Dom 07.02.2016
libros

INéS FERNáNDEZ MORENO

PEQUEÑAS EMOCIONES

Ganadora del premio Sor Juana Inés de la Cruz, Inés Fernández Moreno se muestra en Malos sentimientos como una habilidosa cuentista atenta a las formas y sensible a los vaivenes emocionales de sus personajes, casi todos ellos víctimas de las cuentas pendientes que van dejando huellas en sus vidas. Cuentos de finales abiertos, acorde a los vínculos que entretejen sus protagonistas, Malos sentimientos trabaja diferentes registros de diálogos, humor y estilos.

› Por Sebastián Basualdo

Si un buen cuento es una historia contada de la única manera posible, entonces los que conforman Malos sentimientos de Inés Fernández Moreno no solamente ratifican ese reconocido postulado sino que además permiten, felizmente, volver a reparar en la concepción de una clase de literatura donde las preocupaciones formales y estilísticas asumen la dimensión de una búsqueda poética, siempre entretejidas por un cruce de tradiciones puestas en diálogo. Una herencia. Así ocurre, por ejemplo, con “Huevos”, cuento que abre la serie y donde resuena la idea borgeana de convertirse en el otro o de ocupar su lugar a partir de la repetición de un mismo acto deleznable. Pablo es un muchacho argentino de veintiséis años que, tras la debacle de 2001, está residiendo en Barcelona, intentando abrirse paso en su carrera profesional como músico. Después de haber compartido durante tres años un piso con otras personas del ambiente, por fin ha logrado su independencia alquilando un pequeño, casi minúsculo departamento. Las privaciones económicas son parte de la aventura. Pablo rechaza de plano cualquier compromiso amoroso que lo desvíe del camino artístico y lo obligue a entrar en ese modelo de vida que representan sus padres. Naturalmente, tiene la arrogancia propia de la juventud y algunas ideas equivocadas sobre el mundo; pero todavía no lo sabe: antes tendrá que vivir una experiencia, comprender algo que lo modificará para siempre. “Y en un instante comprende la catástrofe: la Mac Pro no está donde debería estar. Un agujero en el pecho. Da dos zancadas hasta la ventana, sí, la reja está forzada y su Mac desaparecida”. Una de las tantas virtudes que tiene este cuento se debe al trabajo que lleva a cabo Inés Fernández Moreno en el procedimiento de focalización en tercera persona del personaje principal, logrando una trama cuyo tono ligeramente detectivesco transcurre a la par de la ingenuidad y desesperación del joven decidido a recuperar su computadora cuando alguien le advierte que a través de la dirección de IP., y utilizando Dropbox, podría localizar la dirección del ladrón. Una sensación angustiosa rememora una escena de su infancia aparentemente trivial; pero Pablo lo comprenderá recién una vez que se haya convertido en el otro. “Es un huevo, dice la madre, que entra en la cocina y se pone de espaldas. ¿Se ríe? Pero su padre no. Su padre dice que ahora mismo van a devolverlo. Y lo lleva otra vez hasta el almacén con un huevo entero que la madre ha sacado de la heladera. Apenas salen, el padre lo abraza fuerte. Sí, sus padres son esa clase de gente, de la época de los ideales y la honestidad”.

En gran parte de los cuentos que conforman Malos sentimientos, el pasado irrumpe en la vida de los personajes y se instala en un instante preciso para desbaratar la noción del tiempo. La culpa o el remordimiento suelen ser dos grandes artífices de esto último. Sucede en “La venganza”, donde una mujer conversa con un amigo en tono de confesión sobre una historia de amor cuyo desenlace se encuentra grabado en un casete. “A estas alturas, ¿quién conserva un pasacasete? Alguien como vos tiene que ser. Así que me lo prestás, y yo te cuento la historia. Empieza con un aviso fúnebre”. También en “Una isla”, donde Clara y Sonia, amigas íntimas hasta la adolescencia, luego de treinta años sin verse, un día se citan en un bar para rememorar épocas felices y entre copas de champaña conversan alegremente hasta que de pronto algo sucede que le da un giro a la conversación y lo que debería asomar definitivamente, apenas si se insinúa con la naturalidad de quien no se atreve a enfrentar sus propios fantasmas.

Malos sentimientos. Inés Fernández Moreno Alfaguara 170 páginas

No hay ningún cuento que lleve el título del libro porque los malos sentimientos –ahora ya podemos decirlo–, no son otra cosa que las cuentas pendientes que todos los personajes mantienen con ellos mismos o con los otros. Lo verdaderamente notable de la autora de El cielo no existe, además de la calidad de su prosa, la variedad de registros en los diálogos y esa concepción técnica del cuento (no busca el efecto sorpresa ni finales abiertos, cada cuento se resuelve a su modo en unas pocas líneas) es la capacidad de poner a la mayoría de sus personajes en situaciones límite en contextos donde no deberían sentirse amenazados. Y sin embargo sucede porque el dolor, la culpa o el miedo han hecho un nido en lo más íntimo de cada uno. En “Mostacillas”, otro de los cuentos memorables, una mujer mira por televisión la noticia de un derrumbe en Villa Urquiza y a partir de ese momento la realidad discursiva comienza a mezclarse de tal modo que el derrumbe, sus culpables y el efecto devastador terminan simbolizando la vida interna de esta mujer que tiene algo que contarle a su pareja. Dividido en once cuentos y tres fábulas, hay lugar para el humor también en Malos sentimientos; situaciones disparatadas, absurdas y hasta tragicómicas encuentran a mujeres intelectualmente desquiciadas de compras en un shopping o a una hija desesperada con una madre enferma y algo extravagante que le deja mensajes a sus gatos en el contestador automático. Mensajes hablando mal de su hija, naturalmente.

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