Domingo, 8 de febrero de 2015 | Hoy
La cultura judía giró esencialmente alrededor del libro. De la Torá a las más diversas expresiones literarias populares en idish, los textos marcaron una forma de contención y de vínculo en la diáspora. Una historia del libro judío, de Alejandro Dujovne, explora la eclosión de publicaciones judías –incluyendo diarios y revistas de la colectividad– de la Argentina, con especial atención al rol de editores pioneros, como Manuel Gleizer y Samuel Glusberg.
Por Mariano Dorr
Mahoma llamó a los judíos “Pueblo del Libro”, por el lugar fundamental que ocuparon las Escrituras en la historia de los hebreos. Muchos siglos más tarde, el poeta alemán Heinrich Heine se refirió a la Torá como “la patria portátil” del pueblo judío. Uno de los epígrafes que abre este libro es una cita de George Steiner: “Como un caracol con sus antenas alerta ante la amenaza, el judío ha llevado la casa del texto a sus espaldas. ¿Qué otro domicilio le ha sido permitido?”. La íntima relación entre el pueblo judío y el libro es el punto de partida para indagar las manifestaciones históricas de este vínculo fundamental en la cultura judía. Alejandro Dujovne (doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet) explica la importancia de que tanto la Torá –la palabra revelada– como el Talmud –la tradición oral de interpretaciones bíblicas– se compongan de un conjunto de textos. Luego del sitio y la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén (año 70 de la era común) el sabio Yhanan Ben Zakai logró escapar y pactó con los romanos el derecho a un nuevo espacio para el estudio y el culto: “Con esta decisión rompió el monopolio del Templo de Jerusalén como único ámbito del culto y de la enseñanza, e inauguró una relación distinta de los judíos con el espacio y con el saber: el vínculo que conjugaba la práctica del culto y el estudio de los textos sagrados con la geografía de Jerusalén y con la espacialidad del Templo, que había organizado la vida judía hasta entonces, se veía reemplazado en ese momento por un lazo únicamente simbólico”. Con la posibilidad de que cualquier sitio pudiese convertirse en un ámbito de formación y práctica religiosa, “el Libro adquirió un papel central en la supervivencia del judaísmo en la diáspora, al actuar como el centro de referencia que sostenía la unidad del pueblo judío en el tiempo y el espacio”, escribe Dujovne. La historia del pueblo judío es entonces inescindible del contenido de la Torá y a su vez de la historia de la lectura, la interpretación y la cultura alrededor de la Torá, a través de los siglos.
La apasionada historia del libro judío en la Argentina comienza en Europa, con los primeros editores judíos desde la invención de la imprenta. En el primer capítulo (“Historia y geografía transnacional del libro judío”) Dujovne da cuenta del origen de la lengua idish en el siglo XI y su progresiva convivencia con el hebreo, en un caso de bilingüismo interno: “Mientras éste –el hebreo– era el idioma de los textos religiosos y el culto, el idish era la lengua popular utilizada para el habla cotidiana”. El primer texto impreso en idish es una canción de Pésaj publicada en 1526 en Praga. El primer libro, un diccionario hebreo-idish editado en 1534, en Cracovia. A partir de entonces comienza el desarrollo de la edición judía, dando lugar a lo que luego se llamó “la antigua literatura idish”. Los acontecimientos políticos en la Europa de los siglos XVIII y XIX, seguidos de la revolución rusa, las guerras mundiales, el Holocausto y la posterior creación del Estado de Israel dejaron una huella imborrable en la historia de la imprenta y la edición de libros judíos. En este contexto, el libro idish en Buenos Aires hace su aparición con el arribo de los inmigrantes judíos ashkenazis a la Argentina desde fines del siglo XIX hasta 1940. La investigación de Dujovne recorre todo un siglo de publicaciones: “Entre 1898, año de aparición del primer periódico judío en el país, y 1989 identifiqué cerca de ciento cincuenta publicaciones periódicas de muy diverso tipo y duración, exclusivamente en idish, y al menos veintiocho bilingües idish-castellano”, comenta el autor.
El libro constituye un informe detallado sobre los sellos editoriales, imprentas, bibliotecas y hasta librerías especializadas en libros judíos en la Argentina.
Dujovne cuenta (entre otras) la historia de pioneros como Manuel Gleizer y Samuel Glusberg, los primeros en editar –en la Argentina– a los más destacados escritores judeocristianos de su época. Gleizer fue, además, el primero en proyectar una colección específica de traducciones al castellano de títulos de temas judíos. Nacido en 1889, en Besarabia (Imperio Ruso), Gleizer cruzó el mundo para instalar, muchos años después, una librería en la actual Av. Corrientes. En 1921 se mudó sobre la misma calle, cerca de la actual Scalabrini Ortiz, en Villa Crespo: “La Librería La Cultura adquirió renombre dentro del circuito literario porteño por la venta y edición de libros, y también por atraer y congregar a figuras como Nicolás Olivari, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón, Luis Franco, Ricardo Molinari, Leopoldo Lugones y Alberto Gerchunoff, entre muchos otros”. El influjo de Manuel Gleizer fue tan grande que hasta ofreció su sello a figuras como Marcelo T. de Alvear, Alfredo Palacios, Macedonio Fernández y Eduardo Mallea. Con la Biblioteca de temas judíos, Gleizer presentó una variada combinación de géneros, temas y autores: Los gauchos judíos, de Alberto Gerchunoff; Sionismo y humanismo, de Max Nordau; El Talmud, de Iser Guinzburg, fueron algunos de sus títulos.
El libro incluye algunas imágenes (lamentablemente, muy pocas) que permiten observar, por ejemplo, el tipo de publicidad que caracterizó al libro judío en la cultura argentina. Un recuadro indica la siguiente leyenda: “¿SE INDIGNA UD. CUANDO PERSIGUEN A LOS JUDIOS? Lea el libro Renacimiento de Israel, de Ludwig Lewisohn y Ud. comprenderá lo que debe hacer como judío. Pídalo a la administración de MUNDO ISRAELITA. Edición de lujo. 380 páginas. Tiraje limitado”. Otra publicidad: “¡Una suscripción a la EDITORIAL ISRAEL es un acto de afirmación judía!”. En el período que transcurre desde la década del cuarenta hasta mediados de los setenta –explica Dujovne–, Buenos Aires se convierte en el principal centro cultural y político judío de habla castellana. Escrito con el cuidado propio de una investigación en el ámbito de la sociología, Una historia del libro judío se detiene a analizar el impacto de la cultura judía argentina –como señala el subtítulo del libro– a través de sus editores, libreros, traductores, imprentas y bibliotecas.
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