Dom 22.06.2003
libros

RESEñAS

Ser norteamericanos

En América
Susan Sontag

Trad. Jordi Fibla
Alfaguara, 2003
494 págs.

por Florencia Abbate

Inspirada en la vida de la actriz polaca Helena Modrzejewska (1840-1909), la última novela de Susan Sontag es, al mismo tiempo, una crítica a Estados Unidos y un libro “apto para todo público norteamericano”. Presenta parecidos con El amante del volcán (1992), su novela anterior, que fue best-seller. En ambas, Sontag reelabora historias reales del pasado, aborda el tema de la emigración y trabaja la subjetividad femenina a partir de la figura de una “diva”. La protagonista de En América es una mujer idealista que, hacia fines del siglo XIX, decide abandonar Polonia. La fantasía que esta lectora de Schiller deposita en Norteamérica no es la de amasar fortuna, sino el adánico sueño de abolir su pasado y “rehacerse”. Arrastra a su marido, a su hijo, a su casi amante y a unos cuantos amigos, con el plan de instalar en California una comunidad utópica de corte fourierista. No obstante, el breve lapso que ella y su séquito de intelectuales devotos del ocio creativo pasan en la localidad californiana de Anaheim (donde hoy se encuentra Disneylandia) alcanza para revelarles que en Estados Unidos no se puede vivir sin pensar demasiado en lo económico, y que quienes les habían jurado que todo el mundo en ese país era libre, querían decir: “libre para ganar dinero”.
Luego de varios meses dedicados a tediosas tareas agrícolas para solventar el “falansterio”, el proyecto se disuelve. Tras constatar que vivían en Esparta y no en Atenas, la protagonista vuelve a los escenarios, conquista al público estadounidense y se convierte en la actriz más codiciada del momento.
Sontag muestra una excelente destreza para sostener el relato a un ritmo análogo al de una sucesión vertiginosa de escenas cinematográficas. Y se vale de géneros menores (la carta, el diario íntimo), con los que de a ratos corta el hilo de la voz principal (una tercera persona omnisciente), ampliando el juego de puntos de vista. Su llana prosa no busca brillos estilísticos. Lo que distingue a esta novela es su impecable estructura, y un “justo equilibrio” entre la exposición de ideas –menos originales que claras– y el entretenimiento.
El texto establece un permanente contrapunto entre el modo de ser de los polacos y el de los norteamericanos, a la par que despliega ideas que, desde el profético La democracia en América de Alexis de Tocqueville, suelen utilizarse para contrastar Europa y Estados Unidos: “Lo más importante en América es el calendario personal, el viaje personal. Mi cumpleaños, mi vida, mi felicidad” o “La debilidad de cualquier vínculo con el pasado es quizá lo más sorprendente de los americanos” o “Los americanos no se sienten avergonzados cuando les dicen que algo de lo que disfrutan es vulgar” o “En Polonia se esperaba de ti que fueses sincera y también que tuvieras ideales. En América se esperaba de ti que tuvieras debilidades excéntricas y necesidades extravagantes, que exhibieras tu fuerza de voluntad, la amplitud de tus apetencias, la extensión de tu amor propio, todo ello cosas excelentes”.
No faltarán quienes lamenten que la más valiente de las intelectuales norteamericanas se haya inclinado a cultivar un tipo de ficción que no apuesta a una línea radical, y en el que “las críticas” se combinan con el clima liviano de una obra de Henry James filmada por Hollywood. No faltarán quienes se quejen de que la que escribió que el verdadero arte es el que “tiene el poder de ponernos nerviosos” (Contra la interpretación,1966), prefiera al novelar unas formas tan tradicionales. Pero los años han pasado, y Sontag ya no es solamente la que hacía revuelo en las aulas de la universidad. Entre los escritores que retoman el legado sartreano, “hacerse entender” por el público es algo que, más tarde o más temprano, se impone. De ahí que resulte comprensible que quien montó una plataforma para hablarles a muchos, la use. Comprensible que la mujer que eligió estar en Vietnam, en Israel cuando Yom Kippur, en Chiapas, en Bosnia, esa que hace meses les puso los pelos de punta a sus compatriotas sedientos de urgente venganza imperial, tenga hoy más interés en ser autora de posibles best-sellers que de “la gran novela del campus”.

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