Domingo, 1 de febrero de 2009 | Hoy
El Extranjero > Pudo haber sido de culto, y sin embargo, Synco (Ed. B), novela de ciencia ficción de Jorge Baradit en la que Pinochet evita el golpe contra Allende, se transformó en el éxito del 2008 en Chile. Y ahora su autor es acusado de filonazi.
Por Martín Pérez
“¡Cagó el golpe!”, asegura el coloquial y contundente título principal de la portada del diario chileno Clarín, fechado el 11 de septiembre de 1973. Arriba de la contundente frase tamaño catástrofe, siempre a tono con la raigambre popular del matutino, aparece una volanta llena de admiración: “¡Chitas que es pulento el general Pinochet!”. Por debajo, otro título en el mismo estilo completa la información: “¡Merino y toda la marina golpista derechito al paredón del pueblo!”. Semejante ejemplar nunca existió en el mundo real, no sólo porque aquel sangriento golpe logró su cometido sino que también porque luego de su éxito las títulos populistas del diario Clarín –y todos los demás, salvo los tan cómplices de El Mercurio– dejaron de aparecer en los quioscos trasandinos. Pero por eso mismo es que en las primeras páginas de Synco aparece la reconstrucción de la tapa de un diario que nunca salió, contando esa noticia que nunca fue: el golpe de estado contra Allende fracasó, y que en contra del mismo se puso el mismísimo Augusto Pinochet. Porque es la forma más contundente con la que el escritor chileno Jorge Baradit puede empezar a desplegar la trama de su polémica segunda novela de ciencia ficción, una ucronía que se transformó en libro del año 2008 del otro lado de la cordillera.
En realidad, en el centro de Synco está, justamente, el experimento que bautiza la novela: un olvidado proyecto cibernético del visionario británico Stafford Beer que Allende autorizó justo antes del golpe. Aquella primitiva red informática que debía poner bajo un mismo comando la fuerza productiva chilena (casi una arcaica versión de internet), es el eje sobre el cual gira toda la imaginería de la novela de Baradit, una fantasía retrofuturista ambientada en un 1979 donde el golpe no tuvo lugar y un venerado Allende esta a punto de ser reelecto como presidente. Ese es el escenario al que se asoma Martina Aguablanca, la protagonista, una chilena hija del exilio que es enviada a Santiago por el gobierno de Venezuela, para intentar averiguar cómo es que el gobierno de Allende logró impedir el golpe. Y, de paso, cambiar la historia.
Porque el drama histórico chileno aquí se reescribe como farsa política (o más bien parodia). Y entonces cada aparición (o mención) que va desde Aylwin a Bachelet, parece tener ese objetivo en sí mismo, apenas el de aparecer en el texto. Como parte de la coreografía que acompaña al gran travestido de su historia: ese Pinochet que defiende a Allende en vez de ponerse al frente del golpe. Eso sí, hay que destacarlo: por cada vez que Baradit se enreda en los detalles de su reescritura de la historia también puede llegar a fascinar con la descripción de escenas increíblemente vívidas. Tanto a la hora de describir brutalmente todo el infierno que hay que convocar para que sea posible algo como Synco, hasta el momento en que entra en escena la gran invención de la novela: un increíble Carlos Altamirano, otrora líder del Partido Socialista de Chile que supo correr al gobierno de Allende por izquierda antes del golpe, que aquí es descripto como “un hombre mutilado, quemada la mitad de su cuerpo, suspendido por cuerdas y poleas, conectado a ruidosas máquinas de madera y acero, con cerdos sedados colgando de ganchos de carnicero, filtrando sangre y nutrientes que avanzan por gruesas mangueras transparentes”.
Gracias a una campaña promocional digna de una película, la edición de Synco se convirtió en uno de los eventos culturales del fin de año pasado en Chile. Las reseñas de los medios más importantes subrayaron el carácter filonazi de muchos de los divagues que Baradit pone en boca del conocido delirante Miguel Serrano, devenido aquí en canciller. También es cierto que semejantes peroratas tienen un lugar casi tan protagónico en su inquietante pero indudablemente reaccionaria novela como el proyecto de Synco. Y que al grito de “¡Ciberbolivarismo, compañeros!”, el sueño setentista deviene en pesadilla sin necesidad de botas ni golpes. “No le tengo fe al poder”, explicó Baradit en una entrevista. “El territorio chileno pedía sangre durante los ’70. De alguna manera, la historia habría cantado la misma canción con diferentes intérpretes”.
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