Domingo, 12 de agosto de 2007 | Hoy
ANGéLICA GORODISCHER
Angélica Gorodischer anduvo de charlas y conferencias por los más diversos lugares. Y en este volumen recopiló esa pasión por leer y contar.
Por Verónica Bondorevsky
A la tarde, cuando llueve
Angélica Gorodischer
Emecé
228 páginas
El último libro de Angélica Gorodischer es singular: más que una escritora reflexionando sobre literatura y otras cuestiones vitales emparentadas o no con los libros, pareciera que la figura de una gran dama memoriosa emerge para contarle al lector lo que sabe, le interesa o vivió. Los temas que Gorodischer revisa o de los que ofrece su opinión están relacionados, la mayoría de las veces, con la literatura; aunque también A la tarde, cuando llueve cuenta con otra línea más personal, vinculada con la propia historia de esta mujer que escribe.
Y es sorprendente cómo Gorodischer recuerda, historiza y, de vez en cuando, aconseja. Hay así una entrada, por un lado, lúdica, desacartonada, a los grandes temas, incluso con recursos ficcionales (como un diálogo imaginario entre Hipócrates y Freud); por el otro, un halo didáctico sobre cuestiones que la inquietan.
Los asuntos literarios que atraviesan los ensayos son: el valor de la lectura (“Si tenemos la lectura no nos pueden quitar el orgullo ni la actitud crítica”), la escritura (“Puede ser que el autor, la autora, esté describiendo la terrible muerte de un pueblo, la agonía de una madre que ha perdido a sus hijos, el miedo de una criatura abandonada. No importa. Siempre será como si estuviera escribiendo sobre la felicidad de un amor correspondido”) y el valor de la palabra escrita (“Lo más evidente es que la gente escribe novelas porque no está contenta con el mundo en el que vive y entonces va y se inventa otro”).
También reflexiona sobre el aporte femenino en la literatura y otros saberes, los estigmas y prejuicios que padecen las mujeres y su rol, en cambio, revolucionario. Y, además, Gorodischer repasa su historia y la de su familia. En este sentido, hay pequeños artículos sobre sus antepasados, algo que escribió para su hijo y también su casamiento con un hombre de la colectividad y su transformación en, como ella dice “una judía trucha”.
Gorodischer recupera una tradición: la de la charla informal dentro de la escritura. Esta sensación de que el lector está frente a una gran conversadora (al estilo del magistral caseur Mansilla) tiene una justificación real, dado que la gran mayoría de los textos fueron en su origen conferencias o ponencias en lugares varios. Es decir, pensados para la oralidad, para ser escuchados por un gran auditorio, especializado o no.
Las referencias al final de cada artículo donde se detalla el lugar en el que los pequeños ensayos fueron declamados conforman una narrativa aparte, y uno de los momentos más curiosos del libro por su variedad: desde una reunión de fomento de lectura a la Universidad de Boston, un congreso de salud reproductiva, otro de cirugía de la mano, encuentros de escritoras, una conferencia en la Bolsa de Comercio de Rosario, hasta el IV Congreso Internacional de la Lengua Española o la Feria del libro.
Y como una inagotable conversadora, Gorodischer repite sus verdades y sus aprendizajes, así como cita y vuelve a citar algunos referentes, por ejemplo, Borges, Montaigne o Bachelard.
De A la tarde, cuando llueve emerge la figura de una narradora a la que eminentemente le gusta leer y escribir. Y también conversar, sobre todo para alguien que tenga ganas de abordar temas como si fuera la primera vez.
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