Domingo, 6 de diciembre de 2015 | Hoy
MARGARITA GARCíA ROBAYO
Autora de varios libros de cuentos y novelas, Margarita García Robayo ganó con Cosas peores el premio Casa de las Américas de 2014. Un puñado de relatos con seres que en diferentes momentos de su vida y en diversas circunstancias abrevan en el común denominador de la insatisfacción.
Por Angel Berlanga
Algo roto, alguna herida con más perspectiva de persistir o de agrandarse que de cerrarse, y cierta inercia para transitar el dolor, el vacío, el desamor, sin que acabe de aparecer un sacudón liberador, que cauterice esas laceraciones o que al menos fantasee la cuenta en cero, que habilite un sitio nuevo desde el que mirar: notas por el estilo pueden pensarse tras la lectura de los siete cuentos que componen Cosas peores, libro con el que Margarita García Robayo ganó el Premio Casa de las Américas en 2014. Esta narradora colombiana vive desde hace varios años en Buenos Aires y, de hecho, ha dicho que fue aquí donde empezó a escribir ficción, tres volúmenes de cuentos y un par de novelas en su haber, entre ellas la notable Lo que no aprendí (2013, Planeta), un expandido relato de iniciación con un salto al futuro en el que, en unas pocas páginas, a partir de la muerte del padre, un mundo se astilla para siempre.
García Robayo retrata en tercera persona los estados de drama de variado calibre de sus protagonistas y acaba componiendo un álbum de postales que entreveran insatisfacciones, reproches, indiferencias o violencias sordas con los otros, los cercanos en el trato cotidiano, para terminar arribando al contorneo de la soledad de sus criaturas. El abanico de tiempos al que la autora apela para contar de sus perturbaciones varía y puede desplegarse en una noche, con el vendedor de aparatos alojado “en el mejor hotel del mundo” tras un accidente en el aeropuerto que lo obliga a postergar su viaje (“Usted está aquí”), o a lo largo de la vida de un pibe que va de obeso a impresionantemente obeso y desea al final que llegue algo que lo arrase (“Cosas peores”), o en el inmedible espacio por el que se mueve el dueño de un bar de suburbio, en lo que parece un encadenamiento de pesadillas (“Sopa de pescado”).
En la raíz de esos estados, siempre, los fallidos deseos y expectativas respecto a las parejas, los padres, los hijos: en “Lo que nunca fuimos”, el enganche y el progresivo deterioro de la relación de unos jóvenes garchantes (este es el relato con más pasos de comedia del libro); en “Cómo ser un paria”, el aturdimiento de una señora bien de cincuenta y pico enferma de cáncer que vive sola en una casa con un jardín que huele a podrido (“Estás insoportable, madre”, le dice su hijo); en “Algo mejor que yo”, el académico que viaja a Roma con la excusa de un seminario y trata de encontrarse con su hija, que vive ahí: pero ella no quiere verlo. En “Los álamos y el cielo de frente”, el cuento que cierra, en mi leer el más conmovedor del volumen, una mujer se despide de su ex pareja en el aeropuerto y viaja a la casa en la que se crió, una fallida búsqueda de amparo en una madre compulsiva que no escucha y un padre fantasmal: la protagonista, se sabrá enseguida, acaba de perder un bebé. En la visita a una tía postrada en un hospital, la anciana le agarra la muñeca y la atrae hacia ella, como para decirle un secreto: “¿Qué hicieron con el cuerpecito, Emanuella?”, pregunta.
Un par de apuntes más sobre los personajes de estos cuentos. Muchos de ellos se abstraen, chupados por sus malestares, y andan en una suerte de nube de ánimo contaminado (García Robayo las compone, a esas nubes, con atmósferas variadas). Y todos están disconformes con sus cuerpos: se miran y se ven horribles, algunos por fofos, con pellejos colgantes, otros por esqueléticos. Y quien no, la chica de la parejita joven, ya proyecta el destino de cuerpos no deseados, malolientes, repulsivos. Dice ella en algún momento, escéptica: “Las personas insignificantes tardan más en decepcionarse porque tienen la vocación de la espera, se pasan una buena parte de su vida mediocre con la esperanza de que en cualquier momento algo maravilloso les va a pasar, algo que les cambiará la vida. Pero al final también se decepcionan”. Si pudiera mirar a sus vecinos, los personajes de otros relatos de este libro, suscribiría, seguro.
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