictos se reducirían. De ahí el florecimiento
y la expansión de nuevas y múltiples subjetividades políticas
(de clase, de género, étnicas, ecológicas), cuya mutua
y recíproca alianza es producto de la lucha contingente en el plano de
la hegemonía. Del mismo modo, críticos como Alain Badiou o Fredric
Jameson interpretan que la proliferación de diversidad descansa en una
idea de una Unidad subyacente, obtenida a través de una radical obliteración
de la Diferencia.
Para Zizek, por su parte, ese universo de Igualdad, de Sameness, es la principal
manera en que se manifiesta la Diferencia política en el interior de
sistemas bipartidistas que tienden al inmovilismo. Se trata de un simulacro
de opción en el que, en rigor, la propia opción es nula. En otras
palabras, la situación es de un deliberado cinismo, un cinismo posmoderno,
en que por detrás de la forma universal o legal, existe siempre algún
interés particular llevado en contra como compromiso regulador entre
una cantidad de intereses particulares específicos (étnicos, sexuales,
ecológicos, económicos), tomados siempre como menores o anómalos.
El argumento de la crítica ideológica del marxismo clásico
es así perversamente incluido e instrumentalizado, haciendo como que
la ideología mantiene su validez, sin embargo, a través de esta
falsa autotransparencia.
En ese sentido, en el universo post-político actual no se elude más
la “realidad”, encubierta por fantasmas ideológicos, sino su
propia manifestación performativa, lo Real. En consecuencia, el principal
problema político de la actualidad consiste en romper con el consenso
cínico.
En América latina, con el agotamiento de las transiciones postdictadura,
se eliminó también la fetichización meramente formal de
la democracia, quedando cada vez más claro que en la democracia liberal
tradicional no hay ya condiciones para articular cualquier tipo de demanda radical
o popular. La democracia liberal tiende, así, cada vez más, a
adoptar decisiones racionales en los límites de lo que, de antemano,
se consideraposible. En ese escenario posibilista del campo social es que el
margen nos presenta una frontera de lo imposible, aquello que no cesa de manifestarse
por completo, y que vale la pena considerar y analizar pormenorizadamente.
“El estado de las cosas”,
publicado originalmente en Márgenes, 1 (Belo Horizonte, Bahía,
Mar del Plata, Buenos Aires: julio de 2002).
Trad. Daniel Link.
10/8/2002.
El reino del revés
Por ADOLFO PÉREZ
ESQUIVEL
La Argentina está sumergida en la incertidumbre y la desintegración
social. Los sucesivos gobiernos que claudicaron, o fueron cómplices de
las políticas implementadas por el FMI y el gobierno de los EE.UU., han
condicionado y conspirado contra la vida y desarrollo del pueblo.
Los indicadores son dramáticos: 18 millones de argentinos, hombres y
mujeres, viven en situación de pobreza; 7 millones de personas bajo el
nivel de pobreza, es decir en la miseria, miles de niños son víctimas
de la violencia social, se mueren cerca de cien niños por día
de hambre y de enfermedades evitables; jóvenes y ancianos sin presente,
ni futuro y sin esperanza de vida. Aumenta la desocupación y el cierre
de fuentes de trabajo. El país se encuentra paralizado por la falta de
políticas de reactivación económica y el deterioro ético
de las instituciones del Estado; a este grave panorama se suma la complicidad
de la Corte Suprema de Justicia, con sus resoluciones arbitrarias y violatorias
de la Constitución Nacional, que ponen en riesgo la integridad del país.
Como bien lo señalara Oscar Wilde, el cinismo llega a tal grado “que
a todo le ponen precio y valor a nada”. Precio y valor no son lo mismo;
existen valores éticos y responsabilidad con el pueblo, pero eso no cuenta
para la especulación financiera y los bancos que continúan el
saqueo sin piedad de los recursos del país con total impunidad, y ven
al pueblo como masa o mercado y al ser humano como no-persona.
En este escenario dramático se suma la militarización creciente
en el continente latinoamericano y nacional. Del terrorismo de Estado se pasó
al terrorismo del mercado. Las hipótesis de conflictos que impone la
ideología imperante determinan que, en un escenario de guerra, el “enemigo”
es el propio pueblo. El riesgo es involucrar a los países de América
latina en conflictos regionales entre pueblos hermanos, como son el Plan Colombia
y el de Puebla-Panamá. Las maniobras militares realizadas en la Argentina
durante los años 2000 y 2001, denominadas “Cabañas”,
se realizaron bajo el mando unificado de los EE.UU. El gobierno de los EE.UU.
necesita asegurar su hegemonía continental e imponer el ALCA, lo querepresenta
graves consecuencias para el presente y futuro del país y de todo el
continente latinoamericano. Esta situación llevará a agudizar
los conflictos sociales y las movilizaciones que ya están siendo controladas
con la represión.
Es necesario señalan con claridad que lo que ocurre en la Argentina es
parte de un plan global para toda América latina, provocando el efecto
“dominó” en otros países que se verán arrastrados
por la misma pendiente de desintegración del Estado. Los casos más
cercanos son Uruguay y Brasil. El poder establecido, las transnacionales y el
gobierno de los EE.UU. ven con preocupación en esos países los
posibles cambios en un futuro inmediato. Uno sería el triunfo electoral
de Lula en Brasil y el otro el posible triunfo del Frente Amplio en Uruguay.
Buscan dejarles el campo minado para que esos países se vuelvan ingobernables.
Es necesario analizar lo ocurrido en Ecuador, un país que ha sufrido
la dolarización bajo una fuerte inflación en dólares, aumentando
la pobreza y las dificultades en sus exportaciones, sumándose a esas
dificultades el saqueo de los ahorristas por los bancos. Esa misma política
se aplicó a la Argentina con el “corralito”.
La convocatoria a elecciones para el mes de marzo del 2003, efectuada por el
gobierno que preside Duhalde, es motivada por su incapacidad para gobernar y
por las fuertes presiones a que es sometido, como los graves hechos que costaron
la vida a dos jóvenes piqueteros, más de veinte heridos y unos
150 piqueteros detenidos. La represión es el único camino utilizado
por el gobierno para contener la creciente demanda social.
Cualquier gobierno que asuma seguirá el mismo camino, si no hay una profunda
reforma constitucional. Si los partidos políticos aceptan las condiciones
impuestas por el gobierno, no hacen otra cosa que ser útiles al sistema
dominante para que nada cambie y puedan continuar saqueando el país y
entregándolo en manos de fuertes intereses transnacionales y a la voracidad
del gobierno de los EE.UU.
Enfrentar estos graves desafíos requieren del esfuerzo y la decisión
del conjunto del pueblo a fin de revertir la crisis actual y potenciar su capacidad
creativa. La resistencia ha llevado a generar nuevos actores sociales, generando
instancias de participación social a fin de paliar sus necesidades básicas,
constituyendo asambleas barriales, clubes de trueque, organismos de derechos
humanos, los medianos y pequeños productores rurales e industriales y
redes sociales, algunos sectores sindicales y de piqueteros. Esfuerzos importantes
y necesarios, pero no suficientes. Es necesario que los distintos sectores sociales
puedan convocarse por regiones y en cada provincia, como a nivel nacional, para
plantear los cambios necesarios que requieren.
El Foro Social Mundial es una instancia válida y ha generado espacios
de reflexión y participación de los movimientos sociales en el
mundo, que permite construir el “pensamiento propio”, frente a la
imposición del “pensamiento único”.
La respuesta del pueblo se da en la resistencia social y la creatividad, los
hechos lo están demostrando. Unidos se puede cambiar el rumbo de los
acontecimientos. Toda esa fuerza social es necesaria dirigirla a la construcción
de nuevos espacios en el hacer político.
El país ha llegado al fin de una etapa plagada de tensiones y llevado
a caminos de dominación y dependencia, como a la pérdida de valores
que llevan a la desintegración nacional.
El desafío es refundar la República y construir caminos junto
a la participación del pueblo, en la construcción de nuevos espacios
de democracia participativa y nuevos conceptos de desarrollo. La Argentina es
un país con un gran potencial en recursos naturales y humanos, pero necesita
de propuestas políticas alternativas viables. 5
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