Domingo, 1 de julio de 2012 | Hoy
Dos palabras alemanas o tres, mejor dicho, sturm und drang, bastaron para marcar a fuego el romanticismo alemán y empezar a desplegar la historia de su principal figura: Goethe. Pero también fue el título de una pieza teatral de F. M. Klinger, que dio pie a tanta tormenta e impulso.
Por Mariano Dorr
Además de ser el título del drama escrito por Friedrich Maximilian Klinger (1752-1831), Sturm und Drang –tormenta e impulso– es el nombre con el que hoy se designa al círculo de jóvenes literatos de habla alemana que durante aproximadamente dos décadas, entre 1765 y 1785, se propusieron crear “de acuerdo con el principio poético del genio como instancia única de autoridad”, según explican los traductores, Marcelo Burello y Juan Rearte, en el Estudio preliminar. Si bien tuvo algunas expresiones en las artes plásticas, se trató de un movimiento fundamentalmente literario, y es en el teatro en donde se encuentran sus obras más emblemáticas. La figura más importante fue, sin dudas, Goethe, que en 1774 publicaba una novela epistolar que sería un verdadero hito en la historia de la literatura alemana: Las penas del joven Werther. Goethe es el autor, además, de la oda “Prometeo”, que operó como poema programático del Sturm und Drang, “testimonio poético de la emancipación de la conciencia burguesa”. Las odas “Prometeo” y “Ganímedes” de J. W. von Goethe se incluyen en esta edición en versión bilingüe como apéndice. La famosa oda le valió al autor de Fausto la acusación de ateísmo.
El drama de Klinger transcurre en Norteamérica, durante las guerras de la independencia. Allí, en una posada, un grupo de jóvenes (“el salvaje Wild, el fogoso Le Feu y el siempre desencantado y mordaz Blasius”) esperan el momento de la batalla y del duelo con la misma pasión que el amor por una joven o –qué más da– por una vieja. Los tres encuentran rápidamente con qué entretenerse; Wild se reencuentra con Caroline (con quien ya había tenido un amor algunos años atrás y con cuyo padre –Lord Berkley– había tenido un importante conflicto); Le Feu desahoga su ardiente deseo con la tía de Caroline, Lady Kathrin, una encantadora señora que se ríe tanto como tose; Blasius –magnánimo representante del tedio– se aburre hasta el sueño con la desabrida Lousie. Las tres damas también se encuentran en la posada, la acción dramática es casi nula y se limita al encuentro de los personajes y sus parlamentos. No hay grandes proezas, la pasión –la tormenta– se expresa fundamentalmente en los diálogos de Wild y sus amigos, y en el odio y el resentimiento del padre de Caroline.
Los sentimientos de Wild se expresan sin vueltas en toda su belleza poética: “¡La noche me resulta tan fresca, tan plácida! ¡Las nubes posan tan silenciosas! De lo contrario, qué oscuro y siniestro sería todo. ¡Qué bueno, corazón mío, que puedas volver a sentir con pureza lo estremecedor! Que el aroma nocturno suspire a tu alrededor y que sientas el soplo del amor en la vasta quietud de la naturaleza. ¡Brillen, estrellas! ¡Ah, de nuevo somos amigos!”, exclama el héroe. Y en su conexión con el universo despliega una subjetividad estética, un modo de experimentar el mundo a partir de la fiesta de los sentidos y el íntimo vínculo entre el amor y las formas de la naturaleza: “Ah, todo está entretejido, entrelazado con el amor. ¡Qué bueno que de nuevo comprendas el susurro de los árboles, el burbujeo del manantial, el murmullo del arroyo! ¡Que todas las lenguas de la naturaleza te resulten comprensibles! ¡Llévame a tu adorable frescura, amiga de mi amor!”, ruega a su amada Caroline.
El movimiento Sturm und Drang tuvo en las figuras de Shakespeare y Rousseau a sus modelos (poesía genial de la mano de la exaltación del hombre en comunión con la naturaleza). Burello y Rearte escriben: “Cada uno a su modo, ambos forjaron modélicamente la conciencia de aquellos jóvenes apasionados que soñaban con una nueva edad de oro”. Fue, en este sentido, un verdadero intento de refundación de lo germánico a través del arte. Con la madurez de Goethe (en 1775, aceptó la oferta del ducado de Weimar y se convirtió en consejero de la Corte), el movimiento mismo fue dispersándose hasta envejecer y desaparecer. La historia de la literatura señalaría luego al Sturm und Drang como un significativo precursor del romanticismo. Este libro constituye un excelente acercamiento a la tormentosa e impulsiva experiencia artística de aquella Alemania joven y salvaje del siglo XVIII.
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