Domingo, 16 de octubre de 2011 | Hoy
Tanto se ha escrito alrededor de Borges y los sentidos ocultos de sus textos, que no podía faltar un enigma póstumo: los secretos de su lápida en Ginebra, llena de inscripciones e imágenes antiguas.
Por Fernando Bogado
Borges se ha alimentado de la pasión notablemente argentina de interpretar todo lo que se nos cruce por el camino: una huella, una marca, una escritura difusa. Lo prueban esos mitos no tan urbanos como internacionales que ubican en nuestro país a la mayor cantidad de psicoanalistas o a la multitud de charlas de bar ocupadas en interpretar tal o cual gesto de algún conocido, el mozo, la doña, el jefe. Borges ha interpretado o reinterpretado, ha recuperado interpretaciones y se ha ocupado, sobre todo, de lo imposible de interpretar, como las oscuras razones del Dios o del Universo escondidas en una escritura que el hombre no puede conocer. En Siete guerreros nortumbrios, libro entre el ensayo, la investigación periodística y, quizá también, el policial (cosa que no le disgustaría a don Jorge Luis), Martín Hadis se apropia de esta manía interpretativa para revisar la última línea del escritor: su propia tumba.
Cualquiera puede pensar, un día sí, otro no, en lo que se escribirá en su respectiva tumba, casi siempre a modo de chiste: la de Borges, ubicada en el cementerio de Plainpalais en Ginebra, parece fruto de un plan urdido luego de mucho pensar y meditar, algo que Hadis, planteando cierta idea de narrativa, presenta como “misterio”. Recurriendo a una cuantiosa cantidad de información acumulada a lo largo de los años, a varias fotografías que acompañan el trabajo y a una numerosa serie de comentarios y entrevistas, el libro va desmenuzando paso por paso qué significan cada una de las inscripciones sobre la superficie de este destino último. ¿Cuáles son esos símbolos? En el anverso, una extraña talla de origen sajón que muestra a siete guerreros yendo a la batalla con sus espadas quebradas; en el reverso, dos frases, una en escandinavo antiguo y otra en castellano. Ambas rodean la imagen de una nave vikinga.
Martín Hadis, especialista en literaturas germánicas y anglosajonas, ha dedicado gran parte de sus trabajos publicados a la figura del escritor argentino cuya sombra se proyecta en toda la literatura nacional. En Siete guerreros nortumbrios hace un repaso exhaustivo de toda la figura casi mitológica del escritor, partiendo de esas misteriosas tallas ubicadas en la piedra de gris punilla, proveniente de Córdoba y trabajada a pedido de María Kodama y Emecé –responsables del contenido de la lápida– por el entonces joven escultor Eduardo Longato. Así sabremos que los guerreros del anverso guardan conexión con el relato de la Batalla de Maldon, poema épico anglosajón en donde se exhibe la importancia de la valentía en el medio de situaciones que casi se saben perdidas de antemano, o el guiño amoroso de la cita en escandinavo antiguo y la dedicatoria en castellano, también ella romántica.
El libro de Hadis gana a la hora de sumergirnos en el mundo de las historias escandinavas e inglesas que Borges siempre atesoró como fuente de su propia colección de imágenes y referencias: cada situación actual que señalaba o invocaba tenía su vínculo con un mundo totalmente ajeno a la cultura nacional y, por eso, más secretamente conectado. Si bien el libro gana a la hora de organizar cada dato bajo la óptica de un misterio a resolver, por momentos la prosa repetitiva se vuelve un tanto tediosa, fruto quizá de esta intención de captar a cualquier lector, no sólo al especializado, pero que impacta en el resultado final de una manera poco favorable. Las entrevistas al ya citado Longato y a María Kodama, junto a la traducción de la Batalla de Maldon y un resumen de la Völsunga Saga (obra de donde proviene la cita que encabeza el reverso), funcionan como complementos útiles que acompañan al resto de los datos.
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