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Domingo, 7 de abril de 2002

RESEÑA

¡Extra, extra: Agustín se confiesa!

SAN AGUSTIN
Garry Wills
trad. Teófilo de Loyoza
Mondadori
Barcelona, 2001
214 págs., $ 12

POR MARTIN PAZ

Son conocidos los problemas que plantea al biógrafo moderno el abordaje de personajes de la Antigüedad. Uno de los escollos son las fuentes, que suelen ser escasas, poco confiables o de una parcialidad ostensible. En el caso de filósofos y escritores, a menudo nos encontramos con un problema adicional: los elementos fundamentales, a veces los únicos para reconstruir sus vidas, son sus propios textos. Por último, el horizonte conceptual en el que elaboraron sus ideas y sus obras, por lejano, se torna ambiguo y suele tender seductoras trampas a quienes se acercan sin las necesarias armas intelectuales.
Desde el prólogo, San Agustín, el libro de Garry Wills, premio Pulitzer por su obra Lincoln at Gettysburg, muestra un dudoso afán de originalidad. Su impronta desmitificadora se verifica cuando comienza “revelando” el carácter periférico de la figura de Agustín y dice que su presencia pasó poco menos que inadvertida para su época, ya que fue sólo uno de los cientos de obispos del norte de Africa. Es decir: sumerge al más importante de los fundadores del pensamiento cristiano en las informes aguas de la multitud y lo despoja, por lo menos en hipótesis, de su descollante singularidad. Por otra parte, pero en esta misma línea “renovadora” de la imagen del santo, el autor descubre el anacronismo de la representación pictórica de su figura, en la que se lo presenta con ropas de pontífice medieval, cuando en realidad nunca vistió más que los hábitos del monje. Wills utiliza una vieja estrategia publicitaria con el fin de captar la atención del lector: se atribuye el descubrimiento de ciertas informaciones ocultas hasta el momento en su análisis de las Confesiones (397-398), texto que el biógrafo se empecina en llamar Testimonio: “Sostendré la tesis de que nos dice muchas más cosas acerca de su amante y del hijo que engendró y crió de lo que han admitido los autores de otras biografías anteriores”. Informaciones que, indudablemente, otros estudiosos habían dejado de lado por irrelevantes.
La estructura convencional quizás sea el mayor acierto del libro. Dividido en tres partes (Africa-Italia-Africa), cada capítulo remite a un período de tiempo asociado a algún hecho trascendente en la vida de Agustín. Su nacimiento en el norte de Africa, en un hogar de madre cristiana y padre pagano, su temprana formación en retórica, su adhesión al maniqueísmo, su paso por el escepticismo académico, y finalmente su acercamiento y conversión al cristianismo, deslumbrado por la figura de Ambrosio de Milán. También se destacan sus lecturas más influyentes, como la del Hortensius de Cicerón y, por supuesto, la de Plotino. Como libro de divulgación, el aspecto más logrado es este simple recorrido por la vida de Agustín, o más bien, por la historia de sus ideas. Contrariamente, el fracaso más notorio de esta biografía se produce cuando el autor se ve impelido de decir algo nuevo. Como ejemplo sirve la inefable polémica en la que se enreda con dos psiquiatras alemanes acerca de la sexualidad de Agustín.
Por tratarse del pensador que produjo la primera gran síntesis entre el cristianismo y la filosofía clásica, que diseñó los lineamientos de la teología cristiana en temas tales como la influencia de la gracia y ellibre albedrío, la ontología trinitaria y la creación a partir de la nada, lo más rescatable de la obra de Wills es la reconstrucción del itinerario intelectual y el proceso de elaboración del pensamiento agustiniano. Sin embargo, como biografía, hace demasiado hincapié en aspectos de la vida de Agustín de improbable constatación y notoria intrascendencia. Rasgos más afines al género “biografía no-autorizada” que al de una obra crítica.

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