Domingo, 22 de junio de 2008 | Hoy
ANTROPOLOGíA
Acaba de editarse en la Argentina Política de la supervivencia (Eudeba), de Marc Abélès, antropólogo francés discípulo de Claude Lévi-Strauss. Patrice Vermeren –profesor de filosofía de la Universidad de París VIII (donde sucedió a Alain Badiou) y codirector del Centro Franco Argentino de Altos Estudios de la UBA– lo presentó en la Feria del Libro y ahora en estas páginas.
Por Patrice Vermeren
De joven, conocí en París a un Marc Abélès estudiante de filosofía de la Escuela Normal Superior ya cercano a la antropología de Claude Lévi-Strauss, pero con una visión crítica del estructuralismo. Escribía sobre las sociedades salvajes para comprender mejor las nuestras. Hoy leo un libro del mismo autor, pero que trata de nuestras sociedades, no porque hayamos devenido salvajes sino porque sus conceptos devienen útiles para pensar el mundo presente. Parafraseando a Emilio de Ipola refiriéndose a Althusser: ¿Hay un Abélès o hay dos? Quisiera mostrar que el segundo Abélès no es un otro, ni un doble, sino que ha continuando siendo el mismo. Para ello utilizaré el enunciado que él hace de la regla de su método: “He adoptado como regla el apegarme a lo que observo a mi alrededor, dispuesto a mostrarme al ras de la tierra en mis análisis y mis juicios”.
Teníamos ambos 18 años en mayo de 1968. Abélès señala bien que aun si nosotros no cambiamos el mundo tal como soñábamos, el mundo igualmente cambió. Se pasó de una promesa de progreso y una creencia en los futuros promisorios, a un mundo objetivamente caracterizado por la precariedad y la inseguridad. Entonces en ese mundo presente no será más cuestión de proyectarse como subjetividad actuante susceptible de modificar la situación con las armas del deseo y la ironía. El mundo ahora nos impone sus limitaciones objetivas y nos pone en condición de sobrevivir más que de vivir.
Marc Abélès, filósofo, se hace antropólogo para escapar a las generalidades de la realidad. Aquí es el discípulo de Lévi-Strauss quien habla, un Lévi-Strauss que contesta a Derrida que no ha tenido la pretensión de hacer filosofía como filósofo, sino de usar los paradigmas filosóficos junto con otros incluidos en su caja de herramientas. ¿Qué generalización se trata de recusar? Aquella que dice que con el avance pujante de las ONG, la aparición de nuevos espacios políticos transnacionales, será la sociedad civil la que accederá a la decisión política, relegando a un segundo rango a los estados y los partidos políticos. Esta es una de las claves de su concepto de político global (global politique): Abélès se cuida de distinguirlo de toda concepción de un poder supranacional, por encima de los estados, proponiendo pensarlo al lado del espacio tradicional de las relaciones internacionales que perdura.
La demostración de Abélès puede entonces desplegarse: 1) Un déficit de futuro está en el fundamento de los discursos modernistas. 2) La conciencia de la globalización no se limita a la percepción de una interdependencia siempre creciente de las economías, yendo a la par de una interiorización de la incertidumbre en los ciudadanos. 3) Esto provoca un desplazamiento significativo de lo político, que no puede referirse a los conceptos perimidos de soberanía o ciudadanía ligados a la nacionalidad. 4) El desplazamiento de lo político se da como inseparable de la construcción europea. Y siempre vuelve en la pluma de Abélès la referencia a Lévi-Strauss, considerando el interés comunitario como un “significante flotante” -–concepto consagrado del estructuralismo. Abélès describe dispositivos que producen efectos masivos, pero que permanecen sin nominación, indefinidos. Lo que le permite de paso cuestionar, sino jubilar, conceptos imprecisos que designan esta ausencia de teorización como el de gobernancia. 5) Para pensar el desplazamiento de lo político produce el concepto de sobrevi-
vencia, sustituto del de convivencia.
Abélès dialoga con Foucault y su noción de biopolítica, así como con Jacques Rancière y E. Canetti, para reforzar su idea del nuevo rol determinante de la incertidumbre, de la sobrevivencia: es esta dimensión negativa la que constituye actualmente el telón de fondo de la acción política. Se trata de ir más lejos que el análisis en términos de instituciones o actores, más profundamente, para mostrar lo que se mueve en las profundidades. No se trata de cambiar la escala, pues con la globalización -–nos dice Abélès– es el contenido de los armarios lo que ha cambiado: los elementos nuevos no entran en los viejos esquemas que es preciso reemplazar: “El desplazamiento de lo político está determinado por una redefinición global del sentido y de los objetivos de la acción política”.
Marc Abélès no ha cambiado. Su presente obra, una obra indisociablemente antropológica y filosófica, está en continuidad con sus trabajos de juventud con J. T. Desanti y Lévi-Strauss. Aunque es posible formularle a esta antropología del presente la pregunta célebre que Canguillem le hacía a la psicología en 1956. Aquí y ahora podemos preguntarle a Abélès por su orientación. Al salir del Centro Franco Argentino de Altos Estudios de la UBA -–donde ha dado un seminario de doctorado– puede ir por la calle Ayacucho rumbo a la Recoleta, donde encontrará la tumba de algunos educadores republicanos y filósofos (como Sarmiento y Amadée Jacques) y luego a la Facultad de Derecho. O puede ir hacia la izquierda a la Facultad de Ciencias Sociales, donde junto a los afiches con el retrato de Guevara y donde la cátedra libre León Trotsky elabora también esos nuevos saberes que apuntan menos a las soluciones tecnocráticas que al análisis de los problemas y a la constitución de un discurso capaz de describir las crisis y rupturas del tejido social.
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