Domingo, 7 de octubre de 2007 | Hoy
CASTELLANOS MOYA
Por Veronica Bondorevsky
Desmoronamiento
Horacio Castellanos Moya
Tusquets Editores
216 páginas
Desmoronamiento es la novela de una familia. Y como toda novela familiar, no puede carecer de rasgos telenovelescos; en este caso, el desquicio, el odio y el rencor mayúsculos, las diferencias generacionales irreconciliables y el ocaso, con los años, de las ilusiones. La novela está protagonizada por Erasmo Mira Brossa, hombre influyente de Honduras, presidente del partido nacional, acaudalado e infiel; doña Lena, su esposa, una desquiciada y gran mater familiae, perteneciente a la alta sociedad conservadora hondureña, y la hija de ambos, Teti, quien se ha casado, contra la voluntad de su madre, con Clemente, un salvadoreño, comunista, veinte años mayor que ella, y con quien partió a vivir a El Salvador. Tres momentos en distintas épocas (los años 1963, 1969 y fines de 1991) logran reflejar este caldo (y tufillo) familiar. Y su autor, Castellanos Moya, se vale de diferentes registros para presentarlos: la primera parte está estructurada en forma de diálogo (que remite claramente al teatro) que Lena mantiene primero con su esposo y después con su hija; la segunda es el intercambio epistolar entre padre e hija, y la tercera parte, el soliloquio del jardinero y asistente legendario de la familia, que describe los últimos días de la gran dama, repone parte de la historia y observa el comportamiento del entorno.
El contexto histórico atraviesa la historia. Así, se entreteje una trama geopolítica junto con una trama íntima: en particular, Desmoronamiento se detiene en la tensión entre Honduras y El Salvador, la denominada guerra del fútbol ocurrida en el año 1969; la acción se sumerge también en la crisis interna salvadoreña, en la que muere misteriosamente Clemente.
Y sumado a estos cortes y a las distintas formas narrativas para dar cuenta de cada período, existe un plus de la novela: el misterio. No sólo esa muerte está rodeada de intriga, hay a su vez otros interrogantes dispersos: por ejemplo, por qué doña Lena mandó a su asistente, antes de morir, a quemar unos papeles o, por las elipsis temporales de las que se vale la obra, cómo es que los hijos de Teti, Eri y Alfredito, devinieron en los adultos que son en la actualidad.
Si en la escritura de El asco –novela por la cual, Castellanos Moya recibió amenazas de muerte y debió exiliarse de El Salvador– hay un homenaje al estilo de Thomas Bernhard, podíamos considerar que, en esa misma línea de tributo, Desmoronamiento indaga ahora en el registro del melodrama, tan propio del espíritu latinoamericano.
Así, esta novela vuelve verosímil y logra superar esa forma discursiva en la que alternan estereotipos como la madre desquiciada, la hija díscola, el padre infiel pero garante económico de toda la estructura y, sumado a ello, la traición, el odio y el deseo.
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