Domingo, 18 de noviembre de 2007 | Hoy
TASíN
Trabajo social, militancia y vida cotidiana se cruzan en un intenso ensayo sobre Ciudad Oculta.
Por Gabriel Lerman
La vida, la muerte, la oculta
Jorge Tasín
Yotser Libros
345 páginas
Reconstruir la cocina de un libro puede resultar un proyecto laberíntico. Así como ciertas obras por encargo pueden despertar en el autor una pasión inesperada, desde siempre ha existido el libro como catalizador de una experiencia, incluso la escritura como una necesidad imperiosa. El libro La vida, la muerte, la oculta de Jorge Tasín es un proyecto que se resiste a las clasificaciones y, acaso por eso, tiene una fuerza contundente. Suerte de relato coral sobre la vida en Ciudad Oculta, La oculta (tal parece ser el eco o el resumen que sugiere su título) es, sin embargo, una narración en tres ejes claramente diferenciados, que una vez definidos comienzan a desbordarse y salpicarse a sí mismos. Porque hay un puñado de historias de vida de orden cuasi documental basadas en entrevistas, pero también un andarivel donde la crónica ensancha y ofrece sustento a esos relatos, y un tercer espacio que roza la reflexión sociológica con un carácter alejado del academicismo y vecino de la denuncia. El primero es naturalismo, el segundo es prosa poética y el tercero es barricada. Tasín corre el riesgo de internarse en vidas anónimas, corre el riesgo de poetizar su prosa sin deslizarse nunca ni en el romanticismo ni en la idealización y, por último, arroja datos y conclusiones de tipo histórico y político cuya finalidad es recordarle al lector que todo lo narrado está sucediendo aquí y ahora.
El resultado es francamente perturbador. Si bien el tercer eje, el de la denuncia, es el más discutible, es tal la desagregación de dolor e intemperie que surgen de los dos primeros, que cualquier tentativa de explicación, por más tendenciosa que parezca, resulta tímida. Libro raro, potente, La oculta hace antropología mediante la prosa y hace literatura mediante la observación participante. Porque Tasín conoce y transita desde hace años el barrio, comprometido con diversas tareas y militancias de trabajo social, y parece haber llegado a este libro en un estado de orfandad filosófica, con la necesidad de nombrar, de identificar, de transmitirles a otros lo que ha vivido y vive allí. “Lejos de aritméticas históricas, políticas y económicas –dice en el prólogo–, allí la impresión inmediata, lo que nos viene a los ojos, se nos inscribe en la piel, es una interrogación vaciada de respuestas para tanta sinrazón, dolor, iniquidad.” Villa, cantegril, favela. Dicen que Ciudad Oculta comienza a ser un poco Ciudad de Dios, y que lo que antes era un sinónimo ahora es un concepto que designa el deterioro: favelización. También Brasil supo dar Los capitanes de la arena, de Jorge Amado, de quien el sociólogo Denis Merklen toma la figura del cazador para explicar el modo en que los niños pobres salen a conseguir cosas, del modo que el día o la noche revelen. Hay un cortometraje de los tempranos ’60 de Alberto Fisherman, sobre la quema. Allí se prefiguran el hundimiento y la precariedad de sitios que habían surgido en los ’40 como barrios irregulares que acogían migrantes internos en busca de trabajo urbano. Hace pocos años, Dársena Sur de Pablo Reyero ofrecía un retrato de tres personas con diferentes relaciones con la pobreza, a fin de siglo. Entre ambos, y a varios años de iniciado el siglo XXI, Tasín vuelve a mostrar lo que permanece opacado. Oculto.
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