RESEñA
Seguí participando
Viene a cuento
Sandra Russo, Diego Fischerman, Pablo Mendívil y otros
Tusquets
Buenos Aires, 2003
152 págs.
Por Martín De Ambrosio
Aunque no siempre sea así, suele suceder que los concursos le toman el pulso a cierto estado de la literatura de un momento, de un país. Si se tratara del caso, de este concurso organizado por el Centro Cultural de España en Buenos Aires y Tusquets Editores de Argentina se podrían sacar algunas conclusiones. Por ejemplo, la primacía del realismo sobre cualquier otra clase de géneros y la influencia del periodismo en las prosas; 9 de 10 cuentos podrían ubicarse más cerca del “tono escritural” de García Márquez que de Borges –con la probable excepción del cuento de Osvaldo Gallone–, lo cual tal vez indique que está empezando a dejar de ser un lastre, una pesada carga, ser un escritor argentino posborgeano.
Este libro que, entonces, puede funcionar como un rápido panorama de la narrativa argentina por venir, consta de los tres primeros premios del concurso y siete menciones, según el veredicto del jurado que integraron la escritora española Rosa Regás y los argentinos Vicente Battista, Esther Cross, Liliana Heker y Sergio Olguín, y que eligió estas obras entre las 1200 remitidas.
El primer premio del concurso fue para Gustavo Nielsen y su cuento “El café de los micros”. Nielsen, además de arquitecto, es un narrador de versatilidad ya probada en Playa quemada y en el reciente Marvin. El cuento ganador, inscripto en un sucio realismo, resulta una muestra de contradicciones sociales flagrantes, a la vez que un relato de los daños que los padres hacen a los hijos a cada rato, so pretexto de educarlos.
La Argentina que comienza a andar el posmenemismo, y en la que –curiosa, enojosamente– la protesta social está legitimada gracias a los cacerolazos del verano 2001/2002, es tema de los cuentos del publicista Hernán Galdames y la bioquímica Catalina Rotunno y de uno de los cuentos de Sandra Russo (quien obtuvo el segundo premio y una mención, y a cuya ágil prosa los lectores consecuentes de este diario estarán acostumbrados).
Mientras Russo, fiel a su costumbre, se las ingenia para insertar una situación personal en medio de un drama colectivo (o viceversa), Galdames y Rotunno estructuran sus relatos en torno de otras miserias del neoliberalismo represivo. Lo notable del caso es que los protagonistas de los tres cuentos se ven arrojados en medio de situaciones extrañas a ellos, participando –casi contra sus voluntades– de hechos que vulneran el plácido devenir de sus individualidades; parecen decir “pese a que me rehusaba, en fin, tendré que actuar”. De modo algo más oblicuo eso sucede también con los cuentos de Fabián Casas (escritor y traductor), Diego Fischerman (crítico musical de Página/12) y Pablo Mendívil (diseñador de imagen y sonido, y ex colaborador de este suplemento) que recibieron menciones y constituyen variantes del naturalismo de principios del siglo XXI, escrito en primera persona.
A modo de tregua ante el realismo omnipresente están los cuentos de Osvaldo Gallone (tercer premio) que deja entrever un final fantástico y Mariano Nicolás Donadío, que se atreve con una agradable ironía sobre una moda de suicidios que se impuso en Buenos Aires hacia la década del ‘10.
Si es cierto que los concursos todavía sirven para promover buenos narradores, el porvenir (literario) argentino tal vez no sea tan malo.