Domingo, 5 de agosto de 2007 | Hoy
RESCATES
Un doble y otras novelas cortas (Gorla) recupera varios textos de Theodor Storm, un autor alemán del siglo XIX que defendió los viejos valores burgueses con un trasfondo humanista y fue admirado por Franz Kafka.
Por Alicia Plante
Este libro reúne tres de las últimas y más maduras novelas cortas de Theodor Storm (nacido en la ciudad alemana de Husum en 1817), seleccionadas y traducidas por Miguel Vedda, quien es titular de Literatura Alemana en la carrera de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Los tres textos de Storm son precedidos por una introducción muy abarcativa de Vedda, que nos pone en contacto con la obra del autor como sujeto “en situación”, es decir, un hombre inserto en cierto momento histórico, cultural y literario, ante los cuales toma posición y actúa. En un escritor, actuar es escribir, y la progresiva evolución de Storm refleja claramente los cambios tanto en su situación personal (un traslado de su pequeña ciudad de provincia a una gran ciudad en la cual se desempeñaría en la función de juez) como en su medio. Es así que, un autor apegado a su tierra, que se había dedicado sólo a la producción lírica y a la exposición de lo que consideraba verdaderamente poético, que había buscado la coexistencia entre esa poderosa vocación y la profesión burguesa porque la patria era “el pequeño mundo abarcable con la mirada”, sufrirá una profunda transformación y se definirá política e ideológicamente en contra de los cambios que se gestan en la Alemania en vías de prusianización.
A partir de allí, toda su producción literaria comenzará a reflejar más y más la actitud del humanista que siempre había sido y que se había manifestado, con convicción y vehemencia, en contra de la aristocracia y del clero, defendiendo las características burguesas de honestidad y laboriosidad.
En un comienzo, su inseguro pasaje a la prosa estará cargado del peso intenso de la lírica, lo cual se verifica por ejemplo en su modo de estructurar los primeros relatos como estrofas. Pero hacia el final de su vida –muere en 1888–, en sus novelas cortas, de las cuales las presentes son brillante ejemplo, Storm crea personajes que representan el conflicto de intereses entre la vieja burguesía, que a mediados del siglo XIX comienza a degenerar, y la nueva, que considera la acumulación de riquezas y prestigio como un fin en sí mismo. Storm ilustra cada vez más claramente el modo en que este conflicto emponzoña y llega a destruir la comunicación y las relaciones afectivas entre generaciones. Esta decadencia, tan especialmente palpable en el viejo Hans Adam (de Hans y Heinz Kirch), repugna a su sentido ético y se erigirá en trasfondo de su notable narrativa tardía. Es entonces ese nuevo espíritu discriminatorio, especulativo y arribista que caracterizará al capitalismo monopólico contemporáneo, el que aparece reflejado en estas tres novelas cortas. Las tres historias ilustran el pasaje de lo cualitativo a lo cuantitativo en la mentalidad del pueblo alemán. En Un doble, Storm parece recurrir al contacto y la experiencia de primera mano que su función de juez le da con los criminales, y los pinta como principales víctimas del sistema social surgido, chivos expiatorios (los marginales en general) de una sociedad incapaz de incorporarlos. En una notable reflexión acerca de la violencia y el delito en las clases bajas, Storm destaca el peligro al que se ven expuestos los trabajadores cuyas “vidas deben ser conducidas únicamente por sus manos”, ya que en medio de la pasión de la ira “las palabras torpes son insuficientes y la mano se entromete”. En este “reino animal humano” en términos de Hegel, también la familia se disuelve. Sin embargo, como lo destaca Vedda en su introducción, Storm, un auténtico melancólico, no se desploma en el cinismo, ya que aparece en su producción una esperanza de salvación para la humanidad encarnada en los individuos capaces de comprender esa realidad y alzarse sobre el nivel de la masa.
Este autor poco conocido en nuestro medio, pero admirado por escritores de la talla de Kafka, representa un eslabón para comprender el desarrollo de la literatura germánica a partir del siglo XIX.
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