Domingo, 12 de febrero de 2006 | Hoy
VOLVé › PEDIDO DE REEDICIóN
Por Sergio Kisielewsky
Al poeta argentino Mario Jorge De Lellis no lo encegueció la luz que irradia la obra de César Vallejo.
En los años ’50 escribió una biografía del autor de Los Heraldos Negros que hasta hoy ilumina los rasgos esenciales de su obra. De esta manera, un poeta mira a otro poeta. Lo interroga, lo indaga, lo expone. Desmonta una a una sus piezas literarias en este libro publicado en 1960 por la Editorial La Mandrágora en la Colección Clásicos del Siglo XX.
“Yo nací un día/ que Dios estuvo enfermo”, escribió el peruano y resulta suficiente para que su biógrafo intente aproximarse a un cuerpo poético único, tal vez irrepetible y fundacional.
Por aquellos años, el abordaje de la poesía de Cesar Vallejo dividió las aguas entre los escritores de nuestro continente. Fue un momento de polémicas donde nerudianos y vallejianos disputaban las matrices de cómo encarar el oficio. De Lellis descubre en Vallejo los elementos que por su tono singular y su estilo generaron una forma arrasadora e íntima a la vez de crear poesía.
Cuando Vallejo publica sus primeros poemas, la crítica literaria oscilaba entre la indiferencia y los que incitaban a atarlo a las vías del ferrocarril. Vallejo, por supuesto, eligió los viajes como forma de vida. París donde vivió 14 años, España y la Unión Soviética, que visitó en tres oportunidades. En cada capítulo De Lellis da pruebas de cómo la renovación del lenguaje poético se asienta en descuartizar la sintaxis. Su poesía fractura el orden temporal, pone el pasado en presente o viceversa o hace que el futuro aparezca como ya acontecido (“el traje que vestí mañana”).
Aquí nos enteramos que Vallejo estuvo 113 días preso por apoyar una revuelta campesina. En su encierro comienza a escribir los poemas de Trilce. Si los pesares y la idea constante de la muerte atraviesan toda su vida, sus poemas resultan una madeja de resistencia, de vitalidad expresiva. Como si agua muy fresca se sacara de un aljibe muy oscuro.
Imágenes que siempre buscan algo nuevo, siempre atento a una nueva voz, Vallejo según Pablo Antonio Cuadra “crea la primera alianza poética de la lengua española con los labios del indio”.
De Lellis, en cambio, prefiere evocarlo escribiendo en una cervecería de Montparnasse.
“Mi padre duerme. Su semblante augusto/ figura un apacible corazón/ ahora está tan dulce/ Si hay algo en él de amargo, seré yo.”
En la contratapa del libro se ve una foto de Vallejo. De traje, pañuelo en el bolsillo, sostiene un libro entre sus manos. Mira hacia un sitio que desconocemos. De Lellis, en este texto, nos ayuda a mirar abriéndonos la puerta a un poeta mayor.
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