Domingo, 23 de junio de 2013 | Hoy
Lirismo, barroco y gauchesca confluyen en la propuesta de una poesía de mestizaje. Malón en cautiverio, de Luis O. Tedesco, otorga voz a los marginados para hacerlos entrar en el abismo de la lengua.
Por Enrique Foffani
En este nuevo libro, ya no hay necesidad de apostrofar a Borges para hablar de los peones o los cabecitas, como ocurría con su libro anterior Hablar mestizo en lírica indecisa (2009). Ahora los que viven por sus manos asumen sus voces y Borges ocupa otro lugar: se interna en “ciertas entonaciones” ya no indecisas que se vuelven reconocibles en un lenguaje de mezcla que Luis Tedesco no deja de desafiar. Y el desafío es uno de sus tonos, quizás uno de los más significativos. Malón en cautiverio es un libro inquietante por lo que dice y por lo que hace: lo primero porque crea una lengua entre gauchesca y barroca y lo segundo porque pretende que esa lengua inventada se torne acción e inscriba, en su fonética, no sólo una pronunciación argentina (la identidad es siempre fantasmática) sino las resonancias de remotos vocablos. Ya el título del libro, compuesto de cinco partes, fusiona ambas dimensiones: de las prisiones y cárceles de Góngora y Quevedo a los cautiverios perpetrados por los indios en los malones que asolaban ciudades o poblados desde los confines del territorio. Pero la clave del título obedece a la lógica de la inversión: es el malón ahora el que queda cautivo, en esa imagen tan barroca de la prisión que está prisionera de otra y produce un espejeo continuo en el tembladeral de lo real.
Ese infinito de prisiones es la alegoría barroca del alma que tiene un cuerpo perecedero y corruptible. Malón en cautiverio es su traducción en términos del imaginario argentino, de su historia política, social, y la de todos los pliegues posibles. Una poesía que intenta capturar el cuerpo que se descompone en su caer, por eso el alma encarna y también desencarna su materia expuesta a la corrupción, un tema tan metafísico y teológico como político. Así, del cruce del imaginario de la gauchesca con el barroco resulta una poética de lo mestizo y lo singular es la perspectiva que adopta todo el poemario: al poner el malón en cautiverio adopta la perspectiva de la inversión de la Historia. En ese mundo al revés o patas arriba, es posible mostrar el asombro potente que abriga la poesía y su predisposición lenguaraz, artera de dialectos y de jergas para decir lo indecible del transcurso de aquélla, esto es, para decir la barbarie.
Malón en cautiverio es un libro tan moderno como arcaico, o mejor: es moderno porque no se olvida de aquello primitivo que nos sigue constituyendo como sociedad. Lo dice en el postfacio Juan Bautista Ritvo en un ensayo deslumbrante: el vocabulario de la religión romana deviene la clave del lenguaje de Tedesco. Y Ritvo no se equivoca: se trata de una poesía que bucea en la sacralidad, esa zona que subyace, sacrificial y sacrílega, a los lugares y a los seres y la cosas que los habitan. Paisaje y alma es el substrato del libro: la caída y la muerte vuelven sagrada a la vida, esto es, la vuelven inasible en su separación y apartamiento: “el muro de la muerte se hizo carne/ con la carne que fue de nuestra vida”. Endecasílabos áureos en los que resuenan Quevedo y Góngora, pero también en los que se fortalecen las voces de los márgenes, desde la gauchesca rural a la urbana, devenida ahora borde vulgar y creativo del habla. El paisaje del desierto y la tensión ciudad/campo se vuelven alegorías y recorren gran parte de la tradición literaria argentina: de los mataderos y refalosas a las Operación (es) masacre (s) de nuestra historia en las que se recuerdan las represiones del siglo XIX y la masacre de la Revolución Libertadora del ’55.
En este libro de Tedesco habla una voz refractaria a todo intelectualismo y a toda elocución letrada y cada vez más permeable a una lengua inventada en su mestizaje, en su pasión por la mezcla promiscua de voces arcaicas y neológicas, por la hibridación constante. La poesía es, de alguna manera, eso: cuerpo que se destroza a sí mismo para inventarse una lengua que pueda adentrarse en el abismo –en la barbarie– de la Historia. La poesía cautiva su propio malón en la lengua, y la cautiva, claro está, en los dos sentidos.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.