RESEñA
El banquero anarquista
El banquero anarquista
Fernando Pessoa
Edición a cargo de Manuela
Parreira da Silva
Trad. Rodolfo Alonso
Emecé
Bs.As, 2003
94 páginas
Por Ignacio Miller
Más de una vez, Borges señaló que uno de los mayores méritos de Walt Whitman había sido la invención del personaje plural y contradictorio llamado Walt Whitman, “héroe semidivino de Leaves of Grass”. Quizás inspirado en este precedente, Pessoa prefirió, de manera contraria, jugar a la propia anulación a través de la creación de sus tan promocionados heterónimos, personalidades literarias, algunas de las cuales constituyen apenas tenues nombres del personaje literario Fernando Pessoa, como Bernardo Soares, autor del Libro del desasosiego. Sin embargo, como es sabido, la obra de Pessoa firmada por sus heterónimos –que conforma la mayor parte de toda su obra literaria– no salió a la luz sino hasta después de su muerte, en 1935, en lo que acaso sea una demostración sesgada, profética, burda y literal de la muerte del autor que años después decretarían los autores del posestructuralismo.
Entre los escasos escritos que Pessoa publicó en vida, El banquero anarquista, aparecido en 1922 en el número 1 de la revista portuguesa Contemporánea, “ha merecido”, como nos informa la editora del presente volumen, “sorprendentemente tal vez, un conjunto apreciable de ediciones y reediciones a lo largo de los últimos ochenta años”. A partir de una situación escénica mínima, el texto desarrolla el cuasi monólogo del personaje del título, quien expone a su interlocutor –el presunto “referidor” de este encuentro– el itinerario vital, pero por sobre todo intelectual, por el cual su condición de “gran comerciante y acaparador notable” no sólo contradice, sino que es una consecuencia necesaria, de su condición de anarquista “en la teoría y en la práctica”.
Aunque calificado por el propio Pessoa de “sátira dialéctica” y “cuento del raciocinio”, El banquero anarquista, en cuanto a su adscripción a un género literario, no responde a lo que generalmente se espera de un cuento, tiene poco de diálogo, por no decir de dialéctica (al menos bajo la forma platónica) y su raciocinio, de apariencia apenas impecable e implacable, es cierta y conscientemente fallido.
Queda, entonces, su carácter de sátira. Si lo propio de la sátira es hacer una crítica de las costumbres o de la locura humana mediante el empleo de la ironía y de la burla, cuando no del absurdo, como se suele afirmar, no es tan claro que, en El banquero anarquista, esta crítica esté dirigida sólo hacia el homo economicus, de cuya especie el banquero es un mero representante, cual “un Bill Gates más del momento”, tal como, con corrección política, quiere ver la editora, sino que su sarcasmo puede ser leído de un modo más incómodo e inquietante. Así, el hecho de que Pessoa prevea, ya en 1922, el fracaso de la Revolución Soviética y que este anuncio esté puesto en la boca del banquero, no significa sólo una manifestación de lo que podría considerarse el carácter moralmente reprobable o cínico del protagonista –alguien que, por otra parte, nació del pueblo y en la clase obrera de la ciudad y que afirma haber integrado los grupos de propaganda anarquista– sino que constituye, además de una estrategia del propio Pessoa para poder afirmar lo que, de otro modo, no podría ser dicho, una corroboración de la terriblemente vacía ficción de la política y de la atrozmente real ficción de la economía.
Frente a ellas, aquello a lo que Pessoa apuesta, a través de argumentaciones en las que cualquier lego puede detectar sofismas y falacias es, en definitiva, a oponerles la verdadera ficción de laliteratura, como espacio del más radical anarquismo. Aquel que él mismo ejerció, jugando hasta el extremo, con la construcción de una obra en la que la tiranía de la identidad se encuentra minada por la presencia de esos extraños conocidos como Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Alvaro de Campos y Fernando Pessoa.