Domingo, 23 de marzo de 2014 | Hoy
Guionista y docente, Julio Acosta fue finalista del Premio Biblioteca Breve Seix Barral 2012 con En brazos de una mujer fea, una intensa novela que, en los pliegues de su trama, va tensando las conexiones entre dinero, confort, belleza efímera y erotismo.
Por Sebastián Basualdo
“Lo cierto es que su padre le dejó, después de mucho evolucionar en inmuebles, una parcela de más de media hectárea.” Rotunda como un desmoronamiento es la frase con la que el abogado Recalde le anuncia por teléfono a su cliente Vito Vila la noticia de que su padre le ha dejado una cuantiosa herencia: un terreno en desuso y listo para ser usufructuado con un valor de aproximadamente tres millones de dólares en plena Avenida del Libertador. Bien podría ser éste el principio de En brazos de una mujer fea, novela con la que el guionista y docente Julio Acosta alcanzó la instancia de finalista en el Premio Biblioteca Breve Seix Barral 2012. ¿Qué clase de deseos inconfesables pueden despertarse en un hombre que de un día para otro se encuentra con una mina de oro? Porque hasta el día en que recibe el llamado del abogado, Vito Vila no era otra cosa que un buen padre de familia, esposo tolerante y fiel sumido cotidianamente en la vorágine de su trabajo como visitador médico sin otras aspiraciones que llegar a fin de mes. A través de una perspectiva interesante y un ritmo que no decae gracias a una trama que se abre como un abanico por medio de una sutil técnica narrativa, mezclando por momentos el erotismo y el humor, En brazos de una mujer fea si algo deja al descubierto es la ideología recalcitrante que imperó durante la década del noventa en ciertos sectores sociales: los nuevos ricos.
De esta manera, Julio Acosta logra una historia donde la épica y la tragedia surgen como avatares de los caprichos del nuevo Dios: el dinero; una especie de morador del Olimpo que intercede en la vida cotidiana de los hombres, despertando en algunos casos lo peor de cada uno y haciéndolos vivir vertiginosamente todo lo que puede suceder bajo el sol en una época donde el cinismo y la frivolidad están a la orden del día, traducido en la fórmula: eres lo que tienes. “El tejido de las Parcas o el azar tienen caminos curiosos”, sentencia el narrador para dar comienzo a las peripecias de Vito Vila, que oscilarán como un péndulo entre lo público y lo privado; porque mientras el dinero contamina y pone en jaque los conceptos de tradición, familia y propiedad, un grupo inversor japonés quiere instalar en el predio un parque de diversiones de avanzada. La venta del terreno no será nada sencilla en un contexto de privatizaciones y devaluación; los impedimentos burocráticos y administrativos asumirán las dimensiones de un proceso kafkiano para este hombre común cuya vida pareciera estar cegada por la moneda hasta el día en que el destino lo pone frente a una funcionaria de la Dirección de Obras de la Ciudad de Buenos Aires: Mariana Manetti, una extraña y encantadora mujer de unos cuarenta años, sensible, profunda y frágil como una copa de cristal que no dudará en proponerle a Vito Vila un acuerdo que tal vez lo salve en el sentido más literal y nada metafórico del término. “Quiero que sepas esto: la vida es mujer, el destino es mujer, el Universo. El hombre corre y la mujer aguarda, pero ella es la que rompe la cinta de la meta. El hombre se desvela y la mujer duerme, pero ella es quien ve primero despuntar el alba. El hombre se enorgullece de ser el sagitario, pero la mujer es el arco, la cuerda, la saeta y la manzana”. Mariana Manetti será la encargada de guiar a Vito Vila por los recodos de la pasión, instalando su utopía en algún redondel de la noche. Y es justamente a partir de ese momento donde En brazos de una mujer fea logra poner en cuestionamiento hasta qué punto se hace de la felicidad un culto custodiado por la mirada de los demás. “¿Qué es un cuerpo perfecto? Perfecto es un cuerpo que es amado.”
Lo que se entiende por real no es otra cosa que los cánones establecidos por la propia cultura, y Vito Vila es una síntesis perfecta de su propio tiempo. En esto estriba lo más interesante de la novela de Julio Acosta: hablar de belleza o fealdad no es más que un guiño al lector para ponerlo a reflexionar sobre el modo en que se pierde la chance de vivir mientras otros construyen los sueños y deseos. “Recuerde, viva usted su vida. Si para algo sirve el dinero es para comprar tiempo, ¡tiempo para uno!, el verdadero oro.” Con una mirada profunda, crítica y a la vez consoladora, sin soslayar momentos de alto vuelo poético, Julio Acosta dio con una novela intensa donde la necesidad de elegirse a sí mismo es una obligación moral frente a ese infierno que mora en la mirada de los otros.
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