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Domingo, 18 de enero de 2015

SU MISIÓN IMPOSIBLE

Apenas conocerse el atentado a Charlie Hebdo, otra noticia alcanzó un fuerte vínculo con el tema: ese día era el lanzamiento de la nueva novela de Michel Houellebecq, Soumission, en la que se especula con el triunfo de un candidato islámico en las elecciones francesas de 2022. Una primera lectura de la novela no permite, sin embargo, considerarla una sátira al Islam sino más bien una mirada crítica a la evolución –o involución– cultural y política de los países de Europa.

 Por Juan Pablo Bertazza

No se sabe –nunca se supo y quizá nunca se sepa– si Houellebecq es una estrella literaria, una marca, un cínico, un extraterrestre, o todo eso junto. Soumission –su sexta novela, publicada por Flammarion– trajo aun más confusión: antes de salir se podía descargar por Internet (aún está disponible), y desde esa extraña avant première, Soumission (cuyo título es una de las traducciones de la palabra Islam) creó innumerables rumores: que buscaba recargar aquella frase según la cual el Islam era la más estúpida de las religiones, que se trataba de un inventario xenófobo disfrazado de ficción, que el ancien enfant terrible de la literatura francesa había llegado demasiado lejos. Incluso, se llegó a rumorear que Soumission podía ser resultado de un espurio pacto entre el escritor y Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, para incrementar su repuntada.

Cuando el siete de enero, después de tantas habladurías, la novela finalmente salió a la venta con una tirada de 150.000 ejemplares, ninguno de los rumores se aplacó: doce personas resultaron asesinadas a raíz del brutal atentado contra Charlie Hebdo que, en su último número antes de la tragedia, había incluido al propio Houellebecq en tapa. A propósito de la salida de su novela, “el mago Houellebecq preveía” que en 2015 se le caerían los dientes y que en 2022 celebraría el Ramadán. En las últimas páginas de ese fatídico número, una viñeta anunciaba escándalo: “Alá ha creado a Houellebecq a su imagen”, con una caricatura que empeoraba, de ser posible, el ya complicado rostro del autor de Las partículas elementales.

En una entrevista posterior al atentado que no sólo suspendió la presentación del libro sino también su permanencia en París, Houellebecq dijo ser Charlie y lamentó profundamente la muerte de su amigo Bernard Maris (el economista, una de las doce víctimas del tiroteo) pero también aclaró que “una lectura medianamente honesta del Corán jamás podría desembocar en el jihadismo”.

Después de todo esto, la cuestión es cómo leer Soumission (cuya publicación en español y en nuestro país se adelantará uno meses), como literatura. En otra entrevista concedida al noticiero central de France2, Houellebecq dio una respuesta brillante: “Ni la busco ni la evito, si se me ocurre algo que puede generar polémica no dejo de escribirlo”.

Hacia lo mismo parece apuntar ese paracaídas textual de la novela que significa la ocupación de su protagonista, François: un investigador y profesor de la Sorbonne de cuarenta y cuatro años, especialista en la obra literaria de Huysmans, el autor de A rebours (en español: contra natura o a contrapelo), verdadera biblia del espíritu decadente del siglo XIX que es, a la vez, el libro que lleva a la perdición a Dorian Gray en la novela de Oscar Wilde. Es a partir del filtro de su propia decadencia marcada por el alcohol, una soledad existencial matizada muy de vez en cuando por esas felaciones “capaces de justificar la vida de un hombre” y la muerte casi simultánea de sus padres que François (quien terminará supervisando el ingreso de Huysmans a La Pléiade de Gallimard) es testigo de la irrupción carismática del líder político Mohammed Ben Abbes, quien encarna “un nuevo humanismo respetuoso de las demás religiones” porque en el transcurso de un mismo año, por ejemplo, “visitó tres veces el Vaticano”. Antes de que se lleve a cabo la segunda vuelta que marcará el triunfo del joven musulmán sobre Marine Le Pen, comienza un sintomático traslado voluntario de judíos franceses a Israel, y una serie de confusos atentados que nadie se atribuye.

A pesar de todo eso, no es cierto que Soumission sea un libro satírico. En ese sentido, Houellebecq no es Charlie. En todo caso, las únicas burlas se dirigen hacia la insoportable levedad del discurso del sentido común que atraviesa gran parte del periodismo. Es lo que sucede cuando el libro se ríe de que Le monde llame “casandras” a quienes pronostican una guerra civil entre inmigrantes musulmanes y poblaciones autóctonas de Europa occidental cuando “las predicciones pesimistas de Casandra siempre se cumplían, así los periodistas de centroizquierda no hacen más que repetir la ceguera de todos aquellos que no le habían creído, por ejemplo, el rapto de Helena por París, la declaración de la guerra de Troya ni la treta del caballo de Troya. Pero esa ceguera no tiene nada de inédita en la historia: los intelectuales, políticos y periodistas de la década del treinta estaban persuadidos de que Hitler terminaría por entrar en razón”.

Una vez que la Fraternidad Musulmana (así se llama el partido) logra el triunfo en las elecciones, se empiezan a advertir algunos cambios: la poligamia se vuelve legítima y obvia, todos los docentes deben ser musulmanes sin excepción y el programa escolar debe adaptarse a las enseñanzas del Corán; mientras que Algeria, Túnez, Marruecos, Egipto y El Líbano encaran con mucha confianza sus respectivas negociaciones para ingresar a la Unión Europea.

Tampoco es cierto que Soumission le pegue al Islam, ni siquiera es ése su tema principal. Porque más allá de esos cambios –de esa sombra– que parecen tener en vilo no sólo a Francia sino a todo el continente, lo que hace de este libro una novela es, precisamente, su tremenda ambigüedad. Es por eso que más que una novela sobre la amenaza del Islam (como tantas veces se dijo), es una novela sobre la decadencia europea, un continente agotado por “el fenómeno de alternancia democrática”. Es cierto que hay menciones y definiciones sobre el Islam –“no es en el fondo más que un inmenso poema místico de alabanza, la única religión que prohibió toda traducción en uso litúrgico porque el Corán está enteramente compuesto de ritmos, rimas, refranes y asonancias, se construyó sobre la base de la poesía, sobre la idea de la unión entre sonoridad y sentido”– pero incluso eso lo dice Rédiger, un personaje acomodaticio que se convierte y busca convertir para llegar a la presidencia de la Universidad.

En definitiva, y más allá del chiste incluso un poco malo de las elecciones presidenciales del 2022, el tema central de Soumission es lo que Houellebecq llama “el retorno de lo religioso”, una tendencia profunda que según Houellebecq, por exceso u omisión, atraviesa la sociedad actual y quizás sea una de las claves para entender el extraño vínculo no terrorista entre Oriente y Occidente.

No en vano, a lo largo de sus trescientas páginas, Soumission señala el para muchos inesperado vuelco religioso de destacadísimas personalidades que incluyen a Rimbaud –según se cuenta, se convirtió al Islam hacia el final de su vida en Africa–, Einstein –“curioso ateo alguien que asegura que Dios no juega a los dados”–, el propio Huysmans –los últimos quince años de su vida experimentó un catolicismo mítico– y hasta Newton –“el mayor genio de la humanidad, capaz de unir en un esfuerzo intelectual brillante la caída de los cuerpos terrestres y el movimiento de los planetas, creía en Dios, y firmemente, a tal punto que consagró los últimos años de su vida al estudio de la exégesis bíblica”–.

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