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Domingo, 6 de mayo de 2007

CARO LIBRO

Fotógrafos argentinos

 Por Cecilia Sosa

No es un libro sino tres. Y sólo el comienzo... El sello Dilan acaba de lanzar la colección Fotógrafos argentinos, un delicado repertorio de libros-arte destinado a difundir la producción de los más notables artistas argentinos no sólo en librerías locales sino en los más glamorosos estantes de Nueva York, Londres, Berlín, Barcelona, Madrid y San Pablo. Lo coqueta colección no sólo cautiva por la delicadeza de su edición y curaduría, además viene acompañada por un prólogo-presentación de un escritor a medida. Para sus títulos-lanzamiento, y en el siempre difícil espectro de “afinidades electivas”, el sello tuvo el tino de combinar las duplas más chispeantes: El jugador, de Marcos López, viene con texto de Alan Pauls; Los restos, de Juan Travnik, con escrito de Rubén Szchumacher; y Presagio, de Dani Yako, prologado por Martín Caparrós.

Así, el mágico mundo latin-pop del santafesino Marcos López (que en el prólogo de Pauls se confiesa “reprimido, resentido y llorón”) hace estallar todos los esterotipos en la mismísima esquina de todo por un peso, mientras los bustos de Evita y de Perón se rematan al mejor postor entre parrillas, cuchas y juegos infantiles, y se re-localiza La última cena bajo el cuchillo de un Cristo criollo rebanando un pechito al asador. “López no retrata el subdesarrollo sino su ‘textura’: el punto delicadísimo en que lo social deja de ser una materia bruta... y empieza en cambio a mirarse, pensarse, a representarse con un incipiente, tímido, modesto espesor estético”, dice Pauls.

Otra opción es perderse en el universo extrañado de Los restos de Travnik y enfrentarse al realismo inaudito de sus casas tapiadas, rejas que no sostienen más que cielos, carteles publicitarios vacíos y la melancólica ironía de una colosal escalera detenida a mitad de camino al cielo; extraños personajes casi animistas que, apunta Szchumacher, señalan las huellas de una política del derroche.

Presagios propone un recorrido por 25 años de trabajo de Dani Yako, un mundo en blanco y negro y “rugoso” donde –dice Caparrós– “planea la sombra” y donde los materiales del mundo parecen dispuestos de un modo nuevo y sobrecogedor. Porque Yako siempre parece estar ahí, en el lugar justo, en el momento preciso, listo para espiar los arrumacos de una pareja tras el motor descubierto de un fitito, cómo un pie se convierte en ladrillo en el más desolado paisaje de Santiago del Estero o para descubrir que, en realidad, las vacas sí vuelan.

Fotógrafos argentinos ya tiene 17 auspiciosos títulos en camino: Muertes menores, de Gabriel Díaz; Mujeres presas, de Adriana Lestido; (Argentina), de Eduardo Gil; Salteños, de Florencia Biano, Secuelas, de Fernando Gutiérrez; Chaco, de Guadalupe Miles; Geovany no quiere ser Rambo, de Alfredo Srur; El museo del amor, de Eduardo Carrera; Intervalos intermitentes, de Res; Tierra, de Daniel Muchiut; Las aventuras, de Alexandra Sanguinetti; Territorio, de Marcos Zimmerman; Interiores, de David Fernández; Salamone, de Esteban Pastorino; Diana, de Marcos Adandía; Estados de sitio, de Gabriel Valansi, y La ausencia, de Santiago Porter.

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