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Domingo, 2 de febrero de 2003

EN EL QUIOSCO › RESEÑAS

Palabras contadas

EL LIBRO SIN AUTOR
Mario Ferrari

Arco Libros
Madrid, 2002
78 págs.

POR JORGE PINEDO

En tiempos en que una nutrida literatura cultiva el estéril fruto de lo que podría denominarse “realismo minimalista”, sorprende gratamente encontrar un relato desenvuelto con apenas mil doscientas palabras y escenas cotidianas que conforman un brioso policial negro. Más aún cuando tamaña economía de modo alguno tiene lugar por indigencia intelectual o algún arcano canon, sino como una deliberada limitación editorial cuyos fines son apenas tangenciales a las letras. De ahí la proeza y la rareza. En efecto, el sello español Arco Libros se dedica a proporcionar material de lectura a estudiantes de la lengua de Cervantes en cuatro diferentes niveles, mensurados según el número de vocabulario y la creciente complejidad gramatical.
Por ese resquicio, el argentino Mario Ferrari (Florida, 1945) se muestra como escritor al proponer una trama no sólo creíble sino, además, atrapante. Enrique Saunder es un porteño cuarentón y desocupado al que por esos azares de la argentinidad se le adjudica una novela recién publicada, para colmo, exitosa. Insólito bestsellerismo que la editorial procura legalizar mediante la firma del correspondiente contrato, no formalizado en su momento. Una bella ex esposa abogada y pletórica de codicia, un editor megalómano, un contador realista a secas (sin ninguna magia, como corresponde), la fea que se torna hermosa a medida que encarna el enigma y un final que sorprende por el anhelo sembrado en el lector, son los peldaños que la prosa de El libro sin autor trepa a ritmo constante y sin dar respiro.
Al modo de los policiales clásicos, Ferrari (Master en Ciencias Físicas, investigador en astrofísica y especialista en seguridad informática) intercala acción y subjetividad (“Existen distintos dolores de cabeza. Conozco los de la migraña, se puede decir que soy adicto a ellos. Conozco los de la fiebre, que se acompañan con escalofríos. Conozco los que produce el sol junto con las quemaduras, es típico de las vacaciones en el mar. Y, finalmente, existen los simples dolores de cabeza que se curan con aspirina. El de ahora no se parece a ninguno de los mencionados. Está dentro del cráneo y está afuera, en el cuero cabelludo. Además, cuando me paso la mano por el lugar siento una gran hinchazón. La mano sale mojada de sangre...”). Relato contundente a ritmo de cadencia musical, resuelve en menos de sesenta páginas una intriga de corte netamente rioplatense que, paradojalmente (o no tanto), circula sólo en el mercado internacional. No es para menos, ya que el autor cuenta con seis novelas publicadas (El escritor que resuelve misterios, Vacaciones en Siberia, El anillo de la muerta, El rapto de la secretaria; Buen día, pájaro, y Peligro en Cataratas del Iguazú), en su mayoría orientadas a un género detectivesco, sin detectives.
Monsieur Vincent salió de Canadá hacia Francia dans le vapeur Amerique con su familia tipo a fin de enseñar francés a los jóvenes argentinos. The Little Farmer llenaba bolsas de grano agujereadas para que los niños latinoamericanos entendieran a sus patrones sajones. Con Mario Ferrari y su paradigmático El libro sin autor, la fórmula parece invertirse. Al menos, abandona el supuesto de que para aprender una lengua es precisotransformarse en subnormal y/o embrutecerse. Eso sí, en Argentina es difícil de conseguir.

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