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Domingo, 4 de abril de 2010

La rama femenina

La literatura de la India se viene dando a conocer a través de sagas y árboles genealógicos de familias diversas. El caso de Anuradha Roy no es la excepción, aunque pone el acento en el descuidado aspecto de género.

 Por Nina Jäger

La saga familiar parece haberse vuelto una tradición literaria hindú. El Nobel V. S. Naipaul escribió que la India no puede construir su literatura en base a sagas familiares porque “familia sólo hay una” y el país se llena así de autores que escriben una –y nada más que una– novela. A pesar de todo, y pasando por alto la advertencia de Naipaul, Atlas de una añoranza imposible es, sin duda alguna, una saga familiar y su autora un miembro nuevo que se suma a esa familia múltiple y a la vez única.

Ex periodista y actual editora de Permanent Black, un sello independiente de publicaciones académicas, Anuradha Roy escribió una novela que justifica que se la compare con Arundhati Roy, y no solamente por la irónica cercanía de los nombres. Tanto El dios de las pequeñas cosas, única obra de ficción de Arundhati, como Atlas de una añoranza imposible, primera novela de Anuradha, cuentan experiencias de infancia de hermanos en pequeños pueblos imaginarios, y sus reencuentros después de muchos años de separación. Ambas también mezclan libremente el inglés con palabras hindúes y bengalíes para pararse bien cerca de las tradiciones que narran. Tres generaciones y tres culturas diferentes confluyen en una misma casa en Songarh, un pueblito inventado en el que prácticamente no vive nadie y que queda a pocos pasos de ruinas y junglas. Por la novela desfila una enorme cantidad de personajes, casi todos pertenecientes a una familia extendida. En 1907 una pareja joven se muda ahí con sus dos hijos pequeños para que el marido funde una fábrica de perfumes. Y al mismo tiempo que aparece como posibilidad de salvación económica, Songarh será la perdición, primero de la esposa y luego de toda la rama femenina de la familia. El silencio del pueblo genera “fisuras en la lisa superficie de su satisfacción”, dota a la mujer de una locura risible y patética y genera después, en la segunda y la tercera generación, discordias irreversibles.

Pese a lo que se podría pensar de antemano, la India de Anuradha Roy no es para nada espiritual. En una entrevista publicada en un diario español, la autora mencionó que la visión occidental de su país la dejaba “pasmada. Incluso muchos de nuestros gurúes son absolutamente materialistas”. La novela, sin embargo, no deja por eso de ser profundamente melancólica: un puro deseo de lo imposible, infelicidad absoluta, recorre a cada uno de los miembros de esas tres generaciones.

El ninguneo a las mujeres en la India, donde según Roy “es imposible no ser feminista”, es un aspecto central de la novela. Desde la abuela encerrada porque insulta indiscriminadamente hasta una viuda condenada a un desprecio infinito, pasando por la vecina excéntrica poco respetada, cada historia individual de Atlas de una añoranza imposible, novela superpoblada de alegorías, tiene a alguna mujer minimizada.

Songarh es el epicentro de todo lo que pasa y puede pasar en esta novela. Después de amores fallidos y orfandades eternas, los personajes que se van a la gran ciudad para forjar su propio destino vuelven una y otra vez al pueblo natal, sin importar cuáles sean los desastres que los esperen ahí.

La abuela loca, las peleas entre hermanos, las lluvias que inundan todo sin dejar más que ruinas, el silencio y las mentiras de pueblito proponen a Songarh como una posible versión hindú de Macondo. Pero si en la India se escribe la saga de una única familia, Atlas de una añoranza imposible, aunque con un lirismo muy cuidado, no es mucho más que un retoño de esa tradición.

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Atlas de una añoranza imposible Anuradha Roy Salamandra 381 páginas
 
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