Domingo, 18 de enero de 2015 | Hoy
Los poemas dedicados a Juan Gelman por Jacques Ancet, su traductor al francés, fueron escritos entre el 13 y el 30 de enero de 2014, inequívocamente ligados al impacto por la noticia de su muerte, de la que acaba de cumplirse el primer aniversario. Publicado recientemente por Alción, Las cenizas y la luz –y publicado también en París por Caractères, bajo el título de La lumière et les cendres– cuenta con traducción y prólogo de Rodolfo Alonso. Todas formas de un duelo que a partir de una amistad de voces, no excluyen la felicidad del trabajo con la palabra, la rigurosidad, la alegría y la convocatoria de la luz.
Por Susana Cella
La primera noticia que Jacques Ancet –poeta, ensayista y traductor francés nacido en Lyon– tuvo de la poesía de Juan Gelman fue en los años setenta mediante las grabaciones del Cuarteto Cedrón. En la década siguiente, el poeta español José Angel Valente, que figura en la lista de quienes fueron sucesivamente traducidos por Ancet (no sólo autores del siglo XX y contemporáneos como Vicente Aleixandre, Jorge Luis Borges, Luis Cernuda, Antonio Gamoneda, Ramón Gómez de la Serna, Roberto Juarroz, Alejandra Pizarnik, Xavier Villaurrutia, María Zambrano; sino también clásicos del Siglo de Oro: San Juan de la Cruz, Quevedo, Góngora), le dio a leer Citas y comentarios. El libro deslumbró a Ancet tanto por las referencias a los místicos españoles (interés y admiración que compartía con Gelman y Valente) como por todo lo que allí había en cuanto al diestro manejo de la lengua castellana en diversas vertientes –idioma en formación, lengua barroca, habla rioplatense– configurando esa expresión poética que indagaba en los meandros de historia del idioma en busca de la palabra sustraída y silenciada para convertirla en asilo y reconocimiento, en el lugar del antiexilio rescatando todas las voces, y entre ellas, como el propio Gelman dijo, las zonas exiliadas del idioma.
Pudo ver Ancet de qué modo Gelman recuperaba e integraba a su propia escritura desde lo que aparece como el nacimiento de nuestra lengua castellana –lo que se vería luego profundamente marcado en Dibaxu– y devenir, en esas voces múltiples que atestiguan el espesor temporal de las palabras y sus tránsitos espaciales, en un movimiento que va contra el olvido, resucitando sentidos. Ancet recurre para definir estos procedimientos a una expresión de José Lezama Lima, “poesía para la resurrección”.
Citas y comentarios fue para Ancet “una poesía de una intensidad impresionante y, sobre todo, un trabajo de referencias a los místicos de los cuales me ocupaba al mismo tiempo que traducía a Valente, quien recoge también esa herencia”. Una genealogía que no le era desconocida a Ancet dada su especialización en el castellano como lector y profesor en la Universidad de Sevilla. A lo que cabe agregar que, además de su empeñada tarea de traductor es autor de numerosos libros de poesía, narrativa y ensayo, que fue publicando sin solución de continuidad desde los años setenta a la actualidad.
Poco antes de la oportunidad de encarar Citas y Comentarios, Ancet había estado trabajando en la traducción de San Juan de la Cruz, y según su experiencia, el pasaje de un poeta al otro –de San Juan a Juan Gelman– o, en sus palabras, “del místico revolucionario” al “revolucionario místico” se dio “naturalmente”, como declara para señalar una suerte de nexo que reafirma la propuesta planteada por Gelman respecto de los poetas que incluye en sus Citas, o sea, el establecimiento de un diálogo posible, de una continuidad marcada por la palabra y la experiencia vital. Pero, además, Ancet va a evidenciar una común sensibilidad que lo acerca a Gelman: sus definidas posturas respecto de la violencia dictatorial. Así, puede reconocer que “para todo el sufrimiento y la violencia que son el telón de fondo de este libro y de otros de Juan Gelman, yo estaba, en cierto modo, preparado para experimentarlo íntimamente, porque acababa de escribir entre los años ’80 y ’82 un libro terrible, El silencio de los perros, hoy reeditado con un largo prólogo, inspirado directamente en los testimonios de torturas padecidas durante la dictadura argentina”.
Al promediar los ochenta, en una lectura de poesía compartida en el Palais de Chaillot, finalmente Ancet pudo encontrarse personalmente con Gelman y le preguntó si aceptaría que tradujese Citas y comentarios al francés. Luego de algunos inconvenientes (supuestamente ya había otro traductor), el pedido fue aceptado y sorteando demoras de edición, se concretó el proyecto en la década siguiente, y con no poca intervención de Ancet respecto del título más apropiado en la versión francesa, apareció como L’ opération d’amour. Para Ancet, “operación de amor” fue la imagen capaz de condensar todo lo que Gelman había puesto allí, su posibilidad de convertir –sin menoscabar ni diluir– el dolor en la ternura que impregna todo el libro, como afirma Ancet cuando ve una “verdadera transmutación en el sentido alquímico del término, desde las tinieblas a la luz, del horror al amor”. No poca huella quedaría para el poeta francés de esa contraposición, como iba a mostrar luego en su libro de luz y ceniza.
Si Citas y comentarios no habría sido el mejor título para el público francés, Ancet hizo surgir el suyo a partir de uno de los poemas de Gelman, la cita XXIX (Santa Teresa): “Amor particular muy tierno que // agranda la alma no cobarde/ como // desolación de vos/ fiebre de vos // silencio de vos lleno de tus voces // aprietamiento mío que va a dar // a alma llena de sol/ como después // de tempestades que callaron/ niños // que desollaron su penar/ o penas // que perdieron su nombre por desear // sabrosísimamente heridas de // tu operación de amor/ fuego encendido // como dolor ya no dolor”. Vale aclarar que las barras dobles indican el final de los versos mientras que las otras, a las que muchas veces recurrió Gelman, marcan precisos cortes en la sucesión de las palabras, estableciendo un ritmo, pausas y tonos que destacan la herida, la no juntura, lo lacerado, al tiempo que sostienen el esfuerzo por sostener el impulso a seguir nombrando.
La “amistad de voces”, según Ancet, quien así tituló uno de sus ensayos sobre poesía, continuó a partir de allí y se expandió en las traducciones de Hacia el Sur y Carta Abierta. Además de encuentros personales, como en ocasión del reportaje compartido en 2012 en Radio France Culture, según atestiguó el mismo Ancet, no fueron pocos los intercambios de correos electrónicos, muchos de ellos relativos a consultas y dudas del traductor frente a esos textos de los cuales, en su extremada pericia, Ancet fue capaz de enumerar, en lo que tuvo que afrontar como traductor, rasgos que hacen a la compleja escritura de Gelman: sus citas explícitas o no, el uso de las barras en el interior de los versos, las expresiones coloquiales, las derivas de palabras, los neologismos, las múltiples referencias al ámbito e idioma porteños. En definitiva, todo aquello que hace al estilo inconfundible de una de las figuras centrales de la poesía castellana.
Cuando aconteció la muerte de Gelman, además de una sucesión de notas que iban desde evocar al poeta en los diversos momentos de su trayectoria, de testimonios y memorias, hubo también una serie de homenajes viabilizados en poemas por parte de quienes fueron interlocutores más o menos directos, como por quienes a partir de la lectura de su obra, no dejaron de testimoniar el reconocimiento a esa voz que de algún modo los había apelado, a la cual un conjunto de poetas latinoamericanos quiso citar y evocar en poemas alejados de la retórica del epitafio, para en contrapartida mostrar la incidente presencia de la poesía de Gelman, inclyendo a quienes, como Ancet, aunó su condición de poeta y traductor.
Ancet escribe su poemario de homenaje a Gelman en medio del dolor, quizá como una suerte de duelo. Menos que una elegía se ve un contrapunto, no sólo entre dos lenguas, lo cual, por otra parte, estaría afirmando la cercanía entre traductor y traducido, sino sobre todo en ese territorio común de la escritura poética. Los poemas de Ancet trasuntan un motivo que evidentemente ya venía manifestándose en la labor diaria de diálogo y coincidencias –poéticas, ideológicas– cifrados en la visible presencia de los restos y su contrapartida: de lo que apagado arde (las cenizas) y de aquello que no sólo las hace visibles, sino que también anida en los poemas aun más oscuros, luz. De ahí ese texto La lumière et les cendres, que, por consideraciones rítmicas, se tradujo como Las cenizas y la luz. Anverso y reverso, en todo caso de un ritmo que pone en escena la fluencia de la escritura, capaz de revolverse, avanzar, replegarse sobre sí y aun andar. Los poemas, sucesivos, breves, condensados, parecen sondear al ausente, cada uno como una fragmentaria entrevisión tendida entre lo que fue vida y la sombra ardiente que de ella queda: “Existía en su palabra/ el resplandor de un desgarro/ se lo oía sin saber/ de dónde venía tal luz...” (XII). “la claridad se retira/ se le ve todavía un poco/ alza la mano la agita/ tiene todavía un rostro/ pero es una mancha negra/ sólo su voz sigue clara/ morir desmorir dice ella” (XXXIII).
El subtítulo “Milonga para Juan Gelman”, supone en el autor francés un más que probado conocimiento de los intersticios e historia de formas castellanas en sintonía con el interés por presentificar la densidad de la lengua a partir de la poesía de Gelman. Una suerte de empatía con ella por parte de Ancet posibilita ahondar en una labor de traducción (en la composición de los poemas) que rebasa lo lingüístico porque se trata, en ese movimiento traslaticio de una lengua a otra, de preservar lo que se comparte: continua indagación al entorno, a los otros, a sí mismo, mediante esa exploración peculiar que posibilita el lenguaje poético, atento siempre a aquello que simultáneamente se dice y se calla en sintonía con el contexto en que surge, se desarrolla y cambia, movimientos que Juan Gelman toma y expande en sus composiciones, citas y comentarios, como denominó a varios de sus textos, erigidos en constante oposición a las formas de cese de la palabra: exilio, distancia, silencio, muerte. Asordinado, el movimiento de Ancet aparece como eco de eso que fue extremo en Gelman. Ancet compuso treinta y cinco poemas breves en francés, que en esta edición aparecen enfrentados a la traducción castellana de Rodolfo Alonso. Las fechas no dejan dudas, entre el 13 y 30 de enero de 2014, como escritos al pie de la noticia.
IX
lo vemos en la humareda
blanca entre las ramas negras
se lo ve desperdigarse
perderse entre las hojas
deshacerse rehacerse
se lo ve como ella sin
verlo allí estar no estar
X
él podría estar muy cerca
tan cerca que no sabríamos
qué sabemos es que tiene
como una voz que murmura
pero que no es una voz
nos gustaría saber
qué es quisiéramos mucho
XII
existía en su palabra
el resplandor de un desgarro
se lo oía sin saber
de dónde venía tal luz
pronto parecían las cosas
nacer se extraviaba uno
no hallaba el día su nombre
XIV
se aleja se intenta ver
él es como ese que va
en la neblina una forma
sin forma una sombra inmóvil
que se agita no sabemos
a veces con una lumbre
silencio pleno de vos
“Componiendo a cuatro manos”, dice Rodolfo Alonso (el traductor al castellano de los poemas del traductor de Gelman al francés) al referirse a esos poemas que Ancet le envió para de algún modo compartir el dolor por la ausencia de Gelman y a la vez reponerlo en un trabajo que a ambos (y también a Gelman) les fue destinado, esto es, la traducción. “Con Juan, sin Juan” se titula el prólogo que Alonso escribe al poemario de Ancet, cuya versión castellana fueron elaborando Alonso y Ancet hasta notar que una tercera voz intervenía. El concierto a “cuatro manos” (Ancet/ Alonso) donde los intérpretes ensamblan una partitura, fue una actividad febril entre ambos, discutiendo vocablos, ritmos, métrica, etc., pero tomó un rumbo particular porque, dice Alonso, “fue como un descubrirse componiendo a cuatro manos que de pronto se volvieron seis”. No eran sólo las dos del autor francés junto a las otras dos del que las iba a pasar al castellano, sino más, la otra voz, como una tercera dimensión, porque aquellos versos de Gelman encriptados en los poemas de Ancet, tejidos en la Milonga, merecían ser, según el criterio de Alonso, vueltos a su referencia. De ahí la reposición, por parte de Alonso de las “citas” que Ancet entreteje en sus poemas o Alonso incorpora a su traducción. Por eso el libro incluye un “Listado de citas originales de Juan Gelman”, las que vale la pena leer en contrapunto con los poemas de Ancet y las versiones de Alonso. Así, por ejemplo:
XXII (Ancet)
del todo abran las ventanas
para hacer entrar al cielo
caballos del mundo ardiendo
amigos de bocas llenas
de naranjos compañeros
que entre la tortolica
con alas llenas de sangre
Hacia el sur (Gelman)
abren la ventana
para que entren los caballos del mundo/
el caballo encendido del sur/
Nidos.
Los compañeros que desembarcaron en la muerte
Tienen la boca llena de naranjos
La tortolica herida de amor hacía nido en sus tiros
XXXII (Ancet)
tengo decías dos llantos/
tuyo/ el de nacer/ el otro/
si te vas están allí
en tu aliento vos decías
me pisoteó el jabalí
del monte en este exilio
soy yo mismo una bestia
XXXII (Gelman)
com/ posiciones
Los dos llantos
tu corazón oye dos llantos/
el tuyo/ de nacer/
el otro/ si te vas
La puerta
el jabalí del monte me pisoteó/
...
en esta medianoche del exilio/
soy yo mismo una bestia/
Los poemas de Ancet se erigen como palabra en movimiento, capaz de citar y comentar una voz como la de Gelman, pero emplazando su propia condición, su tiempo y lugar, según los ritmos cambiantes de lo que solemos llamar realidad.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.