Domingo, 23 de junio de 2013 | Hoy
Los libros de Jeffrey Eugenides suelen ser potentes nudos intelectuales y emocionales que se disparan muy de tanto en tanto: Las vírgenes suicidas (1993) primero, luego Middlesex (2003) y ahora, finalmente, La trama nupcial. El propio autor explica el origen de esta monumental ficción sobre el matrimonio a partir de un interés por insertar las viejas y queribles novelas románticas inglesas en un mundo liberado y radicalmente distinto. ¿O no tan distinto? En diversas entrevistas, Eugenides recuerda sus años universitarios como el disparador de La trama nupcial y Rodrigo Fresán hace una lectura de esta esperada novela.
Por Jeffrey Eugenides
La trama nupcial creció a partir de otra novela, de la que ya tenía escrita cien páginas, y que abandoné. Me di cuenta tarde, pero con certeza, de que no funcionaba. Cuando las dudas no se van, es definitivo: no funciona. Aquella novela era sobre una gran fiesta, todos los personajes volvían a casa para esta fiesta; una de las hijas de esta familia era Madeleine, que después fue la protagonista de La trama nupcial. La novela iba razonablemente bien, pero estaba vacía. Un día escribí: “Los problemas amorosos de Madeleine empezaron cuando la teoría francesa que estaba leyendo deconstruyó la misma noción del amor”. Y de repente empecé a pensar en la semiótica y en Brown en los ’80, y empecé a escribir más y más sobre Madeleine. Y la prosa tomó tanta energía y frescura que resonaba contemporánea para mí, mucho más que la otra novela. Así que me liberé del otro libro. Y me di cuenta de que ese libro siempre había estado mal, que tenía cosas sin resolver. Y supe que el novio de Madeleine iba a ser depresivo. Y que iba a haber otro personaje, Mitchell, enamorado de ella. Y saqué a esos tres personajes del primer libro y los seguí, sin saber de qué se trataría este nuevo libro. No sabía que se trataría de una trama nupcial, ni que ése sería el título, ni que alguien se fuese a casar. No sabía ninguna de las cosas que pasan en el libro cuando lo empecé. Estaba viviendo en Chicago cuando tomé la decisión, en un departamento alquilado, y estaba solo. Ni tenía muebles. Había tormentas de nieve, el lago estaba congelado. Había trabajado dos o tres años en la primera novela y no quería desperdiciarlos, no quería tirar todo ese trabajo. Pero llegó un momento en que fue obvio y estaba preparado para seguir adelante.
Decidí que la novela transcurriera en mi universidad, Brown; al principio, iba a ser un college ficticio, pero cuando empecé a escribir era demasiado problemático y, después de todo, conozco muy bien Brown. Me pareció ridículo ficcionalizarlo y llamarlo college B. Además, hay muchas novelas sobre Harvard y otras instituciones, entonces por qué no Brown.
Hay ciertas expectativas culturales cuando se habla de Brown, y una es la obsesión con la semiótica; en mi época, el programa se llama Estudios en Semiótica, no era un departamento, recién estaba comenzando y parcialmente por eso la locura semiótica estaba en su pico, con la gente tomando partido radicalmente sobre si era una disciplina apropiada o no. La novela es ambivalente al respecto. Mi intención no era burlarme porque encuentro muy valiosos a muchos teóricos que he leído y continúo peleando con y en contra de algunos de sus pronunciamientos. Todavía significa algo para mí. Por otro lado también recuerdo la forma en que los estudiantes y profesores tomaban la teoría como un credo en aquella época. Como una religión. Siempre me pareció cómico y excesivo, inclusive entonces. Y todavía me resulta más gracioso ahora que la obsesión por la teoría francesa se ha disuelto un poco.
El personaje principal es Leonard, y es maníaco-depresivo. Leí bastante sobre el tema, especialmente para comprender qué tipo de comportamientos tiene una persona en estado de manía. Conocía la depresión y el estado depresivo, pero no el de manía. No me imaginaba que podía provocar que una persona se vistiera de modo extravagante, o que pudiera obligarlo a empezar una pelea, o a no dormir, o a beber. Así que me imaginé ese estado como una fiesta sin fin en mi cabeza, o como las fiestas del college, llenas de fiebre y anfetaminas y drogas. Cuando el libro finalmente se publicó, hubo un rumor de que Leonard estaba basado en David Foster Wallace, particularmente porque usa un pañuelo tipo bandana en la cabeza y botas de trabajo. Empezó en la revista New York Magazine y se estableció como un hecho. Estoy esperando que se desvanezca. Ahora la gente dice que hay muchas diferencias entre Leonard y DFW; la más básica es que David no sufría manía depresiva. Creo que le dan demasiada importancia a la bandana. Yo estaba pensando en Axl Rose, en Guns’ n’ Roses y el heavy metal, pero ya no puedo hacer nada.
Algo que sí es autobiográfico es la sensación de falta de propósito de los personajes cuando se gradúan. Yo lo sufrí menos porque sabía que quería ser novelista, pero no tenía un buen trabajo ni manera de publicar. Esos años fueron los más difíciles de mi vida y, cuando lo pienso, es una lástima, porque era joven y estaba lleno de salud y poder y fuerza; pero, psicológicamente, fue un tiempo de mucha inestabilidad. Para los estudiantes de los colleges de elite, la graduación es un despertar brusco; uno disfrutó de su educación durante 22 años. Pero, si uno estudió humanidades, no espera ganar dinero. Eso no me preocupaba mucho, no iba a abandonar todo para trabajar de inversionista. Cuando me gradué, la economía estaba en recesión, pero yo tenía tan pocas herramientas para conseguir un trabajo, de todas formas, que no creo que hubiese importado si la economía estaba en pleno crecimiento. Me esperaba trabajos malos, pero el tiempo pasaba y no le encontraba una vuelta a mi vida.
Después de un libro como Middlesex, que abarca 70 años y dos continentes, quería escribir algo más focalizado, más contenido. Quería que transcurriera en pocos días: era una reacción a Middlesex. Y aunque el libro terminó en 400 páginas, La trama nupcial es una novela mucho más condensada y diferente en su voz y en método narrativo. Este libro no rompe ninguna regla. Es tradicional. Cambia el punto de vista de personaje a personaje. Si uno lee a Tolstoi o un libro como Anna Karenina, también va de personaje en personaje y cada sección es en tercera persona, así que se puede ver todo el mundo de la narración de una forma más caleidoscópica. Es la narrativa más tradicional y nunca había hecho un libro así antes. Lo disfruté mucho.
La frase “la trama nupcial” se refiere a la trama central de la novela en sí misma, especialmente la novela europea (más aún la inglesa.) Si pensamos en novelas como Sensatez y sentimientos de Jane Austen, o Madame Bovary, o Anna Karenina o Retrato de una dama, todas son novelas sobre una mujer joven que todavía no se ha casado, que va a casarse al final o en la mitad del libro, y uno va a ver qué le pasa. Ese es el concepto literario: la trama nupcial. De eso se trata si uno es profesor de literatura y escribe sobre estas novelas. Pero esas novelas ya no pueden escribirse porque las condiciones sociales de las mujeres se han alterado radicalmente desde la época victoriana. La libertad que poseen es completamente diferente de la que tenían las mujeres entonces. Así que pensé: ¿cómo escribir un libro utilizando esta trama central y muy cautivante de la novela inglesa histórica? ¿Ha cambiado la prisión de las mujeres, esa libertad es total o no? Esa era la idea intelectual: escribir una trama nupcial moderna, una que le resultara verdadera a la gente, y especialmente a las mujeres, de hoy. Pero, ¿por qué me atrae este tema, emocionalmente? Bueno, el matrimonio no funciona como antes en términos de determinar nuestro destino, pero está en nuestra cabeza y determina muchas de nuestras acciones. Queda muy claro con el matrimonio gay: sigue siendo una idea potente, opera en nuestra mente como una especie de ideal, la búsqueda de esa persona que es “la” persona. Yo mismo empecé a pensar así muy temprano, viendo películas románticas, leyendo novelas románticas. Se me metió ese ideal en la cabeza. Quizá sea verdadero, quizá no, pero ciertamente causa problemas. Y así funciona en mi libro.
Las ideas para mis libros llegan de dos maneras. Puede ser una idea intelectual, que parece ser la razón para escribir el libro. Por ejemplo, Middlesex tenía que ver con el deseo de tener un narrador que supiera más que cualquier otro narrador –alguien que hubiera sido varón y mujer y que por eso supiera más acerca de la experiencia humana–. Tiresias, en la mitología griega, podía contestar preguntas sobre la sexualidad relacionadas con los hombres y las mujeres porque había vivido como ambos sexos. Esa idea me seducía. Así que ése era el motivo consciente. El otro motivo es inconsciente. Hay algo profundamente psicológico y emocional que me arrastra hacia determinado material. Es difícil de explicar. Es el tipo de cuestión que uno trata de dilucidar durante años en el diván del analista.
Paso la mayor parte del día escribiendo. Si puedo, escribo todos los días. No empiezo excesivamente temprano. Richard Ford se levanta a las 6 y escribe hasta el mediodía. Yo me levanto más tarde, empiezo hacia las 10 y trabajo hasta la tarde. Es como un trabajo de 9 a 5, pero de siete días a la semana. Y se acomoda a mi vida. Tengo una hija y una familia. Si viviera solo, probablemente escribiría mucho más tarde.
Las declaraciones de este texto fueron tomadas de entrevistas con Jeffrey Eugenides en la revista Interview y el portal Slate.com
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.