Dom 23.12.2012
libros

Algo reinó sobre nosotros

El conurbano es indudablemente escenario de los más urgentes relatos de varios narradores argentinos. Edgardo Scott parece sumarse a ellos con El exceso, pero buscando una perspectiva lingüística propia y una original perspectiva: la relación entre una época, los años ’90 en este caso, y las subjetividades que generó en la política y sus arrabales.

› Por Angel Berlanga

Desde el comienzo del menemismo hasta el estallido del 20 de diciembre de 2001: en ese marco cultural, ideológico, y con el ojo puesto en el cotidiano de un ministro bonaerense que vive en Banfield y de otros cuatro personajes que giran en su órbita, Edgardo Scott retrata los engranajes de pensamiento, accionar y deseo de esos años. Hay, en El exceso, algunas señales de “patrias” posibles de Scott, que nació en 1978 en Lanús, y se crió allí, en el conurbano sur: adolescencia y juventud, el recuerdo de sus padres hablando de política, e incluso alguna escena en un suburbio de un recital de bandas punk –Scott toca en una– al que va el hijo del ministro. Y, sobre todo, la patria literaria, de la que podría empezar a hablarse a partir de la cita inicial de su admirado Thomas Bernhard (“Algo reina sobre nosotros que, según parece, nada tiene que ver con nosotros”), o de varios de los escritores de acá que reconoce como referentes por el recorte de la oralidad en sus textos: Di Benedetto, Saer, Onetti, Felisberto Hernández, Gusmán. “¿En qué medida una época produce subjetividades? –plantea–. O al revés, ¿en qué medida ciertas subjetividades generan una época? Escribí El exceso atento a esas preguntas, tal vez un solo interrogante de dos caras.”

¿Cuáles fueron las ideas, o las imágenes iniciales que dispararon la novela?

–La imagen inicial fue allá por 2002. Una mujer de alrededor de cincuenta años esperando en un bar, en Adrogué. La mujer era un barroco en persona: teñida, mucho maquillaje, muchos anillos, pulseras, collares de oro, mucho rojo y negro, y una gran tristeza en la mirada. La vi y pensé: el exceso. De ahí nace el título. Entonces escribí un relato con esa mujer, finalmente trunco. Un año después más o menos, cuando apareció el personaje del ministro y su “entorno”, y la idea de contar toda esa década, aquel título reapareció con naturalidad.

¿Qué dirías que configuró o marcó, en tu generación, el menemismo?

–Es el comienzo de la cultura del domo. La consolidación de una sociedad de puertas adentro (y esto, acelerado por la tecnología). Desde mediados de los ’90, la infancia y la adolescencia –sobre todo de clase media– es impensable en la calle. También en los ’90 hubo un gran desprecio de la política por parte de los que éramos chicos. Había un retorno, vía Nirvana, del no-future punk, pero filtrado por MTV, McDonald’s y el crecimiento narco. Algo de eso se revierte con el surgimiento de H.I.J.O.S., me parece.

¿Qué descubriste, del conurbano, al escribir la novela?

–No sé si diría descubrir, pero pude reconocer varios cambios que habían ocurrido en la zona donde había crecido, desde el momento en que dejé de vivir ahí (2000) y el presente. Y también pude elaborar algunos cambios que habían ocurrido a lo largo de los veinte años en que yo viví en esa zona.

Por supuesto que no son los primeros, pero varios escritores de tu generación han enfocado en el conurbano. ¿Qué lectura harías de eso?

–Lo que ha estado en primer plano tal vez no sea tanto el conurbano en sí como un determinado argot y un ambiente que lo identificaría. Ese argot tumbero, marginal, de Policías en acción. El conurbano como tierra de villeros, drogadictos y delincuentes. Tal vez por eso me interesó escribir una novela tomando ese mismo territorio –y en cierto modo, esos mismos temas– pero desde una perspectiva lingüística diferente.

Entre tus textos, éste parece ser el que habla más directamente de la política. ¿Te ocurrió algo en especial respecto del tema, hubo alguna motivación específica?

–No, yo creo que la política es una insistencia permanente en mi modo de leer tanto la literatura como el mundo. Y en lo que se refiere a El exceso, me parecía que el menemismo siempre había sido abordado, incluso para criticarlo, de una manera muy superficial. Y yo tenía ganas de hacer algo un poco más minucioso.

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