Domingo, 1 de septiembre de 2002 | Hoy
Por Rodrigo Fresán
EL NUEVO ORDEN
La muerte ordena y, sí, pone las cosas en su justo sitio. La muerte en
un escritor tan funerario como Sebald aporta un factor extra: una nueva
visión de sus libros a partir del final en el que la obra en tránsito
se convierte en súbita obra completa y lo sebaldiano (el movimiento constante
del cuerpo y de la cultura) cambia de signo, de polaridad. Lo nómade
vira a sedentario y el lector en castellano que se vio obligado a leer
a Sebald a partir del recorrido trazado por las ediciones inglesas tendrá
en breve la oportunidad de leer in toto la obra de Sebald. Y en orden. A saber:
el iniciático poema en prosa de 1988 After Nature (recién aparecido
en inglés), Vértigo (1990), Los emigrantes (1992), Los anillos
de Saturno (1995) y Austerlitz (2001, que Anagrama distribuirá en España
a finales del mes próximo y en un vago futuro en Argentina). Durante
el 2002 se editarán también Air, War and Literature (polémico
ciclo de conferencias sobre el bombardeo de ciudades europeas por los aliados
y la responsabilidad e irresponsabilidad en el asunto de los alemanes, cosa
que no les cayó nada bien a sus compatriotas) y For Years Now, poemas
ilustrados por la artista Tess Jaray. Agregar dos ensayos sobre literatura austríaca
Descripción de la miseria (1985) y La patria siniestra (1991),
un conjunto de reflexiones sobre Keller, Hebel y Walser Hospedaje en una
casa rural (1998) y eso, parece, es todo lo que habrá hasta que
alguien se anime a la inevitable recopilación de papeles académicos,
apuntes para clases, etc.
Y después, claro, pasado el entusiasmo y descubierto un nuevo astro,
habrá que ver si Sebald sigue siendo un nuevo sol entre los soles a los
que habitualmente se lo compara (Borges, Proust, Calvino, James, Nabokov, Conrad,
Kafka y Bernhard, a quien consideraba uno de sus modelos) o si, superado el
encandilante momento de nova, pasa a ser otra de las miles de muy interesantes
estrellas muertas. ¿Provocará su ausencia una legión de
fáciles imitadores? Es tan fácil ser sebaldiano en la forma, ponerse
a recortar figuritas privadas y anécdotas públicas, sin preocuparse
o importar demasiado el fondo de su prosa precisa. ¿O, por lo contrario,
nadie se atreverá a ocupar el espacio vacío? Una cosa, otra vez,
queda clara: todo juicio veloz por la prepotencia de una muerte antes de lo
que se suponía es, sí, inevitablemente un juicio apresurado. De
este modo las necrológicas y memoirs de amigos y colegas han elevado
a Sebald a un altar muy alto, tan alto que da vértigo.
EL VIEJO SISTEMA
Y el vértigo ofusca tanto los sentidos como el sentido común.
La culpa otra vez no es de Sebald sino de los fans de Sebald, que
prefieren no ver en su originalidad a los anteriores y simultáneos representantes
de la forma. No me refiero aquí al Stendhal de Henry Brulard o al Sterne
de Un viaje sentimental (o a la tan sebaldiana antes-de-Sebald incluyendo
fotos y mapas Nadja de André Breton), sino a todos esos contemporáneos
que Sebald está en su derecho de no leer pero que sus adictos no deberían
desconocer. Nombres y títulos tan diversos como el Michael Ondaatje de
Running in the Family, el Rick Moody de The Black Veil, el Enrique Vila-Matas
de Historia abreviada de la literatura portátil, el Paul Auster de La
invención de la soledad, el Pierre Michon de Vidas minúsculas;
el Douglas Coupland de Polaroids from the Dead, el Javier Cercas de Soldados
de Salamina, el James Ellroy de Mis rincones oscuros, el Haruki Murakami de
Underground, el Don DeLillo de Submundo, el Javier Marías de Todas las
almas y Negra espalda del tiempo, el Jack Finney de Time and Again y From Time
to Time, y tantos otros. Sí, recordamos y escribimos sobre nosotros
mismos a través del recuerdo y laescritura de otros, explicó
Sebald, un tanto obvio pero funcionalmente epigramático.
Aunque parece que sus acólitos prefirieron y siguen prefiriendo oír
para otro lado y celebrar su ingenio antes que su genio: ese tempo y ese tono
que hacen a todas y cada una de sus frases perfectos ejemplos de eficacia y
de orfebrería en la que una encaja con otras pero, a la vez, se las puede
admirar en solitario, como si todo empezara y terminara en cada una de ellas.
En este contexto de universal apología absoluta y de busca solitaria
de un estilo entre ascético y exquisito, la publicación de After
Nature piedra fundamental del edificio sebaldiano y obra de transición
entre el ensayo y lo narrativo tal vez aclare una cuantas cosas gracias
a que, paradójicamente, no es un gran libro de Sebald pero sí
es un libro muy interesante a la hora de catalogar al alemán célebre
por su posterior fiction-non-fiction. Para empezar, resulta un tanto discutible
su etiqueta de poema en prosa, así como sus intenciones de
reflexión lírica sobre la destrucción de la naturaleza
a manos del hombre.
Cercano al zapping-enciclopedismo de las canciones del italiano Franco Battiato
(y al formato utilizado por Roberto Bolaño en Tres o Hans Magnus Enzensberger
en El hundimiento del Titanic), Sebald divide su ciclo poético en tres
partes estipulando desde el vamos la estética de su sistema caminando
siempre por la confusión que existe entre la historia y la historiografía
y la historia como experiencia histórica. Así, la primera
parte de After Nature se ocupa del pintor Matthias Grunewald; la segunda de
Georg Wilhelm Steller, un miembro de la expedición de Beringan explorer
on the Bering expedition; y la tercera la mejor de todas de W. G.
Sebald inaugurando su personaje/caminata (que no puede dejar de recordar al
conductor de Connections, aquella formidable serie televisiva de divulgación
donde todo se relacionaba con todo) y su obsesión que hace del miniturismo
la excusa para convertirse en maxihistoriador, en dueño de la Historia
Universal a partir de la deuda con la historia privada.
La oscura noche sale y avanza (ver fragmento) inaugura ese vahído-vértigo
que marcará después, enseguida, posteriores exploraciones suyas
donde como suele ocurrir con las supuestas reencarnaciones de Cleopatra
o de Leonardo Da Vinci siempre se pasea, casualmente, por los territorios
de los más trascendentes, dejando los barrios bajos de lo anónimo
para otra mejor oportunidad. El que este primer Sebald nos hable en versos desflecados
en lugar de líneas a toda página poco y nada modifica el resultado
en realidad irrita un poco por su gratuidad, al compararlo con Los
anillos de Saturno o Vértigo. Resultado al que Sebald llegó cuando
buscaba una forma de escribir en la que el arte se manifestara con discreción
y sin pompa basándome un poco en los documentales que se pusieron muy
de moda en la Alemania de 1970 y que nunca fueron considerados importantes.
Un sistema con el que trabajar un efecto de realidad en la ficción.
Dicho y hecho: After Nature funciona, según se prefiera, casi como una
deducción demasiado tardía de un detective o una confesión
de asesino antes del crimen. En cualquier caso: ambas motivaciones la
de buscar huellas digitales en el mango de un cuchillo o la de clavarlo hasta
el mango están marcadas por una obsesión con los efectos
del pasado sobre el presente y la admisión de que los muertos siempre
me han interesado más que los vivos.
Aquí y ahora, muerto, Sebald es muy pero muy interesante para todos los
que lo sobreviven y juran por su nombre. Queda saber cuánto tiempo sobrevivirá
su fantasma. Volvemos a hablarlo en dos o tres años, ¿sí?
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