Domingo, 8 de febrero de 2015 | Hoy
Después de Nos vemos allá arriba, una comedia que explotaba los aspectos más absurdos de la Primera Guerra Mundial, llega en español otro libro de Pierre Lemaitre que lo confirma en un lugar destacado de la narrativa francesa. Vestido de novia es un policial que bucea en lo más oscuro de la conducta humana a través de una historia pesadillesca y a la vez cotidiana.
Por Juan Pablo Bertazza
Ya es suficiente. La llegada de Vestido de novia, el segundo libro que se consigue en castellano de Pierre Lemaitre, alcanza para todo: para recomendarlo con ojos cerrados a quienes siempre preguntan qué leer, pero también para ir haciéndole un generoso lugar en el convulsionado canon de la literatura francesa actual que, a pesar de su enorme producción, también se las ingenia para vender pescado en sospechoso estado de salubridad. Así que a ir memorizando ese apellido con algo de título honorífico (le maître) y ese rostro de Lou Reed exhausto. Porque muy pronto (si no ahora mismo) veremos a Lemaitre abrirse camino entre el petardismo exquisito de Houellebecq, la sensibilidad todoterreno de Emmanuel Carrère, la solemnidad cool de Le Clézio, la repetición siempre única de Modiano y la precisión basada en hechos reales de Jean Echenoz.
Así que éstos son, acá están, más o menos, los datos que ya empiezan a viralizarse: Pierre Lemaitre nació en París en 1951, fue profesor de literatura y guionista de televisión, y empezó a publicar de grande, después de los cincuenta: hace menos de diez años vio la luz su primer libro, El novelista, que pronto será también traducido al español.
Aunque tuvo una modesta consagración a través del policial –y de su detective Camille Verhoeven– la gloria mayor no se la debe a ese género (como sí es el caso del suizo Joël Dicker, otro fenómeno de ventas de calidad garantizada) sino a un libro que sacó de la galera, distinto de todo lo que venía haciendo antes: Nos vemos allá arriba (publicada en español por Salamandra), una hipnótica novela sobre los coletazos y escopetazos de la Primera Guerra Mundial que parecía actualizar sin complejos Almas muertas de Gogol (la literatura rusa siempre está presente en Lemaitre). Nos vemos allá arriba no sólo le dio el Goncourt en inédita cuestión de minutos sino que además potenció al máximo el piso de ventas que asegura ese premio (el más importante de Francia y tal vez de Europa) al ubicar más de medio millón de ejemplares sólo en Francia. Hoy, la obra de Lemaitre se puede leer en 18 idiomas, mientras se ruedan dos películas basadas en sus primeras novelas policiales: Alex (2011) y Vestido de novia (2009), que es el otro libro de Lemaitre ya disponible en castellano.
Sophie es una niñera algo madura que, sin que sepamos bien por qué, se encuentra en un momento bisagra. Sufre bruscos ataques de llanto y padece pequeñas distracciones (pierde llaves y documentos, tiene problemas con la policía por olvidarse de pagar parte de lo que lleva en el changuito). En definitiva, Sophie es una despistada, una despistada en toda la dimensión que puede adquirir esa palabra en una novela como ésta. El asunto empieza a desbarrancar cuando ella percibe que empieza a sentir un profundo rechazo por Léo, el chico de seis años que tiene a su cargo, a tal punto que le termina encajando un bife totalmente gratuito. Impactada por su conducta, Sophie va a buscarlo a su cama al otro día con tono conciliador, casi culpógeno, pero advierte que fue brutalmente asesinado. Y, por supuesto, la principal sospechosa (incluso para ella misma) es la propia Sophie.
Así arranca, desaforado, este thriller que parece ser la cruza imposible entre Simenon y Stephen King. Un policial que con su modesta caja de dos o tres cambios aprovecha al máximo las posibilidades literarias y le saca un largo trecho de distancia a tanto libro del género que pulula en todo el mundo. Apenas huye del domicilio de su trabajo para escapar a donde sea, las desgracias de Sophie se reproducen como termitas: la mala suerte se profundiza, la paciencia escasea, el miedo se multiplica y los muertos se acumulan.
Lemaitre es un maestro tanto en lo macro como en lo micro: tiene un enorme talento para delinear tramas pero también para describir acciones que retumban durante todo el libro: en Nos vemos allá arriba había, por ejemplo, una escena memorable poco antes de terminar la guerra, cuando un teniente francés, con el objetivo de confirmar la rendición alemana, enviaba a la trinchera a dos soldados que sellarían para siempre su destino: uno quedaba enterrado vivo con la única compañía de un cadáver de caballo al que intentaba sacarle algo de su pútrido aliento para poder respirar, y el otro conseguía salvarle a último momento la vida en una hazaña que le costaba perder la mandíbula inferior.
En Vestido de novia, el termómetro de la ansiedad trepa a lo más alto cuando Sophie llega a último momento al banco para retirar todos sus ahorros y al fin huir, y el empleado primero desconfía y finalmente la cargosea en busca de un acercamiento sexual, mientras el taxi la espera en la puerta, el teléfono suena y los padres de la víctima se la quieren comer cruda.
Justo cuando el lector celebra dar con una novela así –y la desesperación de Sophie te cala los huesos–, Lemaitre abre otra historia con otro punto de vista, un personaje que dará mucho que odiar y la estructura de un diario íntimo tan perverso como sofisticado.
Tal como sucedía también en Nos vemos allá arriba, se le puede reprochar a Lemaitre que le sobran algunas páginas y algunas acciones (incluso, por momentos, pierde algo de verosimilitud y se torna previsible) pero, en todo caso, es parte del terreno donde despliega la magia y es cierto que esos excesos en nada opacan el enorme placer que da leerlo.
Además, como quien no quiere la cosa, Vestido de novia (el título es mucho más perfecto de lo que parece a simple vista) exhibe los posibles daños colaterales de este presente en el que la psiquis de una persona se puede ir a pique en un instante, en el que la actividad virtual es más prolífica que la real (la distinción misma resulta ya ridícula) y en que un perfecto desconocido puede ser quien mejor nos conozca en el mundo.
Hay un momento de Vestido de novia donde se dice que lo que aseguró el éxito de las guerras napoleónicas antes de la derrota de Waterloo fue saber cambiar sobre la marcha. Esa misma reflexión, que podría extenderse a una campaña política o a un mundial de fútbol, sirve para entender no sólo la solidez de esta novela sino también el meteórico ascenso de una obra literaria que, a poco de empezar a jugar en las grandes ligas, ya se sabe que va a dejar huella.
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