Domingo, 6 de mayo de 2007 | Hoy
BIRMAJER
Después de tantos hombres casados, Marcelo Birmajer se topa con una mujer única e inolvidable. A medida que pasa el tiempo, ella está cada vez más bella y seductora y ése es el gran dilema irónico de esta atrapante novela.
Por Juan Pablo Bertazza
Historia de una mujer
Marcelo Birmajer
Seix Barral
221 páginas
Si al que hace los slogans de muchas películas hollywoodenses del tipo “nunca tuviste tanto miedo” o “te vas a enamorar” le encargaran uno para el nuevo libro de Marcelo Birmajer, seguramente moriría en el intento. Es que si algo no puede hacerse con Historia de una mujer es, precisamente, reducirlo a una mera condensación o sinécdoque. De hecho, cuesta definir en este caso si tanto el argumento como la manera de contarlo, supuestamente simples y convencionales, terminan trastornándose con los infinitos matices y excentricidades de los personajes, o si son los personajes quienes ven agravar su neurosis a causa de los vaivenes de la trama. En todo caso, resulta muy interesante esa ambigüedad dialéctica entre argumento y personaje que aparece ya insinuada en el título de este libro (el cual sigue la línea de los libros de cuentos Historias de hombres casados, Nuevas historias de hombres casados y Ultimas historias de hombres casados) y que acaso tenga que ver con la fusión entre la novela y el guión de cine, el cual Birmajer practicó con éxito como co-autor de El abrazo partido, ganando –entre otros premios– en 2004 el Oso de Plata de Berlín.
Freud decía que “uno puede defenderse de los ataques pero contra el elogio se está indefenso”. Justamente ahí radica el gran problema de Isabel Masalvi, esa mujer que en lugar de prepararse para la crisis de los cuarenta (tema recurrente en los libros de Birmajer) es acechada por cuanto hombre se le cruce en el camino; ya que, además de su inusitada belleza, cuenta también con la suerte de los vinos: cuando está por cumplir cuarenta parece más joven que nunca. Así las cosas, luego de faltar a varias reuniones de ex alumnos, Isabel decide asistir a un nuevo evento, invitada por Ernesto Harro, quien desde adolescente estaba enamorado de ella. Pero el que arriesga gana y el que arriesgó fue el chico malo: Eugenio Turacci, quien desde entonces contendría el mar de seducción de su esposa no sólo con el dique del matrimonio sino directamente con el de los golpes. Isabel, quien alterna fortaleza con sumisión, no reacciona hasta que la salva su gran admirador Ernesto Harro, quien se la lleva a vivir con él y juntos adoptan a un hijo: Lito. Por supuesto, también Ernesto deberá afrontar los celos que provoca convivir con una mujer tan hermosa, especialmente cuando ella comienza a trabajar en un call center de un tercer ex compañero del curso: Bordenave.
Como una posmoderna Psique, aquella hija de un rey que era tan pero tan hermosa que todos los hombres se enloquecían con ella como si de Afrodita se tratara pero nadie se animaba a encararla, el problema que le acarrea su belleza trágica a Isabel son los celos monogámicos de sus parejas y el intenso deseo que despierta en todos los hombres, el cual termina por obnubilar su propia máquina deseante a tal punto que parece dispuesta a decirle sí, no al que ella más quiera, sino al más fuerte o el más astuto. Efectivamente, cuando se vuelve insostenible su matrimonio con Ernesto, (un vendedor de telas que queda totalmente relegado cuando la crisis del 2001 lo deja sin trabajo), ella le termina siendo infiel con un anodino compañero del trabajo, quien –oh casualidad– también es un ex compañero. La historia de Isabel, quien llega a vislumbrar que “los hombres son incapaces de callar dos cosas: con quién se acuestan y a quién matan”, es sumamente entretenida y legible, pese a que por momentos despliega un barroquismo de coincidencias arbitrarias, en el que algunos personajes secundarios terminan copando demasiado la parada. Sin embargo, ese barroquismo aparece justificado en tanto Historia de una mujer es una inusual novela costumbrista (hay nuevas referencias al barrio de Once, barrio natal de Birmajer y otro leitmotiv de su literatura) que encuentra lo fantástico en la mismísima exageración o hipérbole.
En todo caso, el más grande aporte de este nuevo libro de Birmajer es Isabel: un personaje femenino novedoso, fuerte y complejo en una literatura que no tiene tantas mujeres. Especie de Bovary invertida (ya que lejos de desear, ella sólo parece satisfacer el deseo de los otros), Isabel acaso pretenda ingresar –con el tiempo y con su eterna juventud– a ese panteón de figuras femeninas ya clásicas, compuesto por Alejandra, La Maga y Emma Zunz, entre otras mujeres argentinas.
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