El verdugo como víctima
El nazi y el peluquero
Edgar Hilsenrath
trad. Mariano Grynszpan
y Alejandra Obermeier
Editorial Sudamericana
Buenos Aires, 2002
320 págs.
por Nicolás Gelormini
Edgar Hilsenrath ha escrito una novela divertida y procaz que contiene ficcionalizadas muchas de las explicaciones de que hasta ahora ha sido objeto el fenómeno nazi. Aparecen los verdugos voluntarios y se habla de la responsabilidad individual. Se opina sobre la industria del holocausto, y se tematiza la locura colectiva como daño cerebral de los seguidores del Führer.
Pero El nazi y el peluquero no es un texto que necesite del diálogo con elevadas opiniones históricas, sociológicas, filosóficas, etc. para resultar interesante. Un humor sostenido (de principio a fin) basado en palabras soeces, escenas de sexo asimétrico (violaciones, relaciones entre personas con mucha diferencia de edad, lisiados, etc.) se disputa el terreno textual con un sutil y a la vez deliciosamente burdo desfile de caricaturas que no deja, por así decirlo, títere con cabeza: el peluquero judío, el peluquero alemán, el lisiado norteamericano, la gorda polaca, el militante sionista, y siguen las firmas.
La anécdota es verosímil: Max Schulz adopta la identidad de una de sus víctimas en el campo de concentración de Laubwalde y de genocida pasa a sobreviviente. El libro muestra lo dificultoso pero también lo simple y fácil de tal empresa. Paradójicamente, las dificultades no provendrán del exterior: no hay persecuciones, no hay juicios, no hay investigación. Bastará una curiosidad genética (el aspecto judío de Max Schulz) y un número tatuado correctamente para que el protagonista pueda seguir con su vida luego de la guerra. Ni él mismo puede creer su suerte. De todos modos, la ecuación no cierra y hay ciertos datos imposibles de olvidar: una fecha, 17 de octubre de 1942; un bosque polaco, 6.000.000 de árboles. Tan intensa es la culpa del protagonista que él mismo se somete a juicio y le pregunta a su juez: “Supongamos que yo tuviera 10.000 cuellos. Y que tú pudieras colgarme 10.000 veces. ¿Crees que mis víctimas estarían satisfechas con eso?” La respuesta es: “No lo sé, Max”.
Muchos son los elementos que podrían hacer de esta novela algo provocativo, pero digamos que la indignación aparece, como la cura en un tratamiento psicoanalítico, por añadidura. No es lo central. La provocación es tan explícita (un nazi que se convierte en héroe del pueblo judío, de eso se trata) que sería un juego infantil caer en ella. También la facilidad y sinceridad con que el protagonista abraza la causa judía son sospechosas. Las ideologías, las historias, las razas serían, parece decir Hilsenrath, intercambiables. Puede ser, pero algo es seguro: las aventuras y desventuras del “futuro genocida Max Schulz”, del nazi Max Schulz, del peluquero, orador, terrorista Max Schulz son casi imperdibles. El autor, Edgar Hilsenrath, es sobreviviente de un campo de concentración (Moghilev-Podolsk), del cual fue liberado por los rusos. Luego emigró a Estados Unidos y en 1975 regresó a Berlín, donde vive en la actualidad.